Crónica de un amor delirante

Día 17

Les ruego me disculpen por lo de ayer, nada más fue por adoptar el peor criterio sobre una simple conducta, una inoportuna chispa puede hacer volar los polvorines, que aquí les tenga hoy significa mucho para mí y sin temor me dejan para desempolvar el resto de este relato sinuoso y contradictorio, una paradoja, la ironía de recaer en el cepo de la propia guillotina, acaso símil al destino del infame creador del toro de Falaris, apunté y fui apuntado, juzgué y fui juzgado y la deducción aquí la encuentran este nuevo día, ya menos pesa la cabeza y mucho más sus notas, enamorarme de Julina no fue la redención a mis errores sino que por igual de tonto e ingenuo fue donarme al grupo que siempre había acusado. Ya sin derecho me he dejado de levantar acusaciones y mofa, lo hago sin embargo como una forma de incriminarme y gritarme a mí mismo por mi idiotez, mas puedo comprender al igual que a otros tantos a cuyo nivel aun no había llegado; la ruptura del desamor te enseña su contracara, es cuando el corazón deja de latir que el resto del cuerpo colapsa, de un modo virtual también puede hacerlo y el caos no es menos letal, solo que estás conciente para descubrir la perdición en la que has terminado al ser fusilado por tus propias ilusiones.

La indecisión, el primero síntoma de aquel largo padecer, fueron meses pero en verdad no lo fue tanto como a Juli le dije tras su pregunta, si bien me sentí atraído por ella desde el primer momento, siempre tuve controlado el instinto, siempre bajo conciencia de que sería un imposible, una insensatez, como escapar en la niebla, los ojos vendados, sabía el peligro, el riesgo, cuatro puertas guardadas por bestias listas para destriparme, aun así me di rienda suelta persuadido por la amabilidad de un renacido sentir, tan capaz de anestesiar la razón con un éxtasis narcótico, cuando por fin me di cuenta de lo que pasaba ya era demasiado tarde y los días se volvieron el delirio de una constante inestabilidad, una incongruencia demencial entre lo que era, lo que quería y lo que nunca sería, el avance de pasos que retrocedían y el fulgurar de fuegos artificiales debajo del agua, un loco deseo de amar, de explotar sobre ella el derrame pasional de mis adentros, pero sabía congelado el lago y el zambullón acabaría en un salto suicida.

Todo se volvió tan confuso, en una deformidad y sobre cada hombro los concejeros en gritos exponiéndose, aturdían y enloquecían con las tentaciones de su parecer, en medio la cabeza balanceándose sobre una estaca y atrás el recuerdo de una equivocación renegada, el silencio del temor y la cobardía de un tiempo olvidado empujando con sus lecciones, ella estaba en pareja y no había forma de que me diera una oportunidad. ¿De qué servía desnudarme y confesarle que la amaba? Un miedo más se agregaba a la mezcla, el de perder su amistad con tan inapropiado destape, tanto más que al quererle decir que la quería por primera vez, cuánto más significa un “te amo”, cuán más refinado y conciso, intenso, cosechar su desprecio por decírselo me paralizaba de terror, no hacerlo me ahogaba en culpa por no escarmentar de aquella vieja equivocación, ya la amaba con locura, ella lo hacía con otro y para mí ninguna chance había, me sentía tan feliz con ella a través del teléfono, escucharla y no poder hablar lo importante me dañaba más que cualquier cosa. Y cuando el dolor es demasiado puede valer el arrebato, el lanzarse sin mediar las consecuencias, puede ser el cianuro más dulce que un caramelo para el acorralado.

Nunca me había sentido tan mal como en aquellos días y una bola sólida atorada dentro del pecho queriendo salir y no podía como si mi voz se hubiera congelado impidiendo el grito liberador de la tensión que me agobiaba, todos los días salía a caminar y me dejaba empapar por la noche, mi pena me llevaba por kilómetros, gastaba las horas deambulando como un sonámbulo, no había dirección en mis recorridos, en completa soledad, no toleraba la compañía de nadie, llevaba por todos lados mi profunda congoja, por tantos años había sonreído sin razón escondiendo mis pesares pero ahora estaba demasiado a flote. Me era imposible reprimirlo, no quería dar explicaciones a gente que no entendería, era inútil pedir ayuda, sabía bien lo que cada uno de los solicitados me respondería, prefería lamentarme a solas por lo tanto y como nunca sentía una urgente necesidad de llorar pero no podía, no lograba desatarme, algo me reprimía y eso me hacía todavía peor.

Por esos tiempos dio mi cumpleaños, recuerdo esa mañana fuera del cristal opaco que cubría mi mirada, ya no era yo mismo para entonces, quizás estaba ya sufriendo ese macabro proceso de blanqueado donde se destruía lo que fui para dejar espacio a lo que después sería, con la cabeza en las manos y el corazón dentro de una bolsa que pateaba frente a mí, de verdad les digo que ignoraba sobre mi correcta composición, si era una sola pieza o debajo de la piel las extremidades se habían desprendido, de regalo por cumplir treinta y cuatro solo deseaba que cesara aquel dolor que me exprimía, tan simple como un desahogo era lo que precisaba con urgencia, cuando estuve frente a aquella señora de místicos dones pude por fin liberarme dejando caer sobre su regazo tantos años de desconsuelo cohibido, de esfuerzos cansados, de vivir.

Varias veces había oído de esa mujer, ya una anciana, recuerdo a mi madre recurrir a ella en ocasiones cuando los problemas se apilaban y las soluciones se retorcían anudadas, en ella tenía mucha fe y no niego que después de recibir sus curaciones y rezos las cosas mejoraron de una forma u otra, se presentía el cambio, una fluidez en la energía, lo positivo superaba a su contraparte, muy reales son las malas vibras si uno se abre a la exposición de lo sobrenatural sin cerrarse en el escepticismo científico, cosas muchas no existirán pero la gente sí lo hace, sí es real y cuanto las envuelve también lo es. Quiero creer que se trata del aura que todos irradiamos y que a otros podemos influir dirigiendo un pensamiento, puede ser tan alentador como nocivo, también afecta a la relación con los demás como una especie de estímulo, no sé si me entenderán y no quiero tampoco aleccionarles mi creencia, negra era mi aura por esos días, sudaba desesperanza, un rostro sin ojos y la piel electrizada de negatividad, tan profunda que me había encerrado en un vacío que me hacía invisible.



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En el texto hay: tragedia, amor, suspenso

Editado: 20.12.2020

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