Dancen le mostró toda la ciudad, para después llevarla a una pequeña casa en la se quedaría hasta que todo acabase y pudiese volver a Sereia, no era demasiado amplia, pero los muebles estaban colocados para hacerla ver más grande, una mesa de comedor y una estantería llena de libros coronaban la estancia, mientras unos sillones estaban situados frente a la chimenea, probablemente para gozar del calor del fuego durante las frías noches de Helah
Seth, que les había acompañado le enseñó la casa, y le comentó que iba a convivir con una amiga de Seth, el chico se fue, Cal decidió instalarse, dejó lo poco que llevaba encima en la que sería su habitación hasta que cumpliese su misión, estaba cansada, y en su ropa todavía quedaban restos de sangre y suciedad de la pelea que había tenido unos días antes, así que decidió darse una ducha.
El baño, al igual que el resto de la casa, estaba hecho de piedra, decorado con muebles de madera y varias clases de plantas, en el centro había una de bañera, completamente negra, al acercarse, Cal, pudo apreciar que estaba hecha de roca, de un tipo que no había visto nunca, con un resplandor único, que parecía que emanaba del interior del mineral, lo curioso del objeto era que no tenía ninguna clase de grifo.
A Cal no le dio tiempo a imaginarse como se debía llenar la bañera, ya que escuchó la puerta principal abrirse, supuso que sería la chica con la que iba a convivir, así que salió a saludar y agradecerle que le permitiese quedarse en su casa, se quedó paralizada al ver a la pelirroja que cargaba bolsas hacia la cocina, la chica debió sentir su mirada, porque se giró a verla.
—Hola, eres Cal, ¿verdad? —la morena seguía embelesada por la belleza de su compañera —yo soy Dhara, y esta es mi casa, supongo que ya te la habrán enseñado —su voz era dulce, como el canto de un pájaro, Dhara se acercó a Cal y la abrazó —me alegro muchísimo de que estés aquí, siento no haber ido a recogerte, pero tenía poca comida y he tenido que ir rápido antes de que el mercader se marchase —la pelirroja soltó a Cal y se puso a colocar los alimentos en la cocina —Dime, ahora que estás aquí, ¿qué quieres hacer?
—Pues iba a darme una ducha y después había pensado ir a hablar con Dancen sobre una cosa, pero no sé cómo funciona la bañera —se rascó la nuca con vergüenza.
—Ven, yo te enseño como funciona, te dejaré algo de ropa, creo que la mía te valdrá —ambas caminaron de nuevo hacia el baño —te voy a contar un poquito qué es, como habrás notado, no es una bañera como las que tenéis en Sereia, esto se debe a que está fabricada con una piedra llamada ruwa, se recoge en lo alto de la más alta montaña de la isla, si tocar el fondo se llenará de agua tibia, ve probando —salió de la habitación.
Cal hizo lo que le había indicado, y aunque ya se lo habían avisado, se sorprendió al ver como el nivel del agua subía, Dhara entró de nuevo, cargada con toallas y algo de ropa limpia, que dejó sobre uno de los muebles.
—Para vaciarla lo único que debes hacer es volver a tocar el fondo con la mano, te dejo tranquila, cuando hayas acabado te acompañaré a ver a Dancen.
Cal se quitó la ropa e introdujo su cuerpo en el agua que estaba a la temperatura perfecta, tardó un rato, pero consiguió quitarse toda la suciedad que tenía encima, decidió quedarse un rato más sumergida, pensando en todo lo que había pasado, pero sobre todo en aquello que sin pensar mucho había dejado atrás.
Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, lloraba por aquello que iba a echar de menos, y la preocupación que iba a causar a todos aquellos que la querían, cuando consiguió tranquilizarse, envolvió su cuerpo en la toalla que le habían prestado, se vistió con un vestido blanco que Dhara le había prestado, y salió para encontrarse con la pelirroja.
—Te queda mejor de lo que imaginaba —comentó la chica —si quieres quedártelo te lo regalo, a mí no me sienta ni la mitad de bien que a ti.
—Gracias, no hace falta, no suelo ponerme vestidos, además seguro que a ti te favorece más —Cal intentó devolverle el cumplido, mientras notaba cómo sus mejillas calentaban, tiñéndose de color rosa.
—Vale, me han dicho que Dancen no está disponible ahora mismo, pero podemos ir a pasear por el pueblo y pasarnos más tarde a ver si está libe, ¿te parece? —propuso Dhara.
—Perfecto, me lo han enseñado todo un poco deprisa, estaría bien verlo un poco más a fondo —las palabras salían de su boca sin que pudiese controlarlas, haciendo que lo que decía sonase algo raro.
Salieron de la casa, y caminaron por las calles de Garin durante varias horas, se cruzaron con mucha gente, todos ellos miraban a Cal de una forma algo extraña, con una mezcla de curiosidad u temor.
—No te preocupes por cómo te miran —le aconsejó Dhara — tu llegada significa que se acerca una segunda guerra contra los al'ada, y eso pone a la gente nerviosa.
—Espera, ¿sabes lo de que debo evitar la guerra?
—Todos lo sabemos, aquí eres muy famosa, por eso enviaron a Seth a protegerte, traes la certeza de que habrá una guerra, pero que estés aquí significa que tenemos las de ganar.
—¿Por qué? ¿Sabes qué tengo que hacer?
—Ni idea, la profecía dice que la evitarás, el cómo supongo que tendrás que descubrirlo tú —esa respuesta puso mucho peso sobre los hombros de Cal, todos esperaban que ella los salvase, pero no sabía cómo hacerlo —vamos a ver si Dancen ya está libre.
Caminaron un rato más hasta llegar a la casa más grande y aparentemente más antigua de la ciudad, la puerta estaba abierta, así que pasaron, dentro encontraron a Seth sentado en un sofá, escribiendo algo en su cuaderno.
—Hola, Seth, cuánto tiempo sin vernos —saludó Dhara.
—Hola, sí, llevamos sin vernos unos meses, ¿no? —contestó él sin levantar la vista de su escrito.
Las chicas se sentaron en el sofá que estaba en frente del de Seth para seguir conversando.