Un día más
Como era habitual los días miércoles tenía primero pintura y luego yoga; fue a su dormitorio y comenzó a cambiarse, mientras lo hacía se miraba en el espejo, preguntándose cuando perdería esos kilos que ella consideraba tenía de más. De camino a la clase de pintura, se encontró con una amiga que hacía mucho tiempo no veía.
- Hola Andrea, ¿cómo estás? Te veo algo demacrada, ¿no te sentís bien?
- Hola Aída, no, estoy perfecta, tal vez un poquito cansada pero bien.
- Contame Andrea, como andan tus hijos. ¿Ya están casados los dos verdad? .
- No, aún no. - Siempre que la encontraba era la misma pregunta, ya estaba harta, pero sonreía y con mucha suavidad respondía -
- No, no creo que estén preparados para enfrentar tal decisión.
- Bueno, ya lo harán, no te preocupes.
Pero quien le había dicho a Aída que ella estaba preocupada por esto, al contrario ella estaba feliz de que aún sus hijos estuvieran solteros.
- Si por supuesto, hay que esperar - respondió nuevamente con una sonrisa.
- Bueno me alegro mucho de verte, estás hermosa, como hacés para conservarte tan bien.
- Nada.
- No te creo, bueno también yo la pregunta que hago, con la maravilla de esposo que tenés, como no vas a estar bien. Claudio, siempre tan extraordinariamente maravilloso, como te envidio, Andrea.
Esta vez Andrea no sonrió, la miró sin verla y con la voz algo quebrada dijo:
- Todos cambiamos con el tiempo Claudio no es la excepción.
- No puedo creer que haya cambiado, siempre fuiste muy celosa, pero quédate tranquila no te lo voy a robar.
- Jajaja, no pudo contener la carcajada. - ¿Robarme a Claudio? . Si él no sabe vivir sin mí.
- No te confíes tanto, uno nunca sabe - respondió Aída, con una sonrisa irónica.
- Mira lo siento Aída pero me tengo que ir ya se me hizo tarde, cualquier día de estos te llamo para que vengas a casa a tomar un café, te parece bien.
- Bueno; bárbaro, así nos ponemos al día con los chismes.
- Regio. Nos vemos otro día chau.
- O.k. - Se dieron un beso y cada cual siguió su camino.
Ya de regreso en su casa, luego de darse una ducha, notó que había llamadas en el contestador. Pulsó el botón con algo de inseguridad y pronto se escuchó la voz de Claudio.—Hola Andrea, llamaba para ver como estabas y supongo que mejor ya que no te encuentro en casa. Volveré a llamar más tarde. Hubo un silencio, luego otra voz estaba allí. - Hola Andrea, estás allí y no querés atenderme, ¿por qué mi dulce? Bueno quería decirte que te extrañe mucho, desde que me dejaste colgado, porque no sé si te diste cuenta que me dejaste con el teléfono en la mano. Volveré a llamarte en una hora, espero que me atiendas.
En ese preciso instante sonó el teléfono.
¿Debía atender? ............. y ¿si era Claudio?
Dudó un par de segundos, y luego atendió.
- Hola, al fin querida estaba preocupado, ¿fuiste al médico?
- Hola, no, fui a donde voy todos los miércoles, a pintura y luego a yoga.
- Ah, es cierto, olvide tus rutinas. Bueno pero quiero suponer que irás.
- Lo voy a pensar, no sé si tengo ganas de ir.
- Bueno, entonces después no te quejes.
- Quien se queja.
- Vos.
- ¿Yo? - esta conversación se estaba tornando algo molesta, jamás Claudio y ella se habían tratado así y menos por teléfono.
- Sí, vos, con esa cara, como esta mañana.
- Esta bien Claudio, no quiero discutir y menos por teléfono.
- A la tarde vuelvo a llamarte, hasta luego.
- Chau.
No podía entender que estaba pasando, por qué esta discusión absurda, ¿por qué?
Prendió el equipo de música, tomó un libro y cuando solo había leído dos renglones, el teléfono la hizo saltar del sillón.
- Hola, hola, por favor conteste
- Hola mi dulce, por fin se decidió atender.
- No estuve en casa, salí. - De pronto Andrea se dio cuenta que le estaba dando explicaciones, que estaba justificando su ausencia.
- Mmmm, y ¿dónde fue mi dulce?
- Todos los miércoles y viernes; voy a pintura y luego a yoga, por eso no estaba en casa.
- Por qué no lo creo. Y pienso que no me querías atender, cuando llamé antes.
- Es la verdad, además si mal no recuerdo yo te lo había comentado. - nuevamente se estaba justificando, estaba dándole explicaciones, por qué Andrea tenía tanta necesidad de que Raúl le creyera.
- Bueno, bueno, eso no lo recuerdo, pero pensemos que es verdad, como estás ahora entonces, mejor que esta mañana temprano.
- Algo, no mucho, es que me pones muy nerviosa.
- ¿Yo? Un pobre e inocente jovenzuelo.
- Si, no puedo entender esta situación, por más vueltas que le dé, no puedo.