Crimen Escarlata

12.Peligrosa curiosidad

VIERNES 31 DE OCTUBRE-. 08:30 hrs.

—Buenos días, detective.

Me detuve en seco y la puerta de la cafetería se cerró a mis espaldas. Mis ojos se encontraron con dos obres cristalinas que me estudiaron con demasiada atención.

Ah, no, es demasiado temprano para tener que lidiar con esto.

—Buenos días —respondí cortésmente, pero mi cuerpo se tensó por puro instinto.

—No esperaba encontrarte aquí, y menos a estas horas. ¿Te acuerdas de mí?

Difícil olvidar un rostro estúpidamente perfecto.

Evité rodar los ojos.

—Eres Salem, el amigo de Hamish.

El platinado me regaló una amplia sonrisa, una de esas que probablemente le abrían todas las puertas del mundo.

—¡Qué buena memoria! ¿Será por eso que eres una buena detective? ¿Vienes por un desayuno?

Todo en él era demasiada energía para mi gusto, pero tuve que suspirar internamente.

—Mi café diario antes del trabajo —señalé escuetamente.

—Excelente, entonces deja que te invite uno.

—No es necesario —señale incrédula.

—Insisto.

La sonrisa no se borró de su rostro. Seguro estaba acostumbrado a que nadie le dijera que no.

Pude sentir varias miradas femeninas encima mío, algunas curiosas, otras cargadas de envidia. Genial, gracias a Salem mi tranquila rutina matutina se había convertido en un espectáculo.

Yo solo quiero mi maldito café.

Resignada acepté mi derrota y asentí con desgano, mientras caminé a la caja.

—Buenos días, detective —Luke, el barista, me saludó con su usual mueca amistosa—. ¿Lo de siempre?

—Buenos días y si por favor.

Salem soltó una carcajada ligera.

—Cliente frecuente por lo que veo —comentó, para luego mirar a Luke con su expresión relajada, pero que de alguna forma le daba como una especia de autoridad social sobre el resto—. Haga el pedido con cariño, yo estoy invitando.

Luke no reaccionó como esperaba, simplemente asintió y se puso a trabajar, pero yo pude notar el brillo de diversión en sus ojos.

Tuve que controlar las enormes ganas de suspirar, nuevamente.

—¿Te gustaría pedir algo más? —preguntó Salem, despreocupado.

—No, gracias.

Pero él ni siquiera me prestó atención.

—Luke, ¿qué suele pedir la detective para acompañar el café?

El barista luchó por contener una sonrisa.

—Un sándwich de salmón o un muffin de chocolate.

—Incluye ambos, por favor.

Suspiré, porque francamente ya no pude evitarlo.

—Gracias.

—¡Encantado! —respondió Salem. Luego me estudió con más atención, como si analizara algo que solo él podía ver—. ¿Sabes? Tienes un aura particular, ¿te lo habían dicho antes?

Mi cuerpo se tensó al instante ante el repentino comentario, porque nunca me había gustado ser el tema de conversación.

—Define "aura particular" —murmuré, sin poder evitar ponerme a la defensiva.

—Diferente —explicó él con simpleza.

Alcé una ceja.

—Si tú lo dices —me encogí de hombros, restandole importancia.

—Asumo que trabajas justo al frente —cambió de tema nuevamente y señaló el edificio de la policía con un leve gesto.

Asentí.

Francamente, ¿cómo puede hablar de tantas cosas a la vez?

—Admiro lo que haces. Tal vez es eso lo que acompaña tu aura.

—¿A qué te refieres con eso?

Sonrió, pero esta vez, había algo más oscuro en su expresión y aquello no me gustó.

—Parece que no eres de las que juzgarían a otros por el color de su sangre.

Mis ojos se afilaron al instante y le lancé una mirada gélida, pero él ni se inmutó.

—Parece que Hamish te contó algunas cosas sobre mí —murmuré, molesta.

—Es probable —dijo, sin dejar de sonreír.

Antes de que pudiera responder, Luke me interrumpió.

—Aquí está su pedido.

Salem pagó sin decir nada, pero cuando me extendió el café, dejó que nuestros dedos se rozaran, intencionalmente. Sin embargo, esta vez no sentí nada.

Lo estudié con desconfianza, porque recordaba perfectamente la incómoda sensación que me recorrió cuando estreché su mano. El hecho de que no ocurriera nada no me generó calma, al contrario, fue mucho más inquietante.

¿Estaba buscando probar algo? Le lancé una mirada de advertencia, pero él actuó con absoluta tranquilidad.

—Gracias.

—Cuando quieras —dijo, con ese brillo travieso en los ojos.

¿No se agota de sonreír tanto?

Bebí un sorbo para tratar de alegrar lo que claramente había arruinado mi mañana.

—Debo irme a trabajar, pero... gracias por el desayuno, Salem.

—Que tengas un excelente día, detective.

Se inclinó, como si estuviera finalizando la presentación de una obra de teatro.

—Tal vez, un día de estos, podamos conversar con más calma.

Salem no se parecía en nada a Hamish, no tenía esa actitud constante de querer provocarme y menos alguna intención de coqueteo, aun así todos mis instintos me gritaron que no. Había algo en él que no me generaba confianza.

—Eh... claro. Suelo venir casi todas las mañanas —titubé.

—Lo noté —dijo, con una mueca divertida, como si acabara de ganar algo.

Yo solo quería irme de aquí y me acerqué a la puerta, pero se me adelantó para abrirla.

—No te retengo más —. Volvió a sonreír y nunca pensé que esa mueca llegaría a irritarme tanto—. Ya nos volveremos a ver.

Salí sin responder. Ya no tenía ganas de ser educada, pero su mirada quedó clavada en mi espalda incluso cuando crucé la calle.

Tenía claro que volvería a verlo, la pregunta era: ¿era algo que debía evitar o que debía temer?

VIERNES 31 DE OCTUBRE-. SALEM

Observé a la humana caminar con paso firme hasta que desapareció en el interior del edificio y mi sonrisa se desvaneció en el acto, analizando cada detalle de nuestra breve interacción.

Kiera Hart.

A simple vista, podía parecer una mujer común y corriente, pero yo sabía que había más que solo eso. Tenía el andar seguro de alguien que ha visto demasiado del mundo y, aun así, se mantenía en pie. En un contexto de caos y corrupción, ella no era una detective más, mis instintos me decían que era diferente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.