El viento helado azotaba sus rostros mientras avanzaban por el sinuoso sendero que los llevaba hacia las montañas. La oscuridad no solo se sentía en el aire, sino que había comenzado a manifestarse en el paisaje. Los árboles, antes frondosos y llenos de vida, ahora parecían marchitos, sus hojas caídas cubriendo el suelo en un manto grisáceo. La tierra misma se había vuelto inerte, como si algo estuviera drenando su vitalidad, y cada paso que daban parecía empujarlos más hacia el abismo.
Isabella lideraba el grupo, sus ojos fijos en el horizonte, donde las montañas parecían una muralla de sombras imponentes. A su lado, Liam y Aidan mantenían una distancia respetuosa, pero el silencio que los envolvía estaba cargado de una tensión palpable. Sabían que el destino del mundo dependía de lo que encontraran al final de su viaje, pero también sabían que el camino que los conducía hasta allí estaba lleno de horrores desconocidos.
—Cada paso que damos parece acercarnos más a la oscuridad —comentó Aidan, mirando alrededor con desconfianza. Las criaturas que habían comenzado a aparecer en los pueblos cercanos eran solo un presagio de lo que les esperaba. Y aunque no lo admitiera abiertamente, el temor también lo corroía.
Isabella asintió, sin apartar la vista del camino. Sabía lo que él quería decir. La oscuridad había comenzado a cambiar el mundo de maneras que no comprendían del todo, y lo que había sido un mundo lleno de magia natural y equilibrio ahora se veía distorsionado por una fuerza alienígena. Era como si la misma naturaleza hubiera comenzado a desmoronarse, y lo peor de todo era que no sabían cómo detenerlo.
—No podemos dudar ahora, Aidan. Si lo hacemos, todo habrá sido en vano. Lo que liberamos está ganando terreno. Lo que hemos visto hasta ahora es solo el comienzo de lo que está por venir. Debemos llegar al centro de todo esto, al corazón de la oscuridad. Solo allí podremos detenerlo.
Liam, que hasta ese momento había permanecido callado, habló de repente con voz grave.
—Pero ¿cómo sabemos qué nos espera allá? ¿Cómo sabemos que esto no es lo que Cassandra quería todo el tiempo? ¿Que no estamos jugando en sus manos?
Isabella se detuvo y se giró hacia él, sus ojos brillando con la intensidad de su convicción.
—No lo sabemos, Liam. Pero tenemos que intentarlo. Si no lo hacemos, no habrá futuro. Esta oscuridad, esta "cosa primordial" que se está despertando, no es algo que podamos dejar que crezca. Es una entidad que consume todo a su paso. Lo que vimos en el altar no era más que una fracción de su poder. Si seguimos aquí, si nos quedamos sin actuar, nos consumirá.
Aidan miró el suelo con una expresión pensativa. Había escuchado las palabras de Isabella, pero el miedo seguía arraigado en su corazón. Las criaturas que atacaron las aldeas cercanas solo eran el primer indicio de lo que se avecinaba, y no tenía ni idea de cómo podrían enfrentarse a lo que estaba por venir.
El viento se levantó con fuerza, y de repente, una sombra fugaz cruzó por el rabillo de su ojo. Aidan se tensó, y el instinto lo impulsó a girarse, alerta. Pero no había nada. Solo las sombras alargadas de los árboles y el susurro del viento.
—Estamos cerca —murmuró, en voz baja, pero con una autoridad que solo la experiencia podía otorgar.
El grupo continuó su avance, sin hablar más, como si cada uno se preparara para lo inevitable. La sensación de ser observados se volvía más intensa con cada paso. La tierra bajo sus pies comenzó a sentirse extraña, como si la realidad misma estuviera distorsionándose. Había algo en el aire, algo pesado, como una presión invisible que los empujaba a continuar.
A medida que avanzaban, la oscuridad que los rodeaba parecía volverse más densa, y el terreno más traicionero. De repente, un grito desgarrador rompió el silencio, proveniente de un rincón del bosque. Era un sonido casi animal, pero al mismo tiempo humano, y resonó en las entrañas de cada uno de ellos.
Isabella reaccionó al instante, levantando las manos e invocando una barrera mágica que los protegiera de lo desconocido. Pero no había tiempo para prepararse completamente. Una figura emergió de entre los árboles, una criatura deformada que se arrastraba por el suelo, sus ojos brillando con una luz maligna. Su cuerpo era una mezcla grotesca de carne y sombra, y su presencia emanaba una oscuridad palpable.
—¡Cuidado! —gritó Liam, alzando su espada en un reflejo de supervivencia.
La criatura se lanzó hacia ellos con una velocidad sorprendente, sus garras rasgando el aire. Aidan fue el primero en reaccionar, saltando hacia ella con una agilidad felina. Sus garras de licántropo destellaron al impactar contra la bestia, pero la criatura se deshizo en un remolino de sombras, reagrupándose de inmediato para atacar de nuevo.
Isabella concentró su energía, un destello de luz blanca envolviendo sus manos mientras formaba un hechizo defensivo. La criatura parecía resistir la magia elemental, como si fuera inmune a las fuerzas que normalmente dominaban la tierra y el aire.
—¡Necesitamos acabar con ella rápido! —exclamó Aidan, mientras se retiraba de un ataque.
Isabella apretó los dientes, sintiendo el agotamiento que comenzaba a apoderarse de ella. La criatura estaba alimentándose de la oscuridad que había comenzado a filtrarse por todas partes. Necesitaban destruirla antes de que su poder aumentara más. Con un grito, canalizó su magia con toda su fuerza, creando una onda de energía pura que atravesó la sombra de la criatura, desintegrándola en el aire.
El grupo se quedó en silencio por un momento, respirando con pesadez. Sabían que esta era solo la primera de muchas batallas que tendrían que enfrentar. El territorio que se extendía ante ellos estaba plagado de horrores aún peores.
Isabella miró a sus compañeros, su expresión seria.
—Lo que sea que liberamos, no ha hecho más que despertar el caos. Y esto es solo el comienzo. Debemos llegar al corazón de todo esto. No podemos detenernos.
Editado: 12.11.2024