Crimen Escarlata

8. Esencia de muerte

JUEVES 30 DE OCTUBRE-. 19:49 hrs.

—Lamento ser portador de malas noticias, pero acaba de entrar Hamish —me susurró Dante.

Gruñí y me apresuré en tomar la poca cerveza que me quedaba. ¿Por qué de todos los lugares en la ciudad tenía que escoger este?

Después de un largo día de trabajo, con Dante habíamos decidido acudir a nuestro bar habitual, donde fuimos recibidos por el ambiente cálido y ruidoso que lo caracterizaba. Las conversaciones y su música de fondo, permitían distraerte del caos que solía rodearnos diariamente.

O ese era el plan.

—Toma —, Dante me acercó un vaso de cerveza.

—Me acabo de terminar la mía... —murmuré, mirando mi botella con resignación. Quería tomar con calma y relajarme. ¡Ese era el maldito objetivo de la tarde noche!

—Pues vas a necesitar otra, porque Hamish viene para acá.

A la mierda todo. Le quité el vaso y bebí un largo trago.

No alcancé ni a disfrutar del sabor del alcohol cuando escuché esa voz a mis espaldas que tanto me irritaba.

—Qué coincidencia encontrarte acá, Kiera.

Giré con una mueca de fastidio marcada en el rostro, lista para responder, pero su postura me detuvo. El emisario de la muerte, siempre tan arrogante, parecía incomodo y eso no era algo usual de ver.

¿Qué podría tenerlo así?

—Ah, no les he presentado a mi compañía de hoy —agregó.

Fue entonces que lo vi.

Detrás de Hamish apareció un hombre de una belleza casi irreal, como si hubiera salido de una pintura digna de un museo. Su cabello rubio, ligeramente ondulado, caía en suaves mechones alrededor de su esculpido rostro. Tanta perfección parecía casi un insulto.

Sin embargo, lo más peculiar fueron sus ojos. De un celeste tan claro y profundo que parecía que el mismo cielo estuviera contenido en ellos. Eran hipnóticos, atrayentes y a la vez... inquietantes. Era la clase de mirada que te desarme sin que puedas evitarlo, como si pudiera desnudar cada uno de tus pensamientos.

Era perfecto, tal vez demasiado y eso me puso en alerta. Su belleza era deslumbrante si, pero no logró provocarme de la misma forma que lo había hecho el peculiar hombre de ayer.

Razael.

—Buenas noches, soy Salem —saludó el rubio con una sonrisa que pareció iluminar el lugar, haciendo que volviera a la realidad.

Saqué de mi cabeza cualquier pensamiento relacionado con el hombre de ayer y me obligué a concentrarme en el presente. Mi compañero, como anfitrión innato, se puso de pie y le estrechó la mano con firmeza.

—Dante.

En cambio yo, me quedé en mi lugar y le dediqué una mirada recelosa.

—Detective Hart —respondí secamente, sin darle oportunidad de que se me acercara. Nunca me había gustado la cercanía de desconocidos.

Fije mi atención en Hamish, quien permaneció inusualmente callado.

—No pensé que conocieras a más personas además de Joshua —solté con franqueza, sin afán de burlarme.

El emisario de la muerte me regaló una mueca molesta, pero claramente se aguantó las ganas de darme alguna de sus usuales respuestas mordaces.

—Tengo un mundo más allá de mi trabajo.

—Si es así, tampoco es que me interese.

Una carcajada ligera y despreocupada escapó de los labios de Salem.

—Oh Hamish —, colocó una mano en el hombro del emisario en un gesto amistoso—. No pensé que tus amigos te tratarían así.

¿Amigos? ¿En serio?

—Diría que colegas, si tuviéramos que ser más precisos —señaló Dante para mi sorpresa. Bebió un sorbo de cerveza y arqueó una ceja—. ¿Cómo se conocen? Es extraño ver al emisario con alguien más.

Me mordí el labio para no sonreír. Mi compañero nunca dejaba su faceta de detective y esa era una, de las miles de razones de por qué me caía tan bien.

Salem sonrió, divertido, como si la pregunta no le llamara para nada la atención.

—Oh, bueno... No tiene nada del otro mundo, somos vecinos.

No le creí. No pude notar ningún atisbo de verdad en sus palabras.

—¿Vecinos? —repliqué.

Hamish se llevó una mano al rostro y sintió con resignación.

No pude evitar la leve sonrisa que se dibujó en mis labios, porque era la primera vez que lo veía tan incomodo, y la verdad lo estaba disfrutando bastante.

—Bueno, supongo que todo emisario ha de tener un techo que lo proteja —comenté encogiéndome de hombros.

—Vivimos en el mismo edificio —admitió Hamish y se rascó la cabeza, nervioso—. Salir con él es una compañía diferente... para cambiar un poco de aire —agregó, pero sus palabras no sonaron muy convincentes.

—¡Qué amable de tu parte, amigo! —Salem soltó una risa despreocupada, como si no notara la verguenza de Hamish, o bien la estaba ignorando apropósito. La verdad no sabía que era peor.

—En fin, no les queremos quitar más de su tiempo. Fue un gusto conocerlos, Dante, detective Hart.

Con un gesto firme, Salem le estrechó la mano a Dante y luego se volvió hacia mi, sin darme oportunidad para evadir su despedida.

Estúpido rubio astuto.

Cuando nuestras manos se encontraron en un apretón, una extraña sensación recorrió mi cuerpo, similar a una descarga eléctrica. Más bien, fue una corriente que se deslizó por mi cuerpo, analizándolo e infiltrándose en cada fibra de mi ser.

La sensación, además de incomoda, fue invasiva dejándome con el pecho apretado. Salem, en cambio, me sostuvo la mirada con calma. Si notó mi reacción no me lo dio a entender, o tal vez no sintió lo mismo que yo.

Alejé mi mano de él más rápido de lo que hubiese querido.

—Que les vaya bien —murmuré, y me obligué a mantener la compostura, pese a que la sensación aun latía en mi interior.

—Igualmente detective. Estoy seguro que nos volveremos a ver —me respondió con tono suave, pero sonó casi como una promesa y me guiñó el ojo.

No le respondí, porque francamente esperaba nunca más en la vida tener que toparme con este sujeto.

Mientras ambos hombres se retiraron, me quedé observándolos con el ceño fruncido, pensando que esta breve interacción no había sido una mera coincidencia. Suspiré, ojalá estuviera equivocada.




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