Cronica de las fronteras grises, libro 2: Luna

6- La frontera principal

Gato aún recuerda con nostalgia ese día, escaló durante mucho tiempo, más lento de lo que le hubiese gustado teniendo cuidado de no caer pues en medio de la oscuridad de la noche era dificil ver a que se estaba aferrando.

Miraba contantemente hacía abajo, pensado erronenamente que esto le haría sentir mejor, pero sólo le provocaba más miedo, el barrio de la medía luna se veía cada vez más pequeño y la carpa multicolor del mercado se veía cada vez mas gris por la distancia que había recorrido, despues de un tiempo sólo distinguia los destellos lejanos de fronteras, escalando enmedio de la oscuridad intentando no caer en desesperación.

-Tal vez- se dijo, -debí esperar al amanecer para empezar-

Gato empezó a cansarse, ya no veía más allá de su nariz, su avance se hizo cada vez más lento, sus musculos le hacían en su mente un ruido sordo, un reclamo por descanso que cada vez era más urgente, a punto de rendirse, empezo a notar destellos leves sobre su cabeza.

Pequeños brillos furtivos desde la punta de una cima incomprensible.

Esto le animó un poco, pero empezó a dudar al escuchar murmullos cada vez más fuerte, sonidos cómo el de campanillas de viento o de golpes de tambor a ratos suaves a ratos graves pero siempre breves y bajas.

Así cómo comenzó a escalar llegó a la cima, cansado y empapado en sudor, cayendo sobre sus rodillas sintiendo por fin el miedo de lo acaba de hacer.

-¿tienes hambre?- le preguntó una voz dulce y casi musical, gato levanto la vista lentamente y frente a el estaba una ave, amarilla, de pico pequeño y ojos azules y grandes, vestía una camisa verde con patalones cortos, gato pudo notar que se sorprendió al verle el rostro, la ave sostenía un pedazo de carton gastado entre sus emplumadas manos.

-si... si tienes hambre puedes comer en mi fonda, tengo lo mejor de la frontera pricipal- dijo la ave haciendo un movimiento nervioso de anunciador de espectaculo, señalandole a gato una pequeña casa de madera en donde se notaban tenuemente por la escasa luz de las velas, un par de mesas.

Gato no dijo nada, tenía mucha sed sólo tomó el pedazo de cartón y caminó hacia la casita, se sentó y comenzó a revisar el pedazo de cartón que no era otra cosa más que el menú de la fonda, alpistle, gorgojo, frutos secos, maiz, pero nada de carne, gato cafe levantó nuevamente la vista y vió a la ave muy nerviosa frente a el, lo más derecha que podía y con las manos en la espalda, la ave no sabía por qué, pero el extranjero le daba miedo, un miedo profundo, casi irracional, pero no se veía amenazador en ningún sentido.

-Agua- dijo gato por fin el felino, la ave se apresuró a servirsela, -¿cómo te llamas?- preguntó gato una vez hubo bebido.

-Soy canaria de oro, ¿cual es tu nombre?- respondió y preguntó a su vez Canaria, -puedes decirme Gato-cafe- cuando el felino respondió, la canaría se puso palida y comenzó a temblar, -¿ga-gato?, ¿cómo en los cuentos?- gato cafe la miró extrañado, algo más iba a decir pero un grito la interrumpió: -!ya llegó el amor de tu vida¡- al voltear, gato vio a un extraño animal que se confundía por momento con la oscuridad de la frontera principal.

Tenía el pelaje negro, su cara era plana, no poseía garras u hocico, sus dientes eran muy grandes y sus manos le hacian juego, andaba un poco encorvado, vestía un viejo overol que en algún punto de su vida fue azul, llevaba en la cabez un sombrero de alas cortas con una pluma de ave negra a un lado.

El animal desconocido caminó rapidamente hacía Canaría de oro y se las arregló para darle un gran beso en el pico, la canaría forcejeo un poco con el y soltandose por fin lo golpeó fuerte en la cara, mientras exclamaba: -¡te largaste 3 días y vienes cómo sin nada simío sin vergüenza!-

El simío sin enfandarse o asustarse, la abrazo con ternura diciendo: -tres días bien invertidos- mientras dajaba caer sobre las manos emplumadas de Canaria de oro muchas monedas lagrimas.

Contrario a lo que el símio esperaba, ella no estaba feliz: -¿de donde salio esto?- le preguntó sin ira, con tristeza en la voz más que enfado, el simio no respondió durante un momento, volteó a su alrededor buscando una distarcción y ahí estaba gato... que había escuchado toda la conversación.

-¿tienes comensales?- preguntó con voz pomposa el simio, -¿está bien atendido señor?- le preguntó en el mismo tono a gato quitandose el sombrero, gato cafe respondió: -¿usted quien es?-

El simio sin hacer caso de las señas de Canaria de oro, se acerco una silla y se sentó frente a gato viendolo de cerca.

-Soy simio de tierra, el mejor guía que puedes encontrar en la frontera principal, ¿cómo te llamas ser extraño?-, -no soy un ser extraño- contestó gato café, molesto, pues estaba muy cansado y ese animal era poco agradable para el, ademas, le molestaba la oscuridad del lugar en donde estaba a pesar de que podía ver claramente.

-soy gato cafe, soy un felino- simio de tierra al oir esto, se quedó viendo al gato cómo si no entendiera, hechandose a reir, -los gatos solo existen en los cuentos de los viejos, ya en serio, ¡¿quien eres y que quieres?!- gritó simio apretando el hombro de gato, logrando con esto que gato le diera un puñetazo en la cara tan fuerte que le tumbó el sombrero.

Gato se puso de pie aventando la silla donde estaba sentado hacía atrás, listo para pelear haciendo un sonido de siseo mientras mostraba sus colmillos, el simio de tierra aún en la silla, extendió su palma diciendo: -¡espera!- se levanto para recoger su sombrero mientras la canaria de oro le daba un trapo para limpiarse la sangre que gato cafe logro con su puñetazo.



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En el texto hay: gato, batallas, magia

Editado: 15.11.2023

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