146
Nunca encontrarás en mi alegría
sólo falacias de paz hallarás;
nunca podrás ver, de mí, una sonrisa
verdadera, todas son por llorar.
Encontrarás a mi ser, arrastrando
curiosidades humanas y crueles;
aborrecerás lo que encuentras si miras
hacia el fondo de mis sueños y días,
y creerás que, mentiras no fueron,
aquellos cuentos del mísero infierno.
Somos dos, somos una, somos nada,
somos muerte, y obsesiones pesadas,
cadenas de piedra en la calma,
tormentas de fuego en la mar
y hoyos negros que absorben
el todo sin siquiera dudar.
Y aquí nadie está loco o cuerdo,
nadie llora y tampoco sonríe;
todos somos parte de este averno,
todos somos un monstruo irreal.
Todos somos el alma carnal
de este cruento y vil triste infierno.
147
Las flores dichosas sonríen
se alegran,
elevan su aroma,
me envuelven con ellas,
entonando el perfume de tu cálido abrazo,
y hoy, entre mares de belleza y encanto,
recuerdo tus besos, caricias del alma.
Tus ojos, cristales de bellos colores
escondidos tras ellos un alma anhelada;
te veo, te siento, tan lejos, ¡tan cerca!
Tu aliento, tu ser, tu alma, tu risa callada.
¡Tu odio y tu furia! ¡Tu ser inmortal!
Lo que puedes ser,
lo que eres, real…
la bella dulzura de palabras sinceras
y la risa estrepitosa de una locura,
eres todo eso, y ¡aún mucho más!…
148
Quisiera volar,
perderme entre horizontes cristalizados
con frágiles alas;
mi efimeridad olvidar entre soles engarzados
en coronas de viento y nubes,
plateadas y suaves,
blancas y puras como almas fugaces.
Quisiera olvidar,
perder mis memorias entre cofres prohibidos,
convertir mis pesares en oro maldito,
para luego enterrar
en una isla desierta
aquellos recuerdos que nadie debe encontrar.
Y quisiera borrarme eternamente,
desaparecer entre fuego apagado y ceniza,
ser yo, y no ser algo que viva y respire;
perderme entre el caos que se alza ante mí.
149
El humo esclarece mi caos cerebral,
escucho el incesante goteo de lluvia,
listones eléctricos hoy cruzan el cielo,
y callo ante el llanto de la noche espectral.
El mañana no existe, los árboles gritan;
el réquiem de vida y muerte contemplan,
los mares se mueren ante las hijas que pierden,
las flores se arrastran en el lodo y la pena.
Y mis uñas se entierran en el cerebro dormido,
y el humo intoxica pulmones resecos;
el opio subyuga los días en el lecho,
y mi alma se torna un ente podrido.
Y los lúgubres cielos entonan su canto,
la marcha de odio y desdicha, y lujuria;
y mi ser, en tormento, grita y se asfixia,
¡Sálvame! ¡sálvame! –se escucha entre el llanto.
150
Y te preguntas ¿qué soy yo?
Una maraña de miedos y odios,
muñeca rota olvidada en el desván
de fríos recuerdos y polvos añejos,
soy belleza y sonrisas que pronto se van.
Soy sueños quebrados;
cristales, en sangre, bañados;
cadáveres mancillados,
flores que se derraman en sudarios.
Soy un alma vieja y vagabunda
en un cuerpo pequeño y callado;
soy una máscara, un ser en penumbra,
un algo que se muere perdido y olvidado.