Ando meditando sobre ello, escribiendo textos que quizá a un posible lector le disgusten: una hermosa blasfemia
que enaltecemos sobre los límites del cielo.
A un ideal que ya pereció.
La idea de que él haya fallecido no es nueva. Pasó de ser una definición a un concepto,
y de un concepto a una interpretación.
Eso lo derrocó
Cuando puede significar lo que yo desee —el universo, un hombre con vellos blancos o un tirano—
hace que, a la vez, carezca de significado.
Nosotros marcamos su oscuro destino, transformando nuestro mundo en su hermoso mausoleo.
Un panteón que construyó para si mismo y aterradores sirvientes
Incluyendo a su bello adversario
Porque si todos podemos creer como lo dicte nuestra alma,
es otra forma de decir que tan solo creemos en nuestros estigmas,
traumas, experiencias
y sobre todo, en el ego que portamos como humanos.
Trasladando el halo dorado del Omega a nuestros corazones errantes.
Él no era un genocida,
Un ególatra
O un tirano narcisista
Era un cristal celestial
Un espejo etéreo.
Uno que ignoramos ver, cuando en realidad admiramos el retrato de nuestra subjetividad en su vidrio.
Es admirable
Ser tan excelentes profanadores, transformando a nuestro todopoderoso padre en el reo de nuestra fe
torturandolo tanto,
Que lo degradamos a ser un mortal singular
No es un hombre, es un pretexto
¿Por qué juzgar el juicio y las decisiones de algo tan perfecto y que no comprendemos?
Porque
Nos encerramos para no
blasfemar.
Para no interpretar.
Para no preguntar.
Para no aceptar
que tan solo alabamos al retrato de lo mundano.
Incluso
Es lamentable
Y me compadezco
Porque ningún padre merece ser apuñalado por la mano que alimento.
En este caso
Por el barro que moldeo