Crónica de un amor delirante

Día 12

Volví algunas veces a aquella pequeña y pintoresca escuela anclada tan lejos de la ciudad a la que respondía y tan cerca de la casa donde viví los años primerizos de mi vida, me he detenido frente a sus puertas de madera y en un suspiro hondo los recuerdos vuelven tan frescos como si allí el tiempo no tuviera su cruel rigor, el corazón late y la sonrisa aflora, laminada atraviesa la distancia entre las manos de Cronos, la nostalgia estimula los lagrimales, los olores no se han disipado de aquella esquina adornada de eucaliptos y pinos que la hacen tan icónica, me he atrevido a espiar por sus ventanas enrejadas, en sus dos grandes salones nos encontré cultivando nuestras jóvenes mentes en un sinfín de horas frente a aquella pizarra blanquecina y garabateada de entusiastas lecciones que pulcra ha quedado sin el privilegio de la atención arrebatada a la inocencia. He paseado por su amplia galería, en sus paredes han quedado impregnados los gritos y risas de una época bendecida de simplezas, cuando solo el presente valía sobre la pulcra blancura del colegial atavío que nos hacía tan iguales, que realzaba las similitudes y las volvía una segunda piel encima de las pocas importantes diferencias, cuánto más significado tenía sin que lo percatáramos.

Su cerco de alambrada se mantiene para retener en la memoria de sus cimientos nuestra colaboración con su historia aunque fueran solo cuatro pequeños ladrillos en su estoica prevalencia dotada de incontables nombres por legado marcados en las baldosas que en nuestro momento resucitamos refrescando sus huellas aun con la insistencia del escaso número que conformábamos, solo dos pares de alumnos de puestos rotativos, quien emprende el vuelo y quien llega a aprender a volar, un nido escaso siempre combatiendo contra la burocracia que amenazaba cada año con cegar sus puertas negando recursos en una insignificancia. Pero prevalecimos, lo logramos, fue quizás nuestro primer logro. Nosotros cuatro, llevamos su nombre como estandarte para no dejarla caer en la gula del olvido, aun después de su cruel extinción.

Hube de sentarme a los pies del mástil en desuso, encima de sus tres peldaños circulares, a dibujar las antiguas escenas con el crayón de la memoria, las formas se definen sobre el humo del cigarrillo, en su torbellino sostenido por la brisa de la tarde emergen los niños que supimos ser, se proyecta el pasado en el aroma de aquellas primaveras por la mañana atrapado entre los pliegues de esta tumba de recuerdos, el tiempo ha filtrado las malas experiencias que completan el cóctel de lo inevitable, que hace el contraste robusto del equilibrio, queda frente a mí la pulpa dulce elaborada de añejamiento, conmueve los sentidos y en el cuello una sensación de felicidad que conjura las lágrimas, los árboles devuelven las voces y de pronto permanecer allí se vuelve insoportable, una sensación de asfixia, el anhelo frustrado de una distancia infranqueable como dos amantes pertenecientes a diferentes dimensiones que aun compartiendo el mismo lugar no pueden alcanzarse y nada más queda que la resignación.

A la espalda queda lo que fue con un brusco sentido de desprecio, ardid defensivo de la mente astuta, se produce el golpe y el cariño se vuelve hiriente como el pedido ante una figura inerte, de la súplica y la adoración se extrae el argumento para considerarse un estúpido llorando las cartas de una antigua novia, solo tú estás allí idolatrando el recuerdo, de la mano a un amigo imaginario, lo dulce se hace amargo y dándote vuelta de regreso contemplar cómo desde allí se resolvieron las cosas, una bofetada de fracaso me ha sacudido cada vez, una estocada de realidad y detrás de repente se muta en un ente grotesco nacido desde las líneas de la belleza tan añorada que resultó la cuna de una criatura retrasada, engendro de una eyaculación siniestra concebida para sufrir la soledad, segregando por tu anomalía que te convierte en un error de la naturaleza y apartado al hueco errante que solo encuentras frente a ti y sabes que por siempre habrás de recorrer.

He cubierto el camino andado tantas veces, en proporción solo un par de cuadras en línea recta y sin adyacencias como una senda directa a lo invariable, une y a través de mí a ustedes si estos fragmentos interesan, no me importa que mis manos hayan soltado sin hallar valor en estas minucias que tanto se apartan del motivo que hacen en mí la búsqueda, mi permiso tienen para guillotinar el despropósito de sus intereses, pocos disfrutan el viaje que une los puntos de la misma forma en que paladean con deleite el esplendor que de la lengua hace cautiva sin imaginar los horrores que se esconden detrás de las mixturas que a la boca llevan cuan bocado de estiércol bien sazonado, la ignorancia es un buen recurso en ocasiones mas la impresión anula el juicio sobre el valor nutritivo de un exquisito veneno, sabe bien y con eso se conforman.

Se decanta el proceso y se goza de un festín vomitivo condimentado de sangre y sudores, uñas y secreciones, se alaba al artista y su buena mano en la cocina, cruje el manjar como bien lo haría una cucaracha, el plato guarda su nombre y dentro de la boca no hay ninguna diferencia. Pero muchos muertos han bastado a la muralla, almas que fortalecen los soportes, hacen viva la construcción, puntos suicidas que forman la línea, los he pisado para llegar hasta la vieja casa donde residí por tantos jóvenes años, explayarme en demasía cosecha el verdadero interés por mi historia, de aquí los llevaré al origen del factor sangriento que desean conocer, muchos han hablado de ello sin entender, oyeron la piedra caer y romper los cristales, se conoce el daño pero nadie levantó nunca la mirada para encontrar la mano que la empujó hacia el desastre de su inocencia provocada.

Crucé una vez más aquel tramo entre la entrada hoy dispar a mis evocaciones, ha cambiado el nombre que pende sobre la puerta que da acceso a la estancia, mas permanecen en pie los enormes eucaliptos que escoltan a ambos lados el camino cuan frondoso túnel, los he saludado al pasar junto a ellos, todos y cada uno ha sido instrumento de mi imaginación activa, colosos de fantasía, compañeros de tantas tardes como el pasaje hacia una realidad alternativa, sus hojas son los apéndices imborrables de un libro donde han quedado impresas las más exóticas historias, sus ramas fueron armas de absurdas epopeyas épicas, quijotescas hazañas de una mente atrapada en la libertad de la solitud más aciaga, les merezco aquí un humilde homenaje a su silvana compañía.



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En el texto hay: tragedia, amor, suspenso

Editado: 20.12.2020

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