5
Mi cabeza zumbaba, mi pierna dolía junto a todo mi cuerpo.
Me quejé un poco mientras intentaba sentarme.
—Pero miren quién despertó— una voz gruesa invadió mi cabeza—, justo a tiempo, Isobell, ya casi llegamos.
Todo se hizo más claro ante mí. Nos habían atrapado y ahora, me habían secuestrado.
Miré mi pierna y estaba vendada, miré a mi alrededor, estaba en una limosina y en el asiento frente a mí se encontraba...
—Cóndor — escapó de mis labios.
—¿Aprendes muy rápido o lo recuerdas? — preguntó calmado para luego meter un osito de goma a su boca.
Aquello solo lo hizo ver más escalofriante.
—¿Qué está sucediendo? —esquivé su pregunta, tuve que llevar una mano a mi cabeza por el repentino dolor.
—Isobell, querida, ¿quieres una?
Mi indignación hizo mi rostro fruncirse.
—Está bien, está bien —se encogió de hombros —, no es difícil de entender, ¿no crees? Está muy claro, Azarías está irremediablemente enamorado de ti y yo quiero verlo sufrir, por tal motivo, voy a torturarte antes de matarte.
Mi respiración faltó.
—Eso no tiene sentido —espeté—. Sólo nos veíamos en los pasillos, no era como si nos llegásemos a conocer si quiera.
Él suspiró.
—No te preocupes —dijo ahora muy serio —, voy a ayudarte a recordar y quizás dejes de quererlo como lo hacías.
Seguido a ello, el auto se detuvo.
Alguien abrió la puerta, Cóndor bajó y tomó mi brazo con fuerza para sacarme después.
Fue tan brusco que mi pierna golpeó el suelo haciendo que me marease.
—Llévala a la habitación —ordenó Cóndor a alguien más —, estaré allí en un momento.
Luego de las instrucciones, me lanzó al suelo produciendo que mi rostro golpease los pies de la persona a quien le hablaba.
Un instante después, me alzaron bruscamente. Pude ver el rostro de mi nuevo opresor. Era el chico rubio.
Azarías había realmente distorsionado su rostro, varios moretones, cejas rotas, nariz desviada y labio partido.
—Hola de nuevo, hermosa —sonrió de medio lado.
Quise escupir su rostro, pero inmediatamente me colocó a su lado.
—Casi escapan por tu debilidad, John —Cóndor se veía siniestro —, no estás realmente preparado para este trabajo, ¿no crees? —caminó hacia atrás llevando una mano a su cadera.
John se quedó estático, algo en su rostro cambio.
—Veo que no, señor —respondió firme.
—Camina — ordenó Cóndor para luego sonreír.
Asintió y se giró empezando a caminar hacia lo que parecía ser una gran mansión.
Varios pasos más adelante, el tiempo se detuvo.
Un estruendo invadió mis oídos y el cuerpo de John cayó a mi lado.
Estaba impactada, mis ojos querían mirar a otro lado, pero me era imposible.
Había un agujero en su cabeza y sangre salía desenfrenada de la cavidad, Cóndor lo había asesinado. Grité y lloré con fuerza, aquello era demasiado para mí.
—He decidido llevarte yo mismo —anunció tomando mi brazo—, él era demasiado estúpido como para seguir trabajando conmigo, no puedo permitir eslabones que Azarías sea capaz de derribar.
Parecía querer justificarse, yo solo estaba al borde de los nervios.
—Vamos, Isobell.
Grité cuando comenzó a caminar arrastrándome a su lado, no me ayudó a colocarme de pie, por lo que mi pierna herida hacía fricción con el suelo. Cóndor solo reía.
Mi mente se nubló por instantes, no fui consciente de los pasillos por los que me llevó o las escaleras que me hizo subir, yo estaba muy concentrada en el dolor que sentía en mi pierna por el hecho de que me llevaba a rastras y muy impactada por la manera en la que había asesinado a John.
—Esta será tu nueva habitación — anunció tomando mi cabello y halándolo con fuerza –, aquí vas a pudrirte hasta que yo lo decida.
Las paredes eran grises, el suelo era de madera oscura y los únicos muebles que ocupaban la habitación era, una cama que parecía estar a punto de romperse y una silla vieja.
Me empujó hacia adelante, tuve que esforzarme por no caer, pero al final mi pierna derecha, donde me habían disparado, no tuvo la suficiente fuerza.
—Trae a Sasha —indicó —, dile que traiga la caja con él.
Me senté en el suelo consciente de las vueltas que daba mi cabeza.
—Sasha es un psicólogo —informó agachándose frente a mí—, va a hacerte recordar.
—¿A ti que te importa lo que yo recuerde?
Él rio.
—Siempre intentando ser osada, Isobell —deslizó una mano por mi pierna derecha —, estás ahora bajo mi dominio, no intentes retarme porque la única que perderá serás tú.