9. La verdadera Kiera

JUEVES 30 DE OCTUBRE-. 21:54 hrs.

El rugido de una motocicleta al estacionar retumbó cuando salí del bar con Dante.

La conversación con Hamish y Salem me dejó inquieta, por lo que mi cuerpo no dudó en rogarme que me fumara un cigarro para despejar un poco la mente.

Ah, los vicios de la nicotina.

Mi compañero, al verme, no dudó en acompañarme para no dejarme sola, cosa que agradecí. A veces mis pensamientos no eran la compañía que necesitaba y él lo sabía.

El aire frío de la noche me acarició el rostro y coloqué el cigarro entre los labios mientras busqué mi encendedor.

—Sabes que fumar te puede matar ¿verdad?

La voz fría, grave y directa me detuvo. Giré la vista y me encontré con la seria y penetrante mirada de un hombre gigante: literalmente. Tuve que sostener el cigarro para que no se me cayera de la sorpresa.

¿Pero qué mierda estaba pasando últimamente? ¿Por qué hombres absurdamente guapos estaban apareciendo de la nada?

Era alto, de complexión sólida, con un físico que dejó en claro su fuerza y resistencia. Su cabello era una mezcla entre rubio y castaño, que caía en rizos desordenados sobre su frente enmarcando un rostro anguloso. Le acompañaba una barba espesa y bien cuidada que le daba un aire rudo y varonil.

Sus ojos eran azules profundos, fríos e intensos. Por un instante, el recuerdo de otros ojos, más hipnóticos y peligrosos, cruzó mi mente sin permiso. La imagen del jodidamente atractivo Razael tomó forma ante mí. ¿Por qué demonios seguía pensando en él?

Volví a estudiar al hombre que vestía una chaqueta de cuero desgastada que abrazaba sus hombros anchos y dejó entrever, bajo la camisa semiabierta, un pecho firme. Del cuello le colgaban varios collares y amuletos que tintinearon sutilmente con el movimiento de su respiración, dándole un aire de aventurero que encajaba a la perfección con la enorme motocicleta en la que estaba sentado. Era idéntico a aquellos motoqueros de películas.

Reprimí una sonrisa ante la comparación, encendí el cigarro y le di una primera calada, sin inmutarme.

—¿Te parece graciosa la muerte? —me preguntó al notar mi sonrisa, y una sombra de molestia cruzó sus azules ojos.

Arqueé una ceja, quitándome el cigarro de la boca y la ira se apoderó rápidamente de mi cuerpo.

***

JUEVES 30 DE OCTUBRE-. Dante.

Mierda, mierda y mierda.

Sabía que Kiera quería un cigarro para despejarse un poco, pero la llegada de ese desconocido no era lo que ninguno de los dos necesitaba.

Conocía a mi compañera mucho más de lo que los demás creían, y si había algo particular en ella, era su capacidad para esconder su verdadera "naturaleza". Ante cualquier colega o superior mantenía una imagen seria, de pocas palabras y no muy sociable, pero yo conocía su otra cara: aquella que mostraba cuando no tenía que aparentar ser una persona educada, decente y civilizada.

Conocía bien el pequeño detalle que la delataba cuando perdía su fachada: ver sus ojos con ese tono rojizo de ira. Nunca prometían nada agradable o cómodo. Demonios, ¿cuál sería el espectáculo que vería ahora?

—Eres un metiche de mierda ¿o qué? —bramó mi compañera —. No es asunto tuyo lo que piense de la muerte.

Noté como el motoquero apretó los labios en una fina línea, con una mueca de molestia apenas contenida ante la respuesta. Crucé los dedos para que esto no hiciera que Kiera se volviera más temeraria.

Ella se le acercó, se llevó nuevamente el cigarro a los labios, inhalo con calma y exhaló todo el humo en dirección a la cara del hombre.

—Y creo que es un comentario bastante idiota viniendo de alguien que expone su vida cada momento que se sube a una moto.

El motoquero tensó su expresión, furioso, pero ella no le dio tiempo a responder.

—Buenas noches hipócrita —se alejó dándole la espalda, pero se detuvo, volvió a mirarlo y le mostró el dedo—. Mi dedo medio te manda saludos.

Mientras Kiera volvió al bar, suspiré cansado. Al menos el motoquero se quedó callado, pero sus ojos parecieron perforar su nuca con un deseo de muerte bastante tenebroso.

Definitivamente necesitaba otra cerveza, urgente.