A la mañana siguiente, al despertar, vio el rostro de Dhara, plácidamente dormida a su lado, con una de sus manos estaba posada sobre la cintura de Cal.
Se quedó observándola un par de minutos, se veía muy dulce y tranquila, pensó en levantarse para no despertarla, pero no podía apartar la mirada de ella, estaba embelesada por la belleza de la pelirroja.
Dhara no tardó demasiado en despertar, cruzando una mirada con Cal que, por vergüenza, la desvió rápidamente.
—Buenos días —le dijo desperezándose —¿Qué tal has dormido?
—Bien, ¿qué fue lo que me hiciste? —le preguntó Cal.
—Es un pequeño truco que mi madre usaba con mi hermano y conmigo cuando éramos niños, las esporas de la flor de zordelia generan un plácido sueño instantáneamente.
—¿Tu madre?
—Sí, heredé sus poderes, ahora dime, ¿qué pasó ayer?
Cal relató lo que había sucedido, las manos le temblaban, estaba muy nerviosa, así que Dhara preparó un té.
—No te preocupes, Seth ya ha puesto en marcha a un equipo en Xusan para encontrarla —dijo intentando tranquilizar a Cal.
—No sé si puedo seguir confiando en él —murmuró.
—¿Qué has dicho?
—Nada, vamos a desayunar. No me voy a quedar de brazos cruzados a esperar que lo hagan todo por mí.
Cal se levantó, y seguida por Dhara fueron hasta la cocina para preparar la comida. Estaban sentadas en la mesa del comedor, que ocupaba gran parte del salón, cuando el móvil de Dhara comenzó a sonar, la chica, que tenía las manos manchadas de mermelada, puso el altavoz.
—Evandera Garin myapshugib mung ji —fue la voz de Seth la que salió del dispositivo
Cal se le quedó mirando, haciendo una mueca de incomprensión, que hizo reír a la otra chica, acabó de comer lo antes que pudo y se puso a recoger.
—¿Ese es el idioma que habláis los sihiri?
—Sí, se llama chingbe, ¿lo habías escuchado antes? —preguntó Dhara, curiosa.
—Se lo oí a Evander cuando nos recogió en Xusan. ¿Qué decía Seth?
—Que Ev llega mañana, tengo que comprar un par de cosas y tú necesitas ropa, te voy a dejar algo y vamos a la plaza, creo que hoy hay mercado.
El vestido que le había dejado Dhara esta vez le quedaba algo grande, pero era cómodo. Las chicas caminaron hasta la ciudadela, gobernada por la estatua que Cal había admirado apenas un par de días atrás, y tal y como había afirmado la pelirroja, estaba lleno de gente y pequeños puestos de comerciantes ambulantes que iban de ciudad en ciudad ofreciendo sus productos.
Las pequeñas tiendas ofrecían alimentos de distintos lugares, criaturas fantásticas encerradas en jaulas, armas, entre otros muchos objetos que Cal no conocía, llegaron a uno de ellos que estaba lleno de telas y ropa, la chica rápidamente escogió unos cuantos pantalones y camisetas, además de ropa interior, lo básico, ya que Dhara lo pagaría todo y no quería abusar.
Por otro lado, Dhara se probaba prácticamente todo lo que veía, aunque no compró gran cosa allí, pasearon por el resto de puestos, comprando alimentos y cosas que la pelirroja necesitaba, hasta que ya no podían cargar con más bolsas.
—¿Por qué compras tanto? —cuestionó Cal, jadeando por el peso que había cargado de vuelta a casa.
—Hay mercado una vez cada dos semanas, no me quiero arriesgar a quedarnos sin nada.
Colocaron todo lo que acababan de comprar y salieron a comer, habían adquirido tantas cosas que tardaron un par de horas en encontrar sitio a todo, Dhara estaba emocionada, ya que estaba deseando enseñarle a Cal la comida tradicional de Helah.
Se sentaron la una frente a la otra en una mesa, dentro de un local bastante pequeño, y que probablemente era el más sucio en el que Cal había estado, en Xusan los restaurantes eran pulcros y silenciosos, sin embargo, en ese había charcos por bebidas derramadas y risas por doquier.
—Bu skoch shong? —preguntó una camarera menuda, de rostro amable y con un ligero sobrepeso.
—¿Qué quieres beber? —tradujo Dhara.
—Agua por favor.
—Hyim yal.
La camarera se alejó, para a los pocos minutos volver con una gran jarra de agua y dos vasos, que en comparación parecían hormigas. Dhara se inclinó para enseñarle a Cal el menú.
—Vamos a pedir un entrante, dos platos y postre para compartir, ¿te parece bien?
—Tú mandas, confío en ti
—Perfecto —los ojos de Dhara relucieron de la emoción — a ver de entrante podemos pedir un zhos choi, son básicamente, pan y huevos duros con zanahoria cortados y moldeados con forma de pájaros, itha yåb y payvukong om que creo que te gustarán, cuando acabemos pedimos postre según él hambre que tengamos. ¿Te parece?
—Genial.
Dhara le hizo señas a la mujer, para encargarle todo lo que había dicho, después, sacó una pequeña libreta y una pluma.
—Vamos a ver qué podemos hacer con lo que le ha pasado a Nesta, ¿sabes de alguien que quisiera hacerle daño? ¿Tenía problemas con alguien?
—No, no pienso que hubiese nadie que la odiase, y si la odiaba no creo que se hubiesen atrevido a hacerle nada —algo encajó dentro de su cabeza —ya sé quién ha sido, la reina, es culpa mía, seguro que lo ha hecho para intentar sonsacarle dónde estoy.
Cal empezó a ponerse nerviosa de nuevo, para tratar de mejorar su estado, Dhara agarró sus manos.
—Tu tranquila —le dijo —ya sabemos quién es, ya hemos dado un paso hacia delante, ahora solo nos queda saber dónde la tienen. Además, ella no sabe que estás aquí, no le harán nada.
Cal se relajó, poco después la camarera llegó cargada con unos platos enormes, no había probado nada tan delicioso nunca, saciaron su hambre ideando planes para rescatar a Nesta, y apuntaron lugares en los que Cal pensaba que podían tenerla cautiva. Dieron con uno perfecto, pero necesitaban ayuda, así que cuando acabaron de comer y después de mucho discutir, Cal accedió en ir a buscar a Seth y plantearle el proyecto. Cuando llegaron, llamaron a la puerta muchas veces hasta que el chico abrió, tenía el pelo revuelto y los ojos rojos, «¿acabará de levantarse?» pensó Cal.