Cristales del alma y un tragaluz

Parte catorce

166 

Me gusta observar cómo las letras 

se derriten en el tiempo, 

muriendo lentamente, 

como una vela de cera; 

solitarias, olvidadas, 

calladas como el viento, 

apagándose ante la llegada 

de sus compañeras tras de ellas.  

 

Me gusta observar cómo, lentamente, 

mi corazón se apaga 

al ver a los otros cuando lloran. 

¿Por qué se derriten y se alejan para siempre? 

¿Por qué se está tan sola 

en esta irrealidad acompañada?  

 

 

 

167

¿Por qué cuando la gente llora 

no hay alma que corra 

inmediatamente a consolarles?  

Pues no sólo las lágrimas 

son signo de la deshonra, 

de la infelicidad del alma.  

¿Por qué se está tan solo 

en este mundo odioso y burdo?  

Es tan triste e incomprensible 

este vil y cruel absurdo 

que es, entre la multitud, 

morir sin compañía anhelada.  

 

¿Por qué?  

¿Por qué se siente tan solitario el mundo? 

¿Por qué nadie se da cuenta 

de esta afrenta 

hacia el espíritu del humano? 

Uno está tan olvidado, 

tan vacío, tan desterrado 

de los otros corazones 

que ya no somos más 

que vagabundos sin hogar.  

 

 

168

¡Gritemos hacia la oscuridad del anhelo!  

Nademos hacia la eternidad del abandono… 

Tan brillante es esta luz del desconsuelo 

que nos deja ciegos, exiliados ya del todo.  

 

¡Y quisiera susurrar las penas muertas, 

transportarlas hacia el cielo del infierno!  

Chorrear, como una vela, las tristezas 

y volar hacia el consuelo de lo eterno… 

 

¡Y lloraré! ¡Lloraré como la noche 

cuando estrellas caen fugaz y lentamente!  

Para caer, y vomitar, en medio del derroche 

de mis labios impuros para siempre.  

 

¡Y gritaré! ¡Gritaré como los presos 

de las almas lastimadas!  

Para que los sonidos exhalados lleguen a tus besos, 

a tus alas tristemente evaporadas.  

 

Y al final, solo y viejo, 

a mitad de la sinfonía que dejo, 

tras el instrumento del martirio y desconsuelo, 

poco a poco, lentamente, en soledad me moriré. 

Y así, mi piel, mi alma y soledad te ofrendaré.  

 

 

169

 

Somos la sonrisa gastada y lastimera, 

somos notas imperfectas en penumbra. 

No somos más que una derretida vela 

erguida entre osarios y tristes tumbas.  

 

No callamos, porque boca no tenemos; 

no lloramos ni sentimos, nos perdemos 

entre el laberinto deforme de lo amado, 

entre lo que pedimos y no queremos.  

 

Somos nada, somos polvo, 

seres ahogados en un profundo pozo 

por el tiempo, creado; 

por la vida, ignorados.  

 

 

170 

No me creas mis tristezas ni mis penas, 

tal mentira es, como estar vivo.  

Justo ahora me doy cuenta de la rareza 

de este cementerio del olvido.  

 

Todos muertos estamos, enterrados 

en el oscuro precipicio del martirio, 

ya no se respira, hemos callado, 

claudicado ante el horror de ser el mismo 

infierno decorado con rostros deformados.  

 

¡Lloremos por nuestra alma!  

Habrá que otorgarnos piedad 

para olvidar al ingrato pesimismo 

que nos aqueja cada noche calma.  

¡Habrá que, al desamparo, angustiar!  

Y caer en el bendito regazo adusto 

de la dulce y bella ninfa Irrealidad.  



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En el texto hay: poesia, poesia versos, poesia triste

Editado: 22.05.2021

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