—Ya he contactado con ella, mi señora, si contacta con alguien lo sabremos —anunció un joven mirando con atención la pantalla de su ordenador.
Rajni había contratado a un equipo, preparado tanto en el ámbito tecnológico como en el militar, con la esperanza de que consiguiesen encontrar a Cal.
—Perfecto, es solo cuestión de tiempo que nos lleve hasta Morris.
Solo pasaron un par de minutos y el ordenador comenzó a emitir un sonido estridente, avisando de que el plan de Rajni empezaba a funcionar, sin embargo la imagen en la pantalla se distorsionaba, impidiendo ver la localización de aquel con el que intentaba comunicarse Nesta.
—Majestad, ha llamado a alguien, pero no lo puedo identificar.
—¿Qué? —exclamó la reina, furiosa.
Rajni miraba con rabia la pantalla, pulsaba los botones del teclado, que había arrancado de las manos del joven.
—Mi señora, no entiendo nada, esto debería funcionar, siempre lo hace.
—Pues haz que funcione —ordenó Rajni, saliendo de la habitación.
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Seth se apoyó en el muro de una casa cercana, escuchando como Nesta, completamente aterrada, le relataba lo que decían los mensajes que había recibido.
—Sé que no querías que te llamase, pero necesito ayuda —sollozaba la chica.
—Nesta, serénate —le dijo Seth, serio.
—No sé qué hacer, Seth, por favor, necesito ayuda.
Poco a poco Nesta había empezado a asimilar lo que había pasado, respiró hondo, se tranquilizó y habló claro con Seth.
—Han amenazado a mi familia, así que o dejas que hable con Cal y me ayudáis o le cuento a todos lo que eres.
Escuchaba la respiración pesada del chico al otro lado de la línea, temblaba, sabía lo que Seth podía hacerle. Era una acción arriesgada, el chico podía hacerle mucho daño, y ella no podría evitarlo.
—Espera, esta noche o mañana te llamaremos.
Nesta no tuvo tiempo de contestar antes de que Seth colgara. Se tumbó de nuevo, cubriendo sus ojos con el brazo, intentando dormir.
Seth estaba preocupado, todo lo que le había contado Nesta le daba mala espina, debía hablar con Dancen lo antes posible.
Al caer la noche las luces se encendieron, todo estaba precioso, la música sonaba, la gente bailaba, reía, hablaba en un idioma que Cal no comprendía , comía y bebía. Todos parecían felices y a los niños les fascinaba Cal, nunca habían visto a un al’ada, y eso junto con la profecía hacían que los pequeños la mirasen hipnotizados, como si viesen a una criatura fantástica recién salida de un libro de cuentos.
Esto divertía a Cal, que bailó con Dhara y los amigos de Seth hasta que todos comenzaron a ir a casa, y el Sol asomaba por el horizonte, al llegar saltó sobre su cama, quedándose dormida en un par de minutos.
Mientras, Seth, fue hasta la casa de Dancen para comunicarle el plan de la reina.
—¿La chica sabe que estáis aquí?
—No.
—Entonces, no veo el problema.
—Tenemos que protegerla, como Cal se entere de que le hemos hecho algo se replanteará el apoyarnos —replicó Seth —además, Nesta, no tiene culpa de nada, es una inocente.
—Mira, haz lo que quieras, os doy luz verde para que Dhara y tú hagáis lo que queráis.
—¿Dhara? ¿Qué pinta ella en esto?
—Tiene más seso que tú, ahora vete.
Seth salió de la casa refunfuñando, corrió para llegar a la casa de las chicas lo más rápido posible, para su suerte, Dhara continuaba despierta.
—¿Seth? ¿Qué haces aquí? —preguntó sorprendida la pelirroja.
—Ahora te lo explico, déjame entrar.
—No hagas ruido, Cal está durmiendo.
Seth se sentó en un sillón a relatar de nuevo todo lo que le había contado Nesta y lo que le había dicho Dancen, esto último hizo reír a Dhara, que estaba preparando un par de infusiones.
El sonido de la puerta había despertado a Cal, que les escuchaba a escondidas desde su habitación.
—Hay que ayudarla —sentenció la pelirroja.
—Sí, pero no debemos decirle nada a Cal.
—¿Por?
—Es demasiado importante, tiene una misión y no puedo permitir que se distraiga.
En ese momento, Cal, salió de su escondite, dirigiéndose hacia el chico.
—¿Disculpa? —gritó —Mi mejor amiga está en peligro y ¿no me lo ibas a decir?
—Cal relájate —le dijo Seth.
—No me quiero relajar, Nesta está en peligro por mi culpa.
Cal daba vueltas por la habitación, estaba histérica y no le dejaba pensar en lo que le podrían estar haciendo ahora a su amiga.
—Seth tiene razón, ponerse nerviosos no va a servir de nada, hay que trazar un plan —trató de tranquilizarla Dhara.