Crónica Z

SIN ESCAPE

Su cuerpo le exigía descanso, sentía dolor en sus piernas y no podía evitar respirar con violencia. Era eso o morir, rendirse y entregarse a un final que conocía bien... ser despedazado sin piedad por aquella criaturas que lo perseguían sin piedad. Se tomó el costado mientras daba vuelta a la esquina de una calle en ruinas, pero no se rendiría, cumpliría la promesa final a sus padres y lograría escapar. Aún así, el camino que recorrió lo llevó a un callejón sin salida.

Pero, antes de embestir la pared redirigió sus pasos y puso todas sus esperanzas en un último salto a lo que quedaba colgando de una escalera de emergencia a un lado del edificio a su derecha. Se agarró como pudo e intentó ascender mientras la criatura, que ya lo había alcanzado, se lanzaba hacia él estirando una de sus esqueléticas pero filosas garras negras para intentar asirlo de una de sus piernas, cosa que logró.

-¡No! ¡SUÉLTAME MALDITO DEMONIO!- gritó lo más que pudo mientras forcejeaba con la bestia, que lo miraba victoriosa con aquellos temibles ojos de esclerótica negra, iris roja y dilatada pupila negra. Sus hileras de colmillos ya saboreaban la presa conseguida mientras vapor salía expulsado de los costados de su boca.

-¡QUE ME DEJES HIJO DE PUTA! ¡NO NO NO NO!- exclamó mientras intentaba patear con su otra pierna a la criatura, que en un ágil movimiento la atrapó también y, aprovechando el momento, lo arrancó con fuerza del lugar y lo estampó de cara contra el piso del callejón.

La criatura no atacó rápidamente, sino que se dió el lujo de darle la vuelta a su presa ya derrotada. El joven herido veía, del dolor y la sangrante herida en la frente, con un solo ojo a su verdugo. Ese rostro calavérico, sin nariz, de puntiagudos dientes, piel ennegrecida y unos ojos que en medio del vapor que manaba su boca, adoptaban un aspecto fantasmal.

Solo le quedaba una opción, era el todo o nada. En esa fracción de tiempo en la cual la bestia atacó su yugular, el muchacho interpuso su antebrazo derecho como escudo, siendo esta mordida dura y feroz hasta arrancarle un pedazo. pero ese ente no tragó nada, no disfrutó su bocado... no era carne.

Ráudamente le dió una patada con todas sus fuerzas para alejarlo aunque sea un paso, sacando de una funda sobre la manga de su antebrazo izquierdo una cuchilla. Cuando la bestia volvió a morder el brazo usado de escudo, el joven le clavo la hoja oculta en la cien con toda la fuerza que le quedaba. El monstruo ahogó un  chillido cuando sangre, baba y vapor escurría de su boca mientras moria y dejaba de moverse.

El joven retorció la cuchilla y la forcejeó buscando sacarla de aquella cabeza. La cuchilla se salió del mango. 
-Mierda... no otra vez.- suspiró. Se dedicó a descansar, aun con el cadáver encima. Tener un muerto encima alejaba a los demás, dándole tiempo libre. Cuando estuvo recuperado y no soportó más el calor del cadáver, liberó cuidadosamente dicho miembro de las mandíbulas del muerto, que seguían incrustadas sobre tela y lo que quedaban de las páginas amarillas de un directorio telefónico.

-Un par de centímetros más y me jodía- se dijo observando las ligeras rasgaduras en la manga de su camiseta negra y el orificio en la de su casaca, del mismo color. Movió al estorbo sobre él, sentándose retiró el mango del cuchillo y se levantó.

Pudo ver como se acercaba a su posición, atraída por el ruido, una turba de "los otros"... zombies. Tomó el mango de madera de la cuchilla y lo arrojó lejos fuera del callejón. El breve sonido de la madera golpeando la vereda y el asfalto hizo que viren hacia la dirección del sonido, cerca y a la vez lejos. La maniobra funcionó, ahora solo restaba buscar por donde escap...

¡¡GRYYYIIIIIEEEEGHH!!

Un estruendoso Chillido resonó, advertencia de que otro predador nocturno también se dirigía hacia el mango. Desde ahí seria descubierto y terminaría como un blanco fácil para cualquier zombi mutado que apareciese.

Hizo lo primero que se le ocurrió, volver a subirse a la destartalada escalera de emergencia. Dió un gran salto pero al apoyarse la estructura se rindió, descolgándose un buen tramo del mismo. El ruido del metal sobre el piso lo aterró más de lo que le dolían las rodillas. Retrocedió como pudo, sacó el cuchillo que guardaba en la parte trasera de su correa y aguardó lo peor. Un mar de zombies aglomerándose frente a él a paso ligero, varios ojos rojos a lo lejos se apresuraban mientras impactaban contra otros zombies menos rápidos que se estorbaban entre ellos, los aterradores chillidos cada vez más cerca, se preparaba sea su resistencia final cuando, de pronto... una soga cayó sobre su cabeza.

No había tiempo de pensar, tomó la cuerda dándole una vuelta sobre sus muñecas y, apoyándose en la pared, comenzó a trepar hacia el techo, donde la sombra de alguien bajo la luz de la luna lo observaba, justo a tiempo para escapar de otra mutación de ojos rojos, que había logrado superar a sus inferiores zombies para reclamar su presa, lanzándose para atraparlo pero solo logró rozar la sucia suela blanca de su zapatilla antes de chocar estrepitosamente con el muro del callejón. Pero no se rindió, al levantarse, dio un salto hacia el muro para apoyarse en la pared contigua y alcanzar a tomar al muchacho de los tobillos, usando su propia fuerza bruta para garantizar una muerte segura.



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En el texto hay: apocalipsis zombie, sangre y romance, realidad y ficcion

Editado: 26.09.2019

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