A la mañana siguiente Irene despertó agitada, su pecho subía y bajaba increíblemente rápido, seguía en la bañera pero su muñeca estaba intacta, no encontró explicación entendible hasta que vio sus manos, las cuales hasta ayer tenían recordatorios de su pelea con los antiguos de piedra, hoy estaban tan prístinas como siempre, no tenían comparación con las manos llenas de cortes, costras y moretones que habían sido.
Irene salió dejando tras ella grandes charcos de agua, revolvió el diario hasta y los demás papeles pero no encontró nada arrojo todo al suelo, apunto de trastocarse, estaba enloqueciendo esa podía ser la única respuesta lógica que podía hallar y era respaldado por todo lo de ayer.
-Esto es una pesadilla – dijo inclinándose y abrazando sus rodillas – es una puta pesadilla
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-¡Que raro que no viniera!
-Debe estar ya saben – Tristan coloco su mano en el vientre y fingió dolor
-No creo que sea eso además hay formas de más educadas de aludir a la menstruación – dijo Desmond sin perder la elegancia
-Dejen eso habrá que visitarla en la tarde de seguro solo esta triste
Desmond que tenía una buena imagen de si y se satisfacía pensando en lo certeras que eran sus reflexiones dijo sin temor a equivocarse- En la vida hay incertidumbres grandes y pequeñas, pero que el tiempo pase no es una de ellas, Irene no debería mortificarse de más, pues esto es inevitable, ¿Qué caso hay en herirse? Después de todo no hay nada que hacer y esto no solo le ocurre a ella
-La empatía no es tu fuerte – Expreso Kavinsky – es nuestra amiga y tal vez no sea la mejor pero debemos buscar reconfortarla siempre que podamos
-Por eso mismo lo digo, no me gusta ver a alguien que quiero tanto sufrir de ese modo –El pelirrojo arqueo la ceja pues su amigo prefería reprimir a expresar sus sentimientos
Tristan dejo de prestarle atención a la conversación de sus amigos que se enfocó en ¿Cómo alegrar a Irene?, el prefirió sumergirse en el mundo de sus recuerdos.
-Solo cierra tus ojos color popo – Ordeno entre risas la chica rubia
-Está bien – contesto su amigo igualmente divertido –Además mis ojos son azules
Obedientemente el joven cerró sus parpados, guiado por un rostro de coqueta sonrisa e intoxicante mirada.
-Mira
-Asombroso
-Lo sé, después de todo soy una hija del aire – su voz estaba extasiada y de repente todas las hojas se desplomaron - ¿Qué te ha parecido?
-Increíble
-Li se todo lo que hago no puede ser menos que increíble
Él le dio un ligero empujo y la nomo del cuello – tienes hojas en el cabello
El abrió de nuevo los ojos esperando encontrar el rostro que acababa de darse cuenta que tanto añoraba, pero en su lugar estaban sus amigos discutiendo enfáticamente, el no pudo menos que sentirse confundido y honestamente un tanto culpable.
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El amor es el mal más necesario, aquel masoquista dolor que nos provoca, creando un arcoíris de sensaciones en nuestro cuerpo, dotándole de sentido a lo incoherente, empujándonos al pozo de la incertidumbre pero aun así anhelamos con desespero el amor. Aquel repudiable y apetecible sentimiento empuja a las personas a hacer promesas imposibles o romper los más sagrados tratos, Tristan lo sabía ahora aunque tratara de ignorarlo él quería a Irene y algo en le decía, ¡no! Gritaba que los demás también y el renunciando a sus firmes convicciones se dio cuenta de que no le importaba manipular o lastimar, él era quien la merecía, este solo pensamiento lo horrorizo que lo sepulto en los confines de su mente, deseando que no volviera a surgir.
El rubio sabía que sus amigos sentían algo por su querida amiga pero dentro de su lucha interna deseaba convencerse de que sus sentimientos por ella no eran tan fuertes o no eran más que simple cariño, él era un ignorante de que Kavinsky era el caballo con más ventaja en esta carrera, Oasis era un hijo de Dios, el representaba la fe en los dioses, él era la encarnación de un mañana mejor para la humanidad, y eso era demasiada carga, lo mínimo que se le exigía era la perfección y él lo sentía más como un castigo que como la bendición que suponía, el miedo y la indecisión lo paralizaban frecuentemente, más cuando un fiel se le acercaba con interminables pregunta o deseos de que lavaran sus pies para expiar pecados, se sentía asfixiado, al menos hasta que conoció a Irene y al fin un poco de aire llego a su pecho, fue lo primero que él quiso realmente y no importaba a quien pudiera alejar o lastimar no quería privarse de aquel sentimiento, estaba enamorado de esa niña que llego cobijada en la noche como una inusual Tiffania, su excentricidad y mal carácter era innegable pero al pequeño pecoso había sentido inclinación por lo poco ortodoxo.