Croissant para Recordar

Mi vida antes de Ella

Mi vida antes de Ella...

Si tuviera que definir mi vida antes de conocerla a Ella en una palabra, seria monótona.

La rutina diaria era siempre la misma, levantarme, ir a la universidad, ir a trabajar, volver a casa para estudiar, dormir, y la misma secuencia se volvía a repetir una y otra vez.

Pero, desde el día en que Ella entro a la cafetería que trabajaba, mi vida dio un giro alocado. 

Aquel día por primera vez me puse nervioso a la hora de atender un cliente, porque dios... era, es tan preciosa. De solo mirarla me volvía un completo torpe. 

Cuando la atendí no podía pronunciar palabra alguna, ya que estas se encontraban atoradas en mi garganta por el nerviosismo que me causaba tenerla en frente de mi. 

—B-Buenos días, mi nombre es Antón  y este día seré su mesero —trague, con un poco de fuerza más de la necesaria diría yo. Frote mis manos contra el delantal disimuladamente sin que ella se diera cuenta. Le entrego la carta de la cafetería—. Le dejo la carta, en un momento vuelvo para tomar su orden.

Y con eso salgo disparado hacía la cocina para lavarme la cara.

¿Por qué me comportó de esta manera? Es solo una chica.

Un chica extremadamente sexi.

Ella solo pidió una medialuna con dulce de leche.

Todos los días Ella siempre pedía lo mismo. Solo se sentaba a mirar por la ventana mientras pasaban las horas y cuando llegaba la hora de cerrar pagaba y se iba.

Mis días dejaron de ser monótonos. Tome el valor suficiente y le pregunté el nombre.

Ella se llamaba… Taire.

Con el paso del tiempo empezamos a hablar y mis ratos libres ya no los usaba para redes sociales, sino que me sentaba en su mesa para hablar y conocerla mejor.

Me fui enamorando y para mí suerte fue recíproco.

La llevaba a citas en mis días libres. 

El bosque se convirtió en nuestro lugar favorito para hacer salidas. Cantábamos, jugábamos con las hojas de otoño.

Había días en dónde no la podía llevar porque debía estudiar para la universidad. La primera vez que le dije eso estaba nervioso y avergonzado porque pensé que se enojaría conmigo, al contrario comprendió y me ayudó a estudiar los temas.

Íbamos a mi casa preparamos palomitas y llevaba bebidas para ir a estudiar en mi habitación. Cada vez que respondía un pregunta bien, la recompensa era un beso suyo y juro por dios que era lo mejor de estudiar.

Al cumplir 1 año de noviazgo, prepare la mejor cita que se me pudo ocurrir.

La lleve al restaurante que más le gustaba, le regale flores y luego dimos un paseo.

Cómo era época navideña los del pueblo colgaban muérdagos por todos lados, por eso al cruzar por debajo de la farola en 6⁰ calle, nos besamos porque estábamos debajo de uno.

Cada vez que pasábamos por ahí hacíamos lo mismo. No importa la hora o con quien estuviéramos siempre lo cumplimos.

Al igual de que cuando la llamaba para saber cuando venía a casa, cuando conseguimos un departamento y ella un trabajo, lo último que me decía era: Espérame a que vuelva a casa. Antes de colgar.

Para los 2 años de noviazgo decimos llevar una foto de cada una, primero por un juego pero después lo tomamos enserio y ella llevaba una foto de nosotros juntos, la primera ves que nos besamos en la 6⁰ calle, bajo la farola, en la cadena que le regalaron a los 16 en dónde según ella “junto al latido de mi corazón, donde tu deberías estar, guardado profundo dentro de mi alma”. 

En cambio yo la llevaba la misma foto en el bolsillo de mis vaqueros rasgados.

*********

Un día me enteré que le habían diagnóstico cáncer hace unos meses pero yo no tenía idea de eso, hasta que acomodando unas cosas en nuestra casa callo un papel de detrás de un cuadro que colgaba de la pared.

Al yo preguntarle a él, no lo negó pero lo que me dijo fue peor.

—No te lo dije porque no quería que sufrirás, Taire.

—No quieres que sufra, pero lo que me duele más es que me ocultaste algo tan importante como esto. ¿Que esperabas? ¿Morirte por el cáncer y nunca decirme nada?

Su silencio fue la respuesta a esa pregunta.

—¿Porque? —le cuestioné casi gritando, con el alma echa pedazos, sabiendo que lo más preciado que tenía se me estaba yendo de las manos y no podía pararlo—. ¡¿Por eso últimamente estás más cansado y tenias unas ojeras de muerte?!

Desvía la mirada avergonzado.

—¡Eres un egoísta de mierda! ¡Solo piensas en vos! ¡¿No pensaste en como me iba a sentir yo, enterándome por un maldito papel, y no por tus labios?! —no me dirige la mirada, sigue en cualquier parte menos en mi—. ¡Mírame cuando te estoy hablando! ¡Maldito cobarde!

Al no obtener respuesta alguna me voy del departamento para aclarar mis ideas, se que no debe aguantar mis humores con lo que está pasando pero es inevitable no hacerlo.



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En el texto hay: cancer, cafeteria, amor incondional

Editado: 16.04.2021

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