El viento soplaba con fuerza, arrancando las hojas secas de los árboles y arrastrándolas por el suelo, como si la naturaleza misma estuviera preparándose para el final. El campamento estaba en silencio, las tiendas de campaña vacías y las armas en descanso, pero el peso de lo que se avecinaba se sentía en cada rincón. El destino del mundo estaba a punto de decidirse, y todo dependía de lo que sucediera en las montañas.
Isabella caminaba con pasos lentos, su mente llena de la última visión que había tenido: la presencia de la oscuridad, ya no como una simple manifestación de maldad, sino como una entidad con un propósito claro, una fuerza que quería consumirlo todo. La grieta había sido solo un preludio, una abertura para algo mucho más grande, algo que no podía ser contenido ni destruido sin sacrificio.
Liam se acercó a ella, su rostro reflejando el mismo agotamiento que sentía ella misma. Habían luchado juntos, habían perdido mucho, pero aún quedaba una última oportunidad para salvar lo que quedaba del mundo. Sabía que la única forma de detener la propagación de la oscuridad era llegar al núcleo de su poder, donde todo había comenzado. Pero también sabía que esa batalla sería diferente a todas las demás.
—¿Estás lista? —preguntó Liam, su voz baja pero firme.
Isabella lo miró a los ojos. Había visto tantas veces esa determinación en su mirada, pero hoy, esa determinación parecía vacilar, como si también él supiera que lo que les esperaba era algo de lo que no podrían regresar.
—Lo que debemos hacer… no tiene marcha atrás. Si fallamos, no habrá nada que salvar.
Liam asintió, comprendiendo las implicaciones. Habían llegado hasta aquí, hasta las puertas del abismo, y ahora solo quedaba un paso más. Pero ese paso sería el más peligroso de todos.
La oscuridad en las montañas, que antes solo se percibía como un susurro, ahora era palpable. La tierra misma parecía temblar bajo sus pies, como si el mal estuviera despertando de su letargo. Habían llegado al corazón de lo que una vez fue el lugar de origen de la magia oscura, y ahora la magia misma se retorcía, volviéndose más densa y más peligrosa.
Cuando llegaron al borde del abismo, el lugar donde la grieta había comenzado a abrirse, la figura que los había estado acechando por semanas apareció ante ellos. No era más que una sombra, una forma sin rostro ni cuerpo, pero su presencia era tan abrumadora que Isabella casi sintió que se ahogaba.
—Has venido lejos, hechicera —dijo la figura, su voz rasposa como el crujir de un incendio—. Pero no puedes vencerme. Este mundo es mío, y lo reclamé hace mucho tiempo.
Isabella sintió la presión de la oscuridad a su alrededor, como si todo su ser fuera absorbido por la sombra. Pero no se detuvo. Había hecho demasiados sacrificios como para rendirse ahora. Giró hacia Liam, quien estaba listo para luchar junto a ella, pero ella sabía que las palabras eran ahora lo único que podía enfrentarse a la oscuridad.
—No puedes ganar —le dijo a la figura, su voz fuerte, a pesar del miedo que sentía en su interior—. La luz puede ser tenue, pero nunca se apaga por completo. Siempre hay esperanza, siempre hay una chispa que puede encender el fuego.
La sombra se rió, un sonido que llenó el aire como un eco aterrador.
—La esperanza es una ilusión, Isabella. La oscuridad siempre ha sido más poderosa que cualquier luz.
Isabella cerró los ojos y respiró profundamente. Sabía que no podía vencerla de la manera convencional. La única forma de vencer esa oscuridad era ofrecer un sacrificio. Sabía que la luz, aunque pequeña, podía derrotar al mal, pero para eso, ella tendría que dar lo último que le quedaba: su magia, su vida misma.
Miró a Liam, cuyos ojos reflejaban la comprensión de lo que estaba a punto de suceder.
—No puedes ir conmigo, Liam. Este es mi destino. Mi sacrificio. La oscuridad no se vencerá con armas ni magia, sino con la entrega de quien realmente sea capaz de renunciar a sí mismo.
Liam intentó hablar, pero las palabras no salieron. La angustia en su rostro era evidente, pero Isabella lo miró con una sonrisa triste.
—Te prometo que todo valdrá la pena. El mundo será libre de esta oscuridad, pero solo si soy yo quien la enfrente.
Con un último beso en la frente, Isabella se alejó de él y se acercó a la figura de sombras. La energía oscura la rodeó, intentando consumirla, pero ella no cedió. Cerró los ojos y comenzó a canalizar toda su magia hacia el corazón de la oscuridad, donde la chispa de la luz aún brillaba débilmente.
El sacrificio fue total, su alma, su esencia, todo lo que era, fue entregado para apagar la oscuridad que amenazaba al mundo. Un resplandor cegador surgió de su cuerpo, iluminando todo a su alrededor, y la sombra comenzó a desvanecerse, disolviéndose en el aire.
Pero antes de desvanecerse por completo, Isabella pudo ver una última vez a Liam. Él estaba allí, luchando por contener las lágrimas, mientras ella caía lentamente al suelo, sabiendo que su sacrificio había sido suficiente.
La oscuridad fue derrotada. El sacrificio fue cumplido. Y el mundo, aunque marcado por la pérdida, ahora estaba libre de la amenaza que había acechado durante tanto tiempo.
Próximamente: El último amanecer.
Editado: 12.11.2024