Crónica de un amor delirante

Día 7

Eran dos palabras, de pronto tan mágicas, tan cálidas en el alma, poder decirlas fue tan importante para mí como el despertar de una nueva época de corazón abierto, el empellón que abrió de nuevo las puertas desde hacía mucho selladas de temores y desengaños, el día siguiente se tiñó de la influencia de una jaula violentada y al cielo claro de la mañana alzó el ave el vuelo con la alegría de una represión superada, pues no muchas veces había encontrado el coraje para desbordar aquella ingenuidad mal cultivada desde una cuna carente de afecto que permitiera la sinceridad de una emoción aunque a mejor fuera, sentenciada bajo el canon de un improperio, la ausencia de un ejemplo que fomente un aprendizaje instintivo, pues un hombre también madura y florece según la fertilidad que se doma a sus raíces y muy pobre puede resultar su suerte su a sus pies se tiende un terreno árido; pedregosa y fría sabia subirá por su cuerpo para alimentar un corazón de endurecida corteza, un fruto seco, de ricas esencias pero imposible de exprimir con la facilidad de un suave estímulo. 

Pero la nuez más dura sucumbe al más certero de los impactos y por mis sentidos se escurrió el aceite que lubricó una deliciosa nueva percepción, una liberación un grito encerrado muy dentro, una necesidad opresora que al fin veía saldada y poco hubo de importarme la tonta o denigrante concepción de un adulto delirando de infancia, pues el amor convierte en crédula presa al más infame de los depredadores, un león que se vuelve un inofensivo gatito ronroneando con placer y no hay edad suficiente para ser inmune a los efectos de un alma herida por las flechas del duendecillo alado que combate los años con el resurgir de una juventud aletargada dentro del músculo bobo insensible al paso del tiempo. No necesito agregar sobras a la explicación de tan cautivante estado, seguro estoy que todo además no encuentra para ustedes mayor sentido y sacarán de sus propias ganancias los tomos que mejor embellezcan la obra, celebro que afortunados sean al conquistar el verdadero y más valioso logro que en esta vida se puede aspirar, mas por importancia se obtiene de mi experiencia el valor de este triunfo que a mí mismo hube de ganarme desde el yugo de una campaña sin impulso desde los desechos de una opinión censurada.

Mucho hemos compartido con Juli desde entonces, cosas que de mí nadie sabía, cosas que nunca había dicho, incapaces de traspasar el filtro de una sinceridad injustamente condenada al silencio, factor que desde mi niñez extraigo mediante una comunión familiar falto del fervor vital de una sana calidez emocional, poco propensos a transmitir en palabras lo que corresponde al sentir y sin tal referencia muy difícil e incómodo siempre me ha sido convertir el vocablos los buenos latidos que tantas veces habían sido tomados como pretexto para la mofa y como una muestra de debilidad que te pasaba detrás del margen justo de los maricones, los afeminados, elementos que se definían inconcientes como la antítesis de lo que corresponde ser un hombre. Un “te quiero” o un “te amo” de mis padres nunca hube de conseguir, así se lo conté a Juli una vez, entre sí y para sus hijos nunca existió tal expresión con la simpleza que tan afable declaración merece y hasta el comedido halago si es mal apreciado se torna falto de sentido y condicionado como un aprueba fehaciente de una volubilidad intolerable que de pronto se torna incorrecta; y esquivo de la vergüenza jamás se vuelven a decir bajo la idea de un elemento excluyente y menos proclive a decirse que la más vulgar y desdeñosa palabrería con la que se ha convivido, es más parte de la naturaleza que la dulce verborragia del amor.

Entonces en la garganta sientes el nudo de la censura al emerger de uno el buen habido ánimo de aquellas palabras, tan potente que paraliza el cuerpo y estremece los nervios con el temor de recaer en una indecencia por la que antes fuera penalizado con desinterés y socarronería llegando a volverse fobia a una retribución despiadada, el insulto a un criterio desvirtuado en términos que sobre cada medio los maestros se contentaron con apartar como una muestra de idiotez; sabes que nada malo hay en ellas, por el contrario, todo lo buenote uno se proyecta a través de tan noble gesto, sientes la calidez que te generan y es un doloroso anhelo poder decirlas, pero te abstienes de hacerlo perseguido por la negación a un ridículo y así te terminas encerrando bajo una imagen altanera y sombría bajo la que se esconde un volcán de magma comprimida deseando salir sin lograrlo.

Pero al despertar aquella mañana todo era diferente y solo por aquellas dos simples palabras, tan sanadoras y efectivas, podía sentirlo como un inusual logro, era algo que me había quitado de encima y quiero creer que se trató de los cerrojos y cadenas que me encerraban a una realidad mal intencionada más allá de una barrera de falsos prejuicios que sobre la lengua me anudaban la sencilla expresión del buen sentir. “Te quiero, te quiero mucho” ¿Por qué habría de ser castigado un deleite tan bello e inofensivo pero al mismo tiempo tan sincero y gratificante? Pero lo había dicho y también haber recibido de ella con igual mesura tamaño afecto, venció el miedo que tanto sentía, más ridículo resultaba este impedimento que el errado inherente que creía en tan dulce declaración, fue tan sencillo, tan fácil y tan básico desde entonces inundar el medio de los puros códigos de un corazón liberado, que por tanto tiempo había mantenido silenciado y que ahora quería gritar sus verdades, todo cuanto alguna vez calló bajo la necedad de una cautela infundada y asfixiante, dentro de un cristal de equivocadas condiciones que al tiempo se convirtieron en el motivo de un atroz arrepentimiento que me conduciría por el sendero hacia una condena aceptada como el debido precio a una estupidez carente de margen de la que solo destilaba azotes merecidos.

Pero ese día lo había entendido como viendo el sol luego de un eclipse que durara años, el mundo volvía a gozar de su esplendor y yo del espectáculo redescubierto en los sentidos rescatados de su eterno letargo. Lo aprendí por fin, que menos amargo es el revés del rechazo que el lamento de una duda, menos dolorosa una negativa que el arrepentimiento del silencio. Pero Juli no había rechazado y mejor aun me devolvió tan pequeña esquirla de sentir y ello me nutrió de una experiencia insólita sobre el cual el pasado ya no tuvo efecto y me hizo vivir aunque sea por unos meses antes de que del mismo recurso radiactivo me envenenara el corazón.



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En el texto hay: tragedia, amor, suspenso

Editado: 20.12.2020

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