CAPITULO 1
20 de abril de 1843
En algun lugar de españa.
El carruaje avanzaba lentamente por el camino de tierra, lodo y piedras, no veía el momento de llegar, darse un baño y quitarse del cuerpo tanta tierra… era lo malo de ir a su casa y visitar a su familia, el largo viaje de ida y regreso, sobre todo en esta temporada. Además de las suplicas de su madre para que “dejara esa vida” como ella le llamaba. Y las miradas de su padre pidiendo exactamente lo mismo. Pero no había vuelta atrás, estaba decidido y nada ni nadie lo haría cambiar de idea y sus padres tenían que respetar y aceptar su decisión, en cuanto a la promesa a su madre, tendría que hablar con ella y pedirle que cambie de opinión.
Entro por el ancho portón de hierro el carruaje. Cristóbal respiro profundo al saber que ya acababa el largo castigo metido en esa caja. Bajo de este y procedió a ayudar al cochero a bajar su equipaje. Las altas puertas se abrieron y de ellas se dejó ver un hombre ya mayor, con bastantes canas en el cabello, rostro arrugado, pero de aspecto amable, llevaba una túnica negra que le cubría casi todo el cuerpo. Era el cura encargado del convento en el cual él también vivía, como su familia financiaba por completo este convento, hablo con sus superiores para terminar su presbítero ahí, antes de tomar los votos que sería en seis meses aproximadamente.
- Padre Antonio como esta. Lamento tardarme, los caminos están intransitados. Con las lluvias de estos días, hay muchos árboles caídos y zanjas que hacen imposible el paso. Me tomo casi seis horas llegar. Dijo al padre.
- Lo importante es que llegaste con bien hijo. Contesto esté. Ahora entra para que descanses un rato y te tomes un vino o prefieres irte enseguida a tu cabaña?
- Me gustaría ir a bañarme y quitarme la suciedad del viaje y después vendré por ese vino. Le dijo sonriendo.
Se despidieron y mientras el padre Antonio entraba nuevamente al convento, él rodeo esté y se fue a la parte trasera, cogió un pequeño camino hasta llegar a una pequeña cabaña de madera, tomo la llave que guardaba en una maseta y abrió la puerta. Por fin en su casa. Tenía menos de un año de estar viviendo hay, pero él la consideraba su casa.
Fue directo a su cuarto, en esa cabaña solo había dos, la sala, un baño y la cocina, que muy poco utilizaba pues la mayoría de las veces comía en el convento, donde pasaba gran parte del día.
Cristóbal vítore Montenegro era un aprendiz de cura, como él se decía en sus adentros. No nació con esa vocación, es más, cuando niño y luego de joven deseaba encontrar una mujer y formar una familia como la de sus padres, pero la vida, a su manera, le hizo ver que está era la mejor decisión y no se arrepentía de tomarla. Aparte desde pequeño le gusto ayudar al prójimo, por ese motivo decidió terminar su formación ahí, ya que tenían una escuelita con los niños pobres de las veredas y a él le encantaba darles clases, sacarlos de la ignorancia. Esa era su vida actual y esperaba que futura… enseñar a esos niños y servirle a la comunidad dando el evangelio; y a pesar de sentir muy en su interior, que algo le faltaba, se conformaba con la vida que le toco.
Se desvistió y se metió al baño. Después se colocó su túnica y se dirigió al convento.
Tenía la costumbre de tomar los alimentos con el padre Antonio o los tomaba con las monjas encargadas de la cocina, las demas hermanas los tomaban aparte, junto con las novicias.
Pero como aún era temprano fue al despacho del padre por esa copa de vino que le brindo. El padre Antonio tenía una excelente dotación de vino en la bodega del convento y era un pecado desperdiciar la oportunidad de beber una copa al menos.
Lo encontró sentado con una copa en la mano y otra en la mesa esperando por él. Se sentó en frente y tomo de la copa.
- Como dejaste tu familia? Por fin aceptaron el hecho de que serás cura?
- Todavía no del todo. Tienen la esperanza que me retracte a último momento. Como si fuera posible.
- Ten en cuenta que eres hijo único, si tuvieras hermanos tal vez fuera más fácil para ellos aceptarlo.
- Tiene razón, ellos quieren que tenga una familia, hijos. Mejor cambiemos de tema. No quiero volver a hablar del tema. Como están las hermanas. No me he topado con ninguna.
- Todo normal. La hermana francisca con su habitual humor, la hermana Eusebia dedicada a las nuevas novicias y las rebeldes, junto con la peculiar hermana clarisa. Ya sabes que ellas son con las que más trato. Las demás hermanas con sus alumnas en las clases. hizo una pausa y luego dijo. Quería comentarte precisamente de una nueva novicia, pero mejor hablamos de ella mañana, ya es hora de la cena y sabes que mi estómago es muy puntual.
- Y por qué no mientras cenamos? Si me la mencionas apenas llegar, es porque es importante.
- Lo es, pero preferiría hacerlo en este sitio, no desearía que alguien nos escuchara y ya sabes que siempre hay oídos en todas partes.
Pensó que era cierto, siempre había alguien escuchando en el convento, si no era alguna hermana, era alguna novicia y todo se regaba como pólvora.
- Entonces esperare hasta mañana para saber de qué se trata. Por lo que veo es confidencial.
- Lo es. Pero mañana te hablo de Amanda con calma.
Cenaron amenamente y después Cristóbal dejo que el padre se retirara a sus habitaciones, como toda persona mayor se acostaba temprano y él decidió dar un paseo como acostumbraba después de cenar. Camino por el campo hasta llegar a un lago que no estaba tan retirado del convento, se sentó en la orilla mirando el firmamento, las estrellas y la luna brillaban en el cielo, dándole claridad a todos los alrededores, se recostó en la hierba y se quedó dormitando. Ya eran alrededor de las diez cuando decidió volver a la cabaña, pero antes se daría un baño en el lago como tanto le gustaba antes de dormir, se quitó la túnica quedando en sus calzones interiores y se metió al agua… Estaba algo fría y se dispuso a hacer brazadas para entras en calor y hacer ejercicio. Cristóbal físicamente se podría decir que era atractivo para las mujeres. Tenía la piel bronceada, de cabello castaño oscuro, ojos azules, de estatura un poco más que el promedio, su cuerpo era atlético, con los músculos marcados sin exagerar.