Cristales del alma y un tragaluz

Parte siete

131

Huyamos de esta realidad tan cruenta, 

de estas sensaciones falsas y vanas; 

huyamos hacia la eternidad vetada 

con aires de amor y sonrisas aladas. 

 

Escapemos de la vida ponzoñosa que se alza 

ante los ojos temerosos del amor; 

persigamos a la locura,  

a la pasión, 

atrapémoslas en besos de color 

rojizo y profundo,  

y en esperanzas a ciegas.  

 

¡Huyamos por ahora!  

Que mañana lloraremos 

¡Huyamos!, nada ganas 

con quedarte sin tus sueños.  

¡Huyamos! Ya mañana 

llorarás la realidad. 

 

 

132

Tú sabes lo que es este dolor agobiante, 

tú también lloras, y sufres,  

y ganas dolor y melancolía delirante. 

 

Tú también sabes lo que es este inmenso vacío, 

también has probado el sabor del martirio; 

también tú posees fracturas del alma, 

y sé que en las noches, derramas con calma 

lágrimas profundas de hondo quebranto.  

 

¡Y sé que gritas y mueres de ira!  

Que también has tocado a la desesperanza, 

que en silencio te comes el pan de desdicha, 

y que en tu vida no hay ni alegría ni bonanza.  

 

¡Y sé que has reído de amargura lastimera!  

Que el rictus de odio se plasma en tu boca, 

que también has injuriado a la vida postrera, 

que has maldecido al amor, y a la nada hoy evocas.  

 

¡Y sé que has vivido también entre rosas!  

Y has lastimado, y en llanto has dejado 

a seres que amaron,  

que tu alma adoraron 

¿Acaso ellos si merecían sufrir? 

¿Acaso ellos no merecían vivir 

la felicidad anhelada 

de tu sonrisa callada?  

 

Y hoy lloras y gritas,  

e injurias arrojas al cielo, 

y pides piedad, 

y un poco de consuelo.  

¿Olvidaste el dolor que causaste antaño? 

¿Olvidaste las sonrisas que tu alma tenía? 

¿Pretendiste olvidar  

el dolor y desdicha 

que tu alma evocaba? 

¿Olvidaste el rostro del alma lastimada 

a la que cruelmente el corazón arrancaste? 

 

Y hoy lloras, y gritas 

y al cielo tú culpas… 

¡Maldita desdicha que no te deja vivir! 

 

 

 

133

La poesía hoy se muere ante tu tacto, 

ante tus labios se subyuga  

¡Eres la muerte de mi alma! 

El huracán hambriento que revuelve mi vida… 

¡Eres, de mis horas, la agonía!  

 

 

134

De los ayeres que nadie quiere escuchar 

soy el ocaso, frío y violeta; 

contemplo con mis alas desgarradas hacia el mar, 

hacia las profundidades abismales de agua inquieta.  

 

De las lluvias que nunca han caído hacia el suelo, 

que resbalan lentamente entre caricias, 

soy el dios pagano, el consuelo 

de bellos placeres perfumados.  

 

Soy el sueño, el alma impía 

que se sume en ilusiones existentes; 

soy quien ríe y habla de ternuras 

y también quien por deseo palidece.  

 

Soy la vida vana, un alma oculta 

entre desfiles de fantasmas y suspiros; 

soy un ser nacido de la nada, 

soy un hombre hecho de delirios.  

 

 

135

Me pregunto muchas veces, ante la luna, 

cómo se encuentra tu ser en tal momento; 

y miro a las estrellas en busca de alguna 

señal que arrojen por piedad ante mi ser; 

sin embargo, espero en vano aquel encuentro, 

y mi corazón se arruga de amargura 

al no poder correr hacia tu aliento; 

¡y en el fondo, me siento perecer!  

 

Es un hoy de tristeza que corre por mis venas, 

de vacíos en el alma y amores vanos; 

es un hoy de alegrías perecederas, 

de esencias inocuas e indolentes 

que golpean a mis sentidos adormilados.  

 

Es un hoy de mañanas anochecidas, 

de flores que se abren envejecidas; 

es un hoy de caricias maldecidas 

y de hambre, por amor, en todo ser.  

 



#15765 en Otros
#4589 en Relatos cortos

En el texto hay: poesia, poesia versos, poesia triste

Editado: 22.05.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.