161
Todo es tan insulso,
tan descolorido
que al verlo
me lleno de hastío.
Sólo observo grises,
almas devoradoras de otras almas,
ni siquiera se pueden distinguir matices,
sólo se observan alas mutiladas.
¿Quién podrá volar
entre tanto ser detestable?
Hasta los ángeles se han puesto a llorar,
hasta ellos se mueren de hambre
en este mundo de incongruencias
y de almas inhumanas y cruentas.
Lo más triste de todo
es que ya no hay fuerza
ni para ponerse a llorar.
162
Zapatos nuevos para caminar por la vida,
hechos de clavos,
para acostumbrarse a la desdicha.
Zapatos para esclavos,
para caminar por la senda de la avaricia;
hechos de polvo y guijarros
para acostumbrarse a la desidia.
Zapatos que no servirán para caminar,
para volar, mucho menos;
sólo para llorar
y arrojar, por sus suelas, los anhelos.
Zapatos que algún día nos matarán,
que abrirán sus fauces
y a nuestros pies atraparán.
Zapatos que nos son dados,
hechos de impiedad a puñados,
creados para los pobres esclavos
que caminan, sin saber a dónde van.
Zapatos, con los que tristemente
y a duras penas, paso a paso,
no avanzamos.
163
Soy tan pobre
que ya no sueño, ni deliro;
sólo miro realidades sin sentido,
y me doy cuenta
que mi pobreza es el hastío.
Soy tan pobre
que el frío no congela mi cerebro,
si no que se ha congelado por sí mismo;
y voluntariamente me arrojo a Cerbero
como una carnada sin valor,
y lo hago, porque pobre soy,
tan pobre que mi pobreza es el martirio.
Soy miserable,
tanto que las noches adquieren un calor
característico y agobiante, insomne como yo;
y me consuelo
al darme cuenta de que la muerte puede llevarse al dolor.
Soy tan pobre y miserable
que por las noches, al cerrar la puerta,
tengo miedo de morir en soledad siniestra
y no apago luces, ni voz,
pues tengo miedo de saber a mi alma muerta.
164
He estado persiguiendo a la soledad de la alegría
acompañada por mis sueños fallecidos.
¡Lo triste, en mi ignorancia ya sabía
sobre los monstruos maldecidos
de aquel camino que, inocente, yo tomé!
¡Ay de mí! Alma lastimada que me observas,
como un trapo viejo me he roto;
soy la fragilidad de hierbas secas;
como el regazo de un loco
soy tan seca, tan obscena
ante los ojos de la vida
que yo misma me avergüenzo
ante mi propia inexistencia.
165
Nunca jures a alguien que no lo lastimarás.
¡No! ¡No lo hagas jamás!
Pues las cosas más hermosas
son las que lastiman mucho más.
Nunca susurres al corazón iluso
oraciones perecederas
de sentimientos obtusos…
¡No lo hagas jamás!
Pues son ellas, lastimeras
que creen en palabras ajenas
y lloran al verlas caer
derritiéndose como la cera…
¡No lo hagas, por piedad!