Ambos subieron a la cubierta, el cambio de la intensidad de luz cegó a Cal por unos segundos, pero una vez hubo pasado admiró la belleza del enorme bosque que se levantaba ante ella.
—Wow es preciosa —exclamó Cal.
—Sí, pero no es muy seguro, así que vamos a ponernos en marcha cuanto antes. Ev, ¿cuánto tardaremos en llegar a Garin?
—Andando tardaréis un día, o puede que día y medio, todo depende de la velocidad a la que vayáis y las criaturas que os encontréis, bueno, voy a ir saliendo ya, tened cuidado.
—¿Cuándo volveremos a verte? —preguntó Cal.
—Llegaré a Sereia esta noche, y haré desaparecer tu teléfono, por la mañana haré unos recados y de vuelta otra vez, solo que atracaré en el muelle, ya depende de lo que tarde mi transporte en llegar, pero supongo que uno o dos días después de que lleguéis nos veremos de nuevo.
Se despidieron de Ev, observaron durante unos minutos como el barco se perdía en el horizonte, después, Seth, agarró una enorme mochila negra y se internaron en el bosque, Cal se maravillaba con todo lo que veía, el bosque desde fuera parecía un bosque normal, un conjunto de árboles iguales a los pocos que podía encontrar en Sereia, pero por dentro, la arboleda, tenía un brillo especial, como pequeñas virutas resplandecientes entre las ramas de los altos abetos, por encima de sus cabezas.
—¿Qué son? —preguntó Cal con cara de asombro.
—Se llaman fitilu, son una especie de duendes que cuidan el bosque, creo que son las únicas criaturas que habitan en este bosque y son totalmente inofensivas.
Iban con algo de prisa, así que no se quedaron admirando a los fitilu durante demasiado tiempo, pero a esos pequeños seres les habían resultado interesantes y les siguieron durante horas, posándose en la cabeza y hombros de los chicos, Seth trataba de apartarlos, moviendo su mano en el aire, mientras Cal disfrutaba de la compañía de los duendes, llegaron a un punto donde los árboles estaban secos, los fitilu desaparecieron, Seth se paró en seco, oteando el ambiente.
—Tenemos que buscar otra ruta —dijo el chico, volviendo sobre sus pasos.
—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó Cal.
—Una criatura llamada om, absorbe la vida de todo lo que toca, y puede llegar a ser muy peligroso para los humanos —se le notaba alterado.
—¿No podrías vencerlo usando tus poderes?
—No, ningún sihiri es rival para un om, ahora camina, no ha estado aquí hace mucho y es mejor que no nos lo encontremos.
Se dieron la vuelta, caminando cada vez más rápido hasta que Cal no pudo más y tuvieron que parar a recuperar el aliento, Seth sacó una botella de agua de su mochila para ofrecérsela a la chica, ella la aceptó, bebiendo un gran sorbo.
Seth miraba a todos lados, nervioso, se quedó mirando a un punto fijo, había visto algo, Cal lo sabía, todos los músculos del cuerpo de su amigo se tensaron de la misma manera en que lo hicieron cuando se enfrentó a los guardias.
—¿Qué pasa? —preguntó Cal, asustada, Seth le chistó.
«Esto no es bueno» dijo Cal para sí.
Unos minutos después, Seth le hizo una señal para que se levantase, se alejaron despacio, y ahí fue cuando Cal lo vio, los árboles comenzaban a marchitarse, sus hojas caían y sus troncos se ponían negros como el carbón, entre ellos se podía apreciar una figura enorme, y tan oscura que se la podría confundir con una sombra, siguieron caminando en silencio hasta que empezó a anochecer.
—Acamparemos aquí —susurró Seth —aléjate.
De su mochila sacó una pequeña caja de madera y la tiró en el centro del claro, el pequeño objeto comenzó a vibrar y a expandirse, transformándose en una carpa no demasiado grande. Entraron, al igual que el barco, parecía más pequeña de lo que era en realidad, tenía lo que necesitaban, dos camas, una mesa y un pequeño fuego para calentar la comida que Seth llevaba en la mochila.
Cal estaba tan cansada, por caminar todo el día que se durmió nada más tumbarse, al día siguiente, la luz que entraba por la puerta de la carpa la despertó, miró a su alrededor, no había rastros de Seth, salió al claro, allí tampoco estaba, oyó un ruido entre los arbustos, asustada, agarró una piedra del suelo para defenderse si era preciso.
—Vale, he encontrado un sendero, llegaremos a Garin en unas tres horas —escuchó decir a Seth, que salió del bosque —por favor, no me tires la piedra, que ya me han dado suficientes golpes en una semana.
—Perdón, me has asustado, pensaba que eras una de esas criaturas de las que me hablaste ¬—se excusó.
—Si te encuentras con una criatura, corre, tirándole una piedra, lo único que vas a conseguir va a ser cabrearle.
—Entiendo —respondió Cal, tirando su arma improvisada al suelo.
Caminaron de nuevo en silencio, siguiendo el sendero que había encontrado Seth, era una carretera de barro, con marcas de ruedas, debía de usarse para conectar dos ciudades, pasadas unas horas surgió ante ellos una gran muralla hecha de piedras, habían llegado.
Al acercarse a la entrada, las puertas de la muralla se abrieron, dejando ver el pequeño pueblo que había en su interior, las puertas se cerraron con un gran estruendo tras ellos, una gran multitud se aglomeró a su alrededor para recibirles, todos cuchicheaban en el que Cal identificó como el idioma que hablaron Seth y Ev en el puerto.
La multitud dio paso a un hombre de unos cincuenta años, acompañado de una anciana, era mucho más alto que los chicos, por lo que tuvo que agachar un poco la cabeza para poder mirarles
—Seth, hola, cuánto tiempo, me alegro mucho de verte —dijo abrazando al chico —veo que has cumplido con tu misión y has venido acompañado.
—Tú debes de ser Cal, yo soy Dancen Wallred, el líder de esta humilde ciudad —estrechó la mano de la joven —es un placer para mí darte la bienvenida a Garin.