Crónicas De Alaviv: Buscando En El Abismo

10

Todo pasó muy deprisa, los guardias se abalanzaron sobre ellos, Cal cerró los ojos, tratando de cubrirse todo lo posible con sus brazos, solo escuchó el ruido del metal chocando con el suelo, sin saber cómo, Seth, había conseguido derribar a todos los guardias, los chicos corrieron por las anchas avenidas de Xusan, intentando aumentar la distancia que los separaba de sus perseguidores, lo primero que debían hacer era dar esquinazo a los guardias, luego ya decidirían a donde ir.

Llegaron hasta una de las zonas más pobres de la ciudad, muy similar a donde vivía Seth, se escondieron tras la pared de un edificio que estaba en ruinas, ya no oían las sirenas, ni a los guardias persiguiéndoles, Seth recargó su espalda en una pared mientras que Cal se sentó en el suelo para recuperar el aliento.

—Creo que tenemos un problema —comentó Seth.

—¿Tú crees? —contestó Cal intentando respirar normalmente.

El teléfono de Cal comenzó a sonar, lo dejó vibrar un poco para poder hablar normal, miró para ver quién era, un número oculto, la chica comenzó a temblar, solo podía ser una persona, asustada, miró a Seth.

—Cógelo, actúa como si no pasase nada.

—¿Diga? —dijo Cal al descolgar.

—Cal, querida —Cal se quedó helada, ya sabía que probablemente era la reina quien llamaba, pero en el fondo tenía la esperanza de estar equivocada —¿Estás bien? Me he enterado de lo que ha pasado.

—Si, majestad, perfectamente gracias por preguntar.

—Supongo que ya te has alejado del peligroso individuo con el que ibas, ha dejado gravemente heridos a varios de mis guardias y no me gustaría que te hiciese daño a ti también. Además, supongo que después de lo que has visto sabrás qué bando elegir.

—Si, descuide, ya lo he decidido.

Cal se despidió, cuando lo hizo miró a Seth, tramaba algo, y él lo sabía.

—¿Qué has pensado? —preguntó Seth.

—Nos vamos a Helah.

—¿Perdón? —el chico no comprendía lo que su amiga le estaba diciendo —¿Qué se te ha perdido a ti en Helah?

—La reina quiere declarar la guerra a los sihiri porque piensa que el accidente del otro día ha sido un ataque, ¿me equivoco?

—No.

—Pues mi plan es que vayamos allí y que algún líder sihiri le haga cambiar de opinión.

—No se yo si eso funcionará.

—Seth, así no ayudas, por muy poco que me guste yo soy quien debe evitar la guerra, he decidido que voy a intentar esto, ¿me vas a ayudar?

—Venga vale.

Mientras tanto, en el palacio, Rajni colgó el teléfono con un fuerte golpe, eso hizo que el pequeño mayordomo que esperaba al otro lado de la puerta entrase en la estancia.

—Esa maldita niña me las va a pagar.

—Majestad, disculpe mi atrevimiento, pero no sabemos si ha elegido a los sihiri tal vez no lo ha entendido bien —la estridente voz del hombre le sacaba de quicio.

—¿Qué no la he entendido? Está claro que les va a apoyar a ellos, ¿por qué iba a seguir acompañada de ese sihiri sino? —caminó hacia él, levantando el tono según se acercaba —Tengo que evitarlo, y sé exactamente cómo hacerlo.

Rajni se volvió a acercar al teléfono y marcó, al instante una voz masculina contestó.

—Cal Morris.

Dejó el auricular en su sitio, y volvió a sentarse en la elegante silla detrás de su enorme escritorio, transmitía una imagen serena y a la vez imponente.

—¿Qué ha ordenado? —si hubiese sido cualquier otro empleado, Rajni, lo habría despedido ante tal atrevimiento, pero ese hombre había trabajado con su padre y había demostrado ser de confianza.

—He mandado a alguien para que vayan a por ella.

—¿Quiere traerla a palacio? —el hombre sabía la respuesta, pero por una vez esperaba equivocarse.

—No, quiero acabar con ella.

—¿Pe....pero no tenía que ayudarnos a ganar la guerra? —el mayordomo empalideció

—No, a nosotros no nos sirve de nada, pero ellos la necesitan para derrotarnos, no pueden vencernos si utilizan sus poderes contra nosotros, se hieren a sí mismos. Ya les vencimos una vez utilizando lo que debería ser su mejor baza contra ellos, no voy a permitir que los sihiri encuentren a la chica y perdamos la guerra, si para evitarlo tengo que matar a una niña que así sea.

—Cal, me sigue pareciendo muy mala idea —le dijo Seth, estaba notablemente agobiado.

El chico se sentó apoyado la espalda en una pared aparentemente estable, cubriendo su oscuro cabello de polvo.

—¿Por qué?, los sihiri de la isla de Helah no saben lo que se les viene encima así que vamos a ir a avisarles, además estoy segura de que la reina sabe que no la voy a apoyar, solo ella sabe lo que podría hacerme. Así que nos vamos.

—Y yo te acompaño porque...

—Porque uno, aquí estás en peligro, esos guardias te han visto la cara y es cuestión de tiempo que te detengan, y ampos sabemos qué pasará si te pillan, y dos porque tú conoces la isla y tenías una misión secreta que estoy empezando a pensar que está relacionada conmigo, ¿estoy en lo cierto?

—Vale, iré contigo, pero deja que haga una llamada antes de irnos —el chico hizo una llamada, Cal no entendió lo que decía, ya que hablaba en un idioma que la chica no conocía —ya tenemos transporte, ahora sí, vámonos.

Caminaron por la ciudad tratando pasar desapercibidos, pero la cara y ropa ensangrentadas de Seth y sus manos llenas de ampollas y sangre no ayudaban, la gente los miraba y trataban de alejarse lo máximo posible de los chicos, pero en ese momento les daba igual, estaban centrados en llegar lo antes posible a su destino, y las calles principales eran la ruta más rápida.

Una vez en el puerto Seth se limpió los restos de sangre de su rostro y manos, se quedaron a la vista, intentando no hacer contacto visual con nadie, Seth entró a los baños de un bar, mientras Cal distraía al único camarero del lugar, para aplicarse el ucho en sus lesiones.



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En el texto hay: aventura, magia, fantasia juvenil

Editado: 25.02.2023

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