100
No habrá
No habrá que cantar más,
tal vez, quizá, se deba llorar;
los poetas mueren con cada oración
con cada canción
que no se debe continuar.
Tal vez, quizá, se deba añorar,
leer entre líneas y buscar las neblinas;
¿no es esto algo que deba extrañar?
Bailaremos entre francas desdichas.
Y ya no hay que cantar,
callemos pues,
hoy habrá que llorar
derramando los ayeres
hasta el amanecer.
101
Sin nombre.
Me arden los ojos de tanto llorar,
me arde la piel,
y mis labios empiezan a derramar
el líquido muerto de los sentimientos de ayer…
Me arde mi ser y mi alma en verdad.
Tan triste el osario que soy, no reposa;
ni la muerte quita este dolor que me agobia;
y me arde la piel, mi ser y mi alma…
Me arde el corazón que se quema y se inflama.
¡Y duele! ¡Cómo duele!
Los huesos se rompen y se estrella mi anhelo,
el corazón rehúye, maldice al infierno,
o al cielo…
O a quien sea que le hunde en este abismo postrero.
Me arde la piel…
Y los ojos,
y el alma…
102
La luna de esta noche es roja,
como la de la noche que te vi por vez última,
como un rubí en la oscuridad,
como la que vendrá cuando me vaya.
Es roja, como mi ser despedazado,
como la que saldrá cuando regreses;
como la noche en que nos amamos,
como mi viejo violín roto y cansado.
La luna de esta noche es roja, como mi alma,
como mis oraciones y anhelos descorazonados,
como mis labios áridos en busca de los tuyos;
es roja, como mis sentimientos olvidados.
103
Ecos de lunas que llueven,
estruendos silenciosos,
humo… centelleo de amores presurosos…
Casas tan tristes… Y alegres,
envinadas en su propio universo;
tan solitarias
que desde el suelo llueve…
Llueve en un atardecer eterno,
entre seres sin alas
que en silencio
mueren, se desvanecen…
¡Tan frágiles y solos!
Tan internos y fantasmas…
¡Y duele!
¡Cómo duele ver el atardecer al alba!
¡Cómo duele arañar y arrancar,
de esos seres, pedazos del alma!
Y es que en esta soledad inefable
de esta ciudad tan amada y detestable
¡La culpa carcome mis huesos
y a mi rota alma humana!
104
Fantasma
Un triste susurro observa mi voz,
trayendo a la lluvia salada y marchita,
devorando el fuego que ahora se apaga
ante el llano que consume mi anhelo.
¿Quién eres? ¿Vuestro nombre conozco?
Tus pálidos huesos crujen en mi seno,
se queman y gritan tu historia en el suelo,
piedad le suplican al dios del infierno.
Las llamas devoran ansiosas los restos
de una maldita carroña viviente;
un grito y lamento fuimos, y seremos.
En el tiempo una mancha grisácea y pequeña.
Un fantasma somos, navegando entre sueños,
pesadillas pudientes de dolor y quebranto,
la sangre seca es nuestro alimento,
el dolor se escupe desde nuestros labios.
Volamos en el oscuro dolor del silencio,
despacio danzamos, gritamos, lloramos…
Todo nuestro fin es ridículo y vano,
volvemos inertes a la miseria mundana…
Los ojos nos ven, nos ignoran, y lloran,
y observo a quien grita mi ausencia y me añora…
¿Por qué de los mares, he cruzado el maldito?
Tocadme de nuevo, besadme…
¡Amadme!
¡¿Una sombra?! ¡¿Un fantasma?!
¡¿Un pedazo de nada soy yo?!
¡¿Por qué mi silencio no toca tu rostro bendito?!
¡Te deseo! ¡Existo!
Observa mis labios tocar a los tuyos…
¡Siente mi deseo por tu carne amada!
105
La vida
La vida es abismo
que emana del cielo;
es llanto y martirio,
es risas y amor…
La vida es consuelo
en seres rapaces
y amor encontrado
en odios fugaces.
La vida, es cierto, un camino oxidado;
es polvo de brujas y caricias de amantes…
Es droga y pasión, un cáncer ignorado;
la vida es sucesión de sueños delirantes…
Es humo y espejos que mancillan los ojos,
trastocan el alma pura y bendita;
la vida es el otro, y el yo, y el nosotros…
La vida son flores que a la hora marchitan.
Y sin embargo, ¡Yo la deseo!
Anhelo los besos venenosos del cielo;
¡la dicha! ¡El abismo! ¡Yo todo lo quiero!
Tan maldito y amoroso, tan breve y tan fiero
es este martirio que yo bien poseo
¿Y qué es la vida, si no mis deseos?
¡Tan bello el delirio que anhelo sufrir!