Una vida perfecta

Ciudad Star. 15 horas antes de la hora 0.

Varias horas antes del evento, la residencia se encontraba ya preparada para recibir a los muchos invitados que no tardarían en empezar a llegar. En su mayoría jóvenes, pero en general, gente muy importante de Ciudad Star, iba a reunirse en la mansión Queen para acompañar a la celebración de Mía Queen, quien estaba recién graduada y con mucha felicidad y emoción dentro de sí.

La Queen había tenido un día de maravilla, un día dentro de la vida perfecta que una adolescente millonaria podría tener. Despertó al lado de su novio en su confortable apartamento, el cual la recibió con un beso y un desayuno en la cama de buenos días, haciendo que el día de la rubia empiece con el pie derecho.

—Buenos días, mi recién graduada novia.— Saludó JJ en el típico tono de novio enamorado, cayendo en lo cursi.

—JJ Diggle, no era necesario tanto...

—No sigas hablando. Claro que lo es, Mía. Estoy muy orgulloso de ti y de las cosas que vamos a lograr juntos.

Mía miró a su pareja con unos ojos de sincero amor, y dejó en sus labios un beso que fue cortado por una sonrisa. Ambos no podían estar más felices, nada podía arruinar su felicidad en esos momentos.

—Espero que hayas disfrutado el desayuno Mía. Ahora, hay algo que quiero decir.

—Solo dilo, mi amor, no me asustes.— Mía respondió sin esperar lo que vendría.

Sin poder pronunciar palabra alguna, JJ solo atinó a arrodillarse y sacar el anillo que tenía en el bolsillo de su camisa, para ponerlo frente a su pareja con una gran sonrisa.

Mía llevó las manos a su rostro cubriendo su boca, una reacción completamente comprensible, mientras sus ojos se humedecían y sentía su corazón lleno de emoción con cada palpitar. Miró a JJ y solo asintió con la cabeza, antes de dejarse caer en él con un gran abrazo. Ambos no podían ser más dichosos.

Los enamorados pasaron juntos todo el día hasta llegar la tarde, cuando JJ tuvo que partir debido a un percance del trabajo. Mía aprovecho para marcarle a Zoe, su mejor amiga de toda la vida y poder transmitirle toda su emoción a través del teléfono.

—¿Puedes creer que Mía Queen va a casarse? ¿Quién lo diría? Nunca lo pensé, pero es realmente el amor de mi vida.

—¿Quien eres y que hiciste con mi mejor amiga?— Respondió Zoe con admiración pero mucha felicidad por ella.

Ambas pasaron horas hablando, Mía con un corazón ilusionado que se hacía notar cada vez que hablaba de él. Sin duda estaba enamorada, pero por alguna razón desde hace unos días atrás, ella se sentía vacía, sentía que una parte de su vida no estaba, pero decidió ignorarlo por el momento.

Su fiesta de graduación había desaparecido de su mente por completo, al darse cuenta de que le quedaba poco tiempo, abrió los ojos como platos y cortó la llamada para ir a alistarse con mucha prisa.

—Tarde a mi propia fiesta, maldición.

En la mansión Queen, algunas personas empezaron a hacerse presentes y no tardaron en echar de menos a la razón de su vista. No solo eran amigos suyos, sino que también las personas más importantes en la ciudad, a los que les interesaba conocer a la heredera de la familia Queen que era muy importante para la ciudad, no solo por su gran empresa, sino por lo controversial que fue su padre.

Oliver Queen había sido un icono para ciudad Star. Sus grandes conocidos se veían afortunados de conocer por primera vez a su hija en una reunión formal. Había algunos reporteros en el lugar, los cuales ya estaban detrás de William, el hijo mayor de Queen y CEO de Queen Consolidated.

—¡James Harper! Es un gran gusto verte, primo.— William se había acercado a saludar a su primo en un intento de evadir a la prensa.

—¿Como estás William?— Respondió James con copa en mano y junto a algunos conocidos.

Al cabo de unos minutos el lugar ya estaba repleto de gente los cuales solo se hacían una gran pregunta.

—¿Y donde rayos está esa tal Mía?

—Liam, no tienes que ser tan grosero.

—Tampoco teníamos que haber venido a ver todo este circo ¿Que hacen tantas cámaras aquí?

—Te lo diría si supiera, al parecer esta chica es importante. Debemos estar aquí...

—Por papá y mamá, lo entiendo, Alianne. Espero que esa niña rica no se tarde mucho, este traje es muy incómodo.

—Deja de ser tan problemático y quédate tranquilo por unos minutos, no quiero pelear contigo aquí. Debo ir con Mark, permiso.

Los jóvenes Danvers no eran los más felices en aquella reunión, en especial uno de ellos. Liam se quedó con los brazos cruzados en su lugar sintiéndose miserable mientras su hermana regresaba con su cita de esa noche.

William se fijó en los Danvers mientras hablaba con James, los miraba con cierta duda ya que no los ubicaba de ninguna parte. Se detuvo por un momento a ver a Liam, pero su mayor preocupación era su hermana, Mía, que no había llegado aún.

—Mi hermano es todo un caso, pero ya estoy aquí. Y a ti se te movió la corbata, Mark.

—Supongo que soy muy despistado.

—Tranquilo, no te muevas. Oye, ese collar es muy bonito ¿Es de tu madre o algo así?

—Yo... me gustan los collares.

Alianne acomodó a su acompañante mientras veía sus ojos y sonrió de manera involuntaria. Mark lo hizo de igual forma y a mitad de la acción volteó la mirada hacia lo alto de las escaleras del lugar.

—¿Qué pasa?— Dijo Alianne antes de voltear y fijarse que la susodicha había llegada por fin.

Sin haberla visto antes, ella supo de inmediato que se trataba de Mía, por alguna razón extraña lo presentía. Esto pasó de igual forma con su hermano, que aparte de eso empezó a ver imágenes extrañas en su mente y tener una extraña sensación de vacío en el momento que vio a la Queen.

William ya había caminado hasta las escaleras a recibir a su hermana, y todas las cámaras y miradas de los invitados apuntaron hacia ella. Mía no era alguien que suele sonreír a menudo, pero trato de hacer lo posible para quedar bien en ese momento, en el cual estaba siendo el centro de atención. Aunque no era la mas contenta al ver todas esas cámaras y formalidades, por lo que no pudo evitar volver a su actitud algo despreocupada después de unos segundos. Lo único que quería era ver nuevamente a su novio, y buscó con la mirada entre la multitud, pero no lo encontró, por lo cual su rostro se vio convertido en una expresión de preocupación y extrañeza.