Cristales

Cristales

El viento arrullaba las hojas de los árboles haciéndolas cantar, un resplandor en el suelo provocado por el reflejo de la luz en cristales desparramados por doquier, el frío azotaba mi cuerpo con violencia mientras me aferraba al simple abrigo que llevaba encima, una completa calma mantenía al bosque con un agradable sonido: pero súbitamente todo se quedó en un mutismo absoluto, el silencio era total, ya no había viento ni nada en general.

El único sonido que se podía oír eran los latidos de mí corazón haciendo eco en todo el boscaje con un ritmo lánguido y ambiguo, el aire que ingresaba a mis pulmones desgarraba mi tráquea era como si pequeños cristales se me incrustaran muy en lo profundo y con cada inspiración entraran más hondo, el ambiente se tornó oscuro y mucho más frió que antes mientras un manto de color carmesí cubría el cielo como si de una fina tela de seda roja se tratase, el aire comenzaba a faltarme, y con cada esfuerzo que hacia el número de cristales iba en aumento cada vez más atroces y cortantes, respirar era un tormento, pero era uno que estaba dispuesta a pasar con tal de ir junto a mi amado. El vacío en mi pecho crecía a pasos agigantados, sabia como aquel ser comenzaba a acercarse, solo sería cuestión de tiempo para que este a lado de mi amado esposo, pero la tortura no paraba, solo aumentaba.

El frío me calaba los huesos al punto en el cual comenzaba a tiritar, se me hizo difícil poder enfocar mí vista en un lugar fijo, el oxígeno menguaba y los cristales aumentaban, estos últimos llegaban a lo más profundo de mí ser. El cuerpo me pesaba y tuve que recargar mi peso en un tronco cercano, el intento de tomar aire me estaba matando lentamente y el doloroso frió me congelaba el cuerpo.

El viento azoto todo a su paso de forma voraz, intensificando el gélido clima, aves salieron despavoridas de entre los árboles soltando graznidos, ramas en el piso crujían sin cesar y el miedo invadió por completo mi cuerpo, los recuerdos me inundaban como si hubiesen ocurrido ayer, los recuerdos me atormentaban de sobre manera; los gritos de terror, el incesante golpeteo, el llantos y las risas de aquel ente me perseguirían por siempre.

El suelo temblaba y parecía que en cualquier momento podría llegar a abrirse, el esfuerzo de retener mi cuerpo en pie menguo y caí al piso, la vista aún más borrosa que antes no me dejaba analizar la situación, pasos a lo lejos me pusieron alerta, pequeñas risas hacían eco por todo el bosque y mi ritmo cardíaco se disparó, los cristales no solo perforaban mis pulmones, terminaron adentrándose más adentro desgarrándome los demás órganos, sin poder resistir más tosí, un charco carmesí se extendió por la tierra y fue tragada por ella de a poco, los pasos se escuchaban cada vez con mayor potencia, las risas hacían eco y en cierto momento los pasos pararon, las risas dejaron de escucharse. Un suspiro de alivio escapo de mis labios, los cristales desaparecieron de la nada y el oscuro y gélido ambiente se aminoro.

Todos los días, a la misma hora, en el mismo sitio, sin falta se repite. Es la condena por mi cobardía, la condena por haber dejado morir a mi esposo, una condena que estaré obligada a vivir todos los días de mi vida, hasta que llegue el tan ansiado día de mi muerte y pueda reunirme con mi amado, mientras tanto tendré que pagar y ganarme un lugar en el cielo con mi sufrimiento.

Jamás pude llegar a imaginar que este sería el comienzo de mi verdadera tortura, al levantar mi vista, logre divisar a aquel hombre que tanto ame, llevaba una túnica negra que lo cubría en su totalidad, una sonrisa en el rostro. La sangre se me heló y en mi cara apareció el desconcierto. Solo alcance a ver como movía los labios formulando un "Adiós", la tierra tembló de forma violenta, nuevamente aquel mando carmesí cubrió el cielo, el viento arrastraba gritos de agonía y sufrimiento, debajo mío un resplandor rojizo surgió, volví a mirar a mi esposo, mantenía una cínica sonrisa, el resplandor aumento convirtiéndose en uno cegador, y de la nada la tierra abrió sus fauces, con horror me arrastraba para acercarme a mi amor, la desesperación me estaba consumiendo, la tierra cada vez se abría más y más, no tenía escapatoria, estaba cerca de mi esposo, le estire mi mano para que me ayudase, pero me observo como quien observa la escoria, un dolor intenso en el pecho de obligo a detenerme, los cristales me estaban desgarrando el torso esparciendo mi sangre por todo lado, el abismo cada vez más cerca mío y yo sin lograr moverme, gritos de ultratumba y lastimeros lamentos llenaron mis oídos, tortura eterna era lo que me esperaba allí dentro, sin pensarlo mucho grite, implore por perdón, oré a dios por ayuda, más de nada sirvió, almas torturadas emergían de las fauces de la tierra, me arrastraba con desesperación, grite con todas mis fuerzas por auxilio, estando a lado de mi marido le sostuve por el pie y le grite que me ayudase.

–¡Oh!, pobre María, caída en desgracia por su inutilidad, estando al borde de la muerte llega su arrepentimiento, no te preocupes María, querida, anhelabas volver a mi lado y ahora volverás a mi lado, porque aquellos que pecaron una vez no tienen salvación ni perdón allá arriba– él se estaba burlando de mi sufrimiento.

–¡¿Qué te he hecho yo?!– le pregunte desesperada –siempre te amé como jamás llegue a amar a alguien.

–María, María, no te mientas a ti misma, tu mejor que nadie sabes lo que hiciste, ¿creíste que jamás me enteraría de ello?

–No te miento en lo absoluto amor mío.

–¿Tú crees que yo soy idiota cierto?, se exactamente que mataste a mi hijo cuando solo tenia unas semanas de nacido, solo porque no querías llevar a esa "carga" contigo, pero luego te arrepentiste y trataste de traerlo a la vida usando la mía como un intercambio– abrí los ojos desmesuradamente, él sabía lo que le hice hace ya tanto tiempo –pero, dime algo cariño, ¿te funciono acaso lo que hiciste?, yo no veo a mi hijo contigo ahora mismo, veo que solamente termine siendo un sacrificio que no tuvo fin alguno.



#1918 en Terror

En el texto hay: cienciaficcion, castigo, terror

Editado: 03.03.2020

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