CriÓnica

9- Primera misión de rescate.

Al día siguiente, Matías se levanta muy temprano y prepara sus cosas para salir.

Jorge se despierta y le pregunta:

—¿A dónde vas?

—Hoy es el día, papá. Anna me va a llevar al bunker para ver si podemos localizar el de Lucía.

Jorge no puede evitar preocuparse un poco por la situación

—Sé que no voy a poder detenerte. Sólo te pido que tengas mucho cuidado. Hay una guerra ahí afuera y el mundo ya no es el que conocíamos.

Se para junto a Matías y lo abraza.

—No quiero perderte, sos lo único que me queda.

—No te preocupes papá. Voy a estar bien.

El sale y espera en una de las mesas del patio tomando mate.

Anna es la primera en llegar.

—Hola, —le dice— te levantaste temprano.

—Buen día, sí, creo que estoy un poco ansioso —contesta Matías mientras traga un sorbo.

—¿Y eso?

—Es mate ¿Querés uno?

—No. Realmente me encantaría porque siempre me intrigó ese ritual, pero no puedo tomar.

—Entiendo. Los compadezco. No sabés lo que se pierden...

Los demás guerreros llegan y preparan todo en los flyers.

Anna le pregunta.

—Bueno, ¿estás listo?

—Sí, ¿puedo llevar algo?

Ella frunce las cejas extrañada, pero accede a su petición.

—Claro.

Matías trae uno de los propulsores del vehículo en el que estaba trabajando y lo coloca frente al vehículo de Anna.

—¿Y eso? —pregunta ella.

—Es un invento. Nos puede servir. Confiá en mí.

Anna sonríe y les hace un gesto a los demás para partir.

Al salir del refugio, Matías debe ponerse una máscara que lo ayuda a respirar en el exterior. Ve que algunos la usan y otros no. Intrigado le pregunta a Anna:

—¿Por qué algunos no usan la máscara?

—Algunos no necesitamos respirar.

Entonces Matías entiende que no todos son humanos.

El viaje se desarrolla con normalidad. Viajan todo el día y al caer la noche, se detienen y arman un campamento.

Anna se queda en la misma tienda que Matías. Mientras él se recuesta, ella se le sienta al lado y le pregunta:

—¿A quién querés rescatar? ¿Me lo vas a decir?

Matías saca su celular del bolsillo y le muestra la foto en la que está él y Lucía.

—A ella. Tengo la esperanza de que todavía esté hibernando.

—Es muy linda. ¿Es tu novia?

Él se pone un poco incómodo.

—No. Es mi amiga.

—¿Y si no está?

—Al menos voy a tener la certeza. No puedo quedarme con la duda —hace una pausa y continúa— éramos muy buenos amigos desde la infancia.

—¿Cómo se llama?

—Lucía.

Ella te regaló ese amuleto, ¿verdad?

—Sí. Es lo único que tengo de ella.

—¿Y ese otro que tenés ahí?

Anna le señala una chapita de las de latas de gaseosa que Matías también llevaba colgando. Ella nunca había visto una.

—¿Esto? A, no esto es una chapita nomás que junté porque me pareció rara porque es roja. ¿Te gusta?

—Sí. Está bonita.

Matías se la saca del cuello y se la pone a ella.

—Te la regalo para que me recuerdes siempre.

Anna sonríe.

—¿Para mí? Gracias. Siempre te voy a recordar: grabo cada segundo de mi vida.

Anna juega con la chapita y no deja de sonreír.

Matías sigue un poco preocupado.

Ella lo nota y trata de calmarlo.

—No te preocupes. Seguramente la vamos a encontrar. Tratá de descansar.

—Espero que sí.

Anna apaga la luz. Matías intenta dormirse y ella se queda sentada a su lado observándolo. Le corre suavemente el pelo de la cara como una caricia.

Matías la ve entre dormido.

Al día siguiente, él se despierta y cree recordar haber tenido un sueño. No era su mismo sueño recurrente. Anna estaba en él pero Matías se sentía diferente con ella. No era la misma sensación angustiante de sus sueños anteriores. Él lo nota porque se sintió más calmado y relajado al despertar. Trata de no darle mucha importancia y sale de la tienda. Afuera hay bastante viento, levantan el campamento y se preparan para salir.

Anna habla con Julián y señala en el mapa.

Matías se acerca a ellos. Ella le muestra su ubicación.

—Mirá, Mati, nosotros estamos acá y acá está el búnker. Calculamos que en 2 horas estamos ahí.

—Okey. Vamos.

Salen y sus vehículos levantan bastante polvo que es arrastrado por el viento generando una nube.

Anna sabe que eso es arriesgado.

—Esto es peligroso. Podrían detectarnos desde los satélites. Debemos apurarnos.

Dos horas después llegan al búnker. Matías se apura a colocar el componente que se había averiado.

Anna mira para todos lados. Los demás también están alertas.

—Mati, tenemos que apurarnos.

—Si, ya está.

Entran al búnker y Matías le habla a la IA.

—¿Mary? —pregunta Matías.

—¿Si, Mati?

Él respira aliviado.

—Gracias a Dios. Mary encendé todos los sistemas.

—Sistemas en funcionamiento.

Las luces y las pantallas comienzan a encenderse.

—Okey, Mary, mostrame los mapas de las ubicaciones de los demás búnkers.

—Para esa acción necesito la clave de acceso.

Matías piensa por unos segundos tratando de adivinar cuál podría ser la clave de su mamá.

—¡Ya sé! —exclama.

Y escribe con el teclado: "16 de septiembre de 1976".

Anna mira intrigada.

—¿Y esa fecha?

—Mi vieja la usaba en casi todas sus contraseñas. Es una fecha histórica. La noche de los lápices. Es una historia de lucha por los derechos estudiantiles en nuestro país. Ella era algo activista y un tanto rebelde en su adolescencia... (sonríe).

—No me sorprende.

La IA responde:

—Acceso concedido.

En las pantallas pueden verse cientos de bunkers en todo el mundo. Anna que está mirando extrañada pregunta:

—Pero ¿de cuándo son esos mapas? La tierra ya no es así.




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