4
Azarías gritó mi nombre alarmado.
Sentí un metal frío contra mi sien y una mano que clavaba sus uñas en mi brazo izquierdo.
Miré a nuestro alrededor, nos habían acorralado cuatro vehículos.
—¡Ya déjala en paz! —gritó Aza e intentó acercarse a mí.
En consecuencia, el arma en mi sien fue clavada con más fuerza.
—Quieto, muchacho —advirtió el hombre detrás de mí.
Yo no sabía cómo reaccionar. Si querían secuestrarme, realmente tenían gran afán en ello. Pero eran demasiadas ganas de hacerlo. ¿Por qué?
—¡Pero qué conmovedor! —un hombre bajó de una limosina posicionada a nuestro lado izquierdo seguido de unos veinte más, todos portaban armas y nos rodeaban.
El hombre era moreno, vestía un traje blanco, sus zapatos eran blancos y sus dientes resaltaban a la perfección.
Caminó con elegancia hasta colocarse casi en medio de nosotros.
Miré a Aza, me sentía angustiada. Él veía al hombre como si fuese a matarle.
—Siempre es un placer verte, Azarías —dijo con una gran sonrisa—, siempre en el lugar en el que quiero que estés —me miró y se acercó un poco—, y a ti, querida Isobell, siempre tan hermosa —acarició mi rostro.
¿Cómo sabía nuestros nombres? ¿Qué estaba sucediendo?
—¡Ya déjala en paz, Cóndor! —espetó — ¡Ella ya no tiene nada que ver en esto!
Estaba confundida y abrumada.
—¿De qué hablas, querido Aza? —caminó el tal Cóndor — Ella tiene que ver en esto siempre que te siga importando tanto como lo hace.
Azarías me miró. Su mirada me reflejaba urgencia, era como si estuviese disculpándose conmigo.
—Ella no me importa más —dijo seguro, mi corazón se quebró —, no me importa de la misma forma en que lo hacía antes, yo ya no siento lo mismo hacia ella, se acabó entre nosotros. No te serviría matarla porque no causaría en mí el efecto que quieres.
Cóndor rio. Realmente carcajeó. Incluso secó lágrimas de su rostro.
Miré a Cóndor, confundida, quería gritar, quería preguntar qué rayos estaba sucediendo, pero mi boca parecía estar sellada y las lágrimas caían en mi rostro por toda la frustración.
—Azarías, querido amigo —se acercó a él —, ¿me crees idiota? Creo que no se necesita ser un genio para calcular lo que sientes por ella en medida de cómo la rescataste, en medida de cómo la volviste a meter en esto en primer lugar —le dio la espalda y quedó frente a mí—. Yo te había dejado de lado, Isobell, realmente había decidido dejarte en paz, pero no te descarté, sabía que si él volvía por ti entonces te quería más de lo que aparentaba ser —hablaba eufórico —, y ¿a qué no sabes que sucedió? —preguntó y lo señaló — ¡Volvió por ti! — me señaló con ambas manos.
—Solo dos meses soportaste sin verla —se dirigió a él, su sonrisa le hacía parecer el gato de Cheshire —, dos meses fueron suficientes y ya estabas viniendo aquí mínimo una vez a la semana solo para verla así fuese a cincuenta metros de distancia, arriesgándolo todo.
La mirada de Azarías se encontró con la mía, a pesar de los metros y de la oscuridad, podía ver sus ojos cristalizarse. Yo sí estaba llorando, me sentía impotente, incapaz de entender nada. Sin embargo, en ese momento comprendí el motivo de mis presentimientos, era Azarías, él realmente estuvo cerca todo ese tiempo, mirándome.
Era extraño para mí entonces, una parte lo consideraba romántico, pensaba en lo bien que se sentía que me extrañara tanto como para mantenerse cerca, pero la otra parte de mí y que predominaba estaba terriblemente enojada. ¿Por qué me observaría? ¿Por qué no acercarse? ¿Quién se creía? ¿Joe Goldberg?
No tenía sentido, ¿debía creer que Azarías de verdad haría eso?
—¿Qué rayos es lo que está sucediendo? —logré sacar mi voz — ¿De verdad me seguiste? ¿Por qué? ¡Nada de esto tiene sentido para mí! ¡No nos conocemos! ¡Yo no lo conozco tanto, solo nos veíamos y coincidíamos, nada más! —hubo un corto silencio— ¿Qué está pasando aquí, Azarías?
Él apretó sus labios y luego abrió su boca para hablar, sin embargo, nada salió de ellos.
—¡No puede ser! —Cóndor llevó las manos hasta su rostro — ¡No creí que fuese cierto! —soló una carcajada— ¡Realmente perdiste la memoria! – abrió sus brazos emocionado— ¡Esto es mejor de lo que planeé!
—¿De qué está hablando, Azarías?
—Lo siento tanto, Isobell —su voz se quebró, intentó caminar hasta mí, pero el arma volvió a clavarse en mi sien.
—Ahora, sí vas a sufrir, Azarías —Cóndor colocó una mano en su hombro—. Esa chica de allí, tan hermosa, tan capaz de hacerte perder la cabeza, de acelerar ese corazoncito con solo una mirada —palmeó su corazón—, la única chica capaz de enamorarte como nadie nunca lo ha hecho, sin decir una sola palabra, sin intentarlo siquiera —por alguna razón, esas palabras me sonaban terriblemente familiares.
La mirada de Azarías no se despegaba en ningún momento de la mía. No sabía cómo mirarle o qué sentir. Estaba enojada, abrumada, decepcionada y aterrada.