Cristales del alma y un tragaluz

Parte diecisiete

181

Las horas se pasan, se mueren, 

se estrellan en mares de bruma y encanto; 

el humo y bullicio, regresan, y en tanto, 

minutos deshebran el dolor del suplicio… 

 

Las horas, las horas caminan calladas, 

silencios que matan, que agobian, que arden… 

las horas, postreras señoras gastadas, 

trastocan el tiempo, lo cambian, ¡lo cambian!. 

 

Insano, el reloj enmudece… 

Las horas, las horas decrecen… 

¿Quién eres? ¿Tu rostro recuerdo?  

Las horas te han hecho caer al silencio. 

 

Son ellas, brujas malditas, que envidian 

la bella eternidad del recuerdo… 

Las horas, las horas te olvidan, 

¡malditos seres irreales, rastreros! 

 

Y yo, en silencio, acallo, 

las notas, movimientos del duelo; 

el dulce silencio deseo,  

recordar este amor en secreto… 

 

Yo no te olvido, las horas lo hicieron…  

 

 

182 

El silencio sella mis labios, 

el dolor escupe mis días, 

tan sólo tristezas y llamas, 

un fuego que rompe caricias; 

de la nada, soy hijo adorado, 

de la muerte, peón olvidado, 

y yo quiero, y deseo, y anhelo 

regresar a un reposo callado.  

 

Mundo cruel, la dicha destroza; 

ser inerte me vuelvo, olvidado; 

ya mi cuerpo, temblando, reposa 

en el valle del infierno anhelado, 

comulgando, con risas y cantos, 

entre tanto humano perturbado.  

 

No extraño candores de juegos, 

no deseo ya otra virtud 

que los ojos de un dulce consuelo, 

o la muerte, o la huida de luz.  

 

Ya mis alas, deshechas con fuego, 

prontas caen, la noche testigo; 

ya no vuelo, ni quiero, ni siento, 

el abismo es mi único amigo;  

de ese dios de suplicios reniego… 

¡Triste ser que sólo hace sufrir!  

 

¿Dios existe, tal cuento de hadas? 

Ser tan cruel, tan voraz y rapaz. 

Inhumano, asesino de masas 

¡Yo te niego! ¡No eres real!  

 

¿Es acaso, de amor, tu existencia? 

Irreal tus mandatos impíos, 

¿es que acaso el dolor te divierte?  

¿Es que acaso la vida es hastío?  

 

Ya no creo palabras de dicha, 

irreales se vuelven, tan crueles… 

Ya no siento ni quiero caricias, 

ni de la gloria probar los laureles… 

 

Sólo quiero la nada absoluta,  

la oscura bravura del cielo… 

¡Sólo quiero la dulce locura! 

¡Encontrar el dolor verdadero!  

 

 

183

Nada 

El olor a santidad acompaña a los estigmas 

tan profundos y marcados en un alma mutilada… 

Sus manos perecen ante el llanto inocente, 

sus ojos lagrimean ante el sepulcro inexistente… 

 

Conectado a su cruz, y ante el feto mal nacido, 

ante la locura opiácea del temor a la muerte… 

El vientre mutilado, la sangre seca y roja, 

el grito inexistente de un nacimiento adelantado… 

 

Las lágrimas chorrean teñidas en rojizo, 

los ojos enloquecen, y un grito acalla el tiempo… 

El sufrir y el desencanto acompañan al lamento, 

y un féretro de plástico contiene sus deseos… 

 

Un grito y una marcha fúnebre se aúnan, 

el grito come el alma, 

la marcha es invisible… 

Sólo una ilusión que trata de redimir un alma 

del resquebrajamiento de la vida a la locura… 

 

Trastorno y locura, infertilidad mental, 

deseo lacerante de morir tal fallecido; 

los ojos son cerrados, inapetencia… duelo.  

Sólo es un despojo, 

un espectro en el suelo… 

 

¡Tomar la muerte mi locura!  

Auxilio… 

¡Matadnos!  

El silencio come mis deseos…  

 

 

184 

Thánathos 

Encadenado sueño en la barca de la vida, 

Padre de la desolación, redentor del caído; 

y del triste mendigo, bella y única salida 

de la desesperación que el mundo le ha traído.  

 

¡Oh, Thánathos!, Triste Padre de la Inconsciencia… 

 

Mi triste despojo recibe en tu manto protector, 

¡Oh, misericordioso padre del dolor y la tristeza, 

trae con tu presencia la barca que lleva a la belleza 

de la insensibilidad y llévate de mí, de la vida, el dolor!  

 

¡Oh, Thánathos!, Dulce Padre de la Desolación… 

 

Ruega por la liberación de esta alma atormentada 

y llévate los dolores de la tristeza de la existencia 

a un lugar donde no hay retorno, sin consciencia 

de la desesperación causada por la pasión encadenada.  

 

¡Oh… alado Thánathos! Protector de los caídos… 

 

Con tus alas protege a mi alma del dolor del sentimiento, 

tristemente recibe mi cuerpo en la barca del olvido 

y con melancolía borra las huellas de un corazón sufrido,  

enterrado y escondido eternamente en medio del lamento.  

 

¡Oh, Navegante triste! Thánathos Intransigente… 

 

Embarca para la eternidad inocente mis recuerdos, 

y mis tristezas y desesperanzas baña con tu sangre 

redentora, de mi maldita y melancólica alma sacia el hambre, 

que mis memorias mueran al tiempo que mi rostro toco con mis dedos… 

 

¡Oh, Thánathos! Padre de mis angustias. 

 

Llévate lentamente aquellas tormentosas voces 



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En el texto hay: poesia, poesia versos, poesia triste

Editado: 22.05.2021

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