VIERNES 31 DE OCTUBRE-. RAZAEL
Fascinante.
Esa era la mejor palabra para describir a esta mujer.
Durante el trayecto en auto me mantuve en silencio y la observé de reojo por el espejo. Su mirada perdida me dio a entender que sus pensamientos estaban en cualquier parte menos aquí.
Sus palabras seguían como un eco en mi cabeza.
¿Sería capaz de matar a alguien para salvar a quien amo, aun cuando eso manche mi alma?
Oh, corazón, haría arder el mundo si alguien toca lo que es mío.
Si bien había escuchado muchas excusas para justificar o racionalizar los pecados humanos, ella lo planteó de una forma diferente. No como una excusa, sino como un hecho concreto.
Después de todo, los pecados eran la transgresión voluntaria y consciente a la ley divina, pero ¿qué había de los impulsos innatos de proteger, o de aquellas decisiones tomadas ante la necesidad de sobrevivir? ¿Era acaso eso un pecado?
Era una forma distinta de enfrentar el prejuicio de la sangre y catalogar de pecador a alguien sin saber realmente el porqué de sus acciones. ¿Qué pensaría ella de los demonios, entonces?
La pregunta me hizo sonreír, pues la curiosidad se apoderó de cada poro de mi piel. Quería saber... no, necesitaba entender cómo pensaba esta mujer.
Humedecí los labios cuando llegamos a destino y descendí del auto, momento en el cual ella se volteó para mirarme, con esos ojos que no reflejaban miedo, sino desafío.
Deliciosa.
Caminó con seguridad mientras la seguí al callejón de la escena del crimen. Sus movimientos, su postura, todo en ella gritaba que no estaba dispuesta a ceder terreno.
Así me gusta; lo fácil me aburre. Pero tú podrías mantenerme interesado por un buen tiempo.
—No quedan indicios, pero aquí ocurrió el asesinato —dijo Kiera con tono firme, cortando mis pensamientos—. Asumo que tendrás más información que pueda sernos útil, ¿o me equivoco?
Contuve la carcajada que amenazó con escapar de mis labios.
Me gustan las que piensan un paso adelante.
—Correcto, detective —me paseé por el callejón con una calma provocadora, como si fuera dueño de la situación, que en cierta forma lo era—. ¿Qué sabemos de la víctima?
Kiera no ocultó su mueca de fastidio, lo que me dejó en claro que mi pregunta le molestó. Supuse que era del tipo de personas que detestaba repetir información innecesariamente, pero no me interesaba su respuesta, sino ver cómo reaccionaba.
Supuse que reprimiría cualquier respuesta mordaz, pero no esperé lo que ocurrió.
—Le gusta joder por puro gusto —murmuró en un susurro rápido.
Sus palabras fueron tan sutiles que, si no fuera porque mi audición era superior a la de los humanos, no la habría escuchado. Sin embargo, la maestría con que su semblante ni cambió cuando dijo aquellas palabras me dejó atónito.
—La víctima fue encontrada en este callejón el día 24 de octubre, alrededor de las 22:00 horas. Era un hombre de treinta y ocho años, estatura media, contextura delgada. Se llamaba Danny Porter —explicó.
Asentí, controlando la maquiavélica sonrisa que quiso emerger de mis labios, porque ya tenía clara una cosa: Kiera Hart era una mujer osada.
—Llevaba una vida modesta. Soltero, sin hijos y alejado de su familia, sin conexiones relevantes en la ciudad. Sin embargo, estaba pasando por dificultades financieras y eso podría haber afectado su salud emocional tras quedarse sin trabajo.
Hice un gesto con la cabeza para que continuara.
—Eso se infiere —añadió— porque reactivó su problema con el alcohol, algo que había superado hacía un año según el informe médico.
El otro detective, Dante, se cruzó de brazos y apretó los puños con una mezcla de rabia y compasión.
Ah, un humano con moral. Qué conmovedor.
—En cuanto a la causa de muerte —prosiguió Kiera—, la autopsia indicó que fue degollado, aunque no se encontraron signos de lucha.
Sí, la muerte había sido obra de una precisión casi inhumana.
—Todo sugiere que fue premeditado. Preciso —agregó—. O el asesino conocía sus movimientos... o es peligrosamente hábil.
Me crucé de brazos y clavé mis orbes en ella, detenidamente.
—¿Y usted, detective Hart...?
Kiera me sostuvo la mirada con una expresión desafiante.
Bien. Muerde el anzuelo, preciosa.
—¿Qué opina sobre el contexto de la víctima y su muerte?
Dejé que mi tono sonara monótono, como si fuera solo una formalidad lo que estábamos hablando, pero no aparté los ojos de los suyos.
No me decepcionó. Ella no se inmutó ni desvió la mirada.
—Creo que Danny Porter estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado —respondió sin dudar.
Mis cejas se alzaron, interesado.
—No tuvo ni la oportunidad para defenderse. Su recaída en el alcohol podría haberlo dejado vulnerable, pero...
Se detuvo, y pude ver el debate en su mirada.
Dilo. Vamos. Escupe lo que estás pensando.
—¿Pero? —murmuré, esbozando una sonrisa e incitándola.
—No creo que su situación personal haya sido el motivo de su muerte —su voz estaba cargada en convicción—. No encontramos que tuviera vínculos con el crimen organizado ni con personas peligrosas. Sin embargo algo no encaja. La precisión del asesinato, la falta de huellas... y sobre todo, el color de su sangre.
Ah, ya casi llegas.
—Está claro que aquí hay algo más —añadió, y me mantuvo la mirada en todo momento, desafiándome a llevarle la contraria.
—¿Qué está sugiriendo, detective? —pregunté, fingiendo no entenderla.
Ella intercambió una breve mirada con Dante, luego volvió a enfocarse en mí. Yo ya sabía la verdad, pero quería oír lo que había deducido de sus propios labios.
Kiera chasqueó la lengua.
—La razón por la que lo mataron no tuvo que ver con él como persona, sino con lo que era... o, más precisamente, con lo que estaba dentro de él. Porter estaba poseído por un demonio —afirmó con seguridad—. Y esa podría ser la verdadera razón por la que fue asesinado de forma tan precisa.
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Editado: 27.11.2025