El hombre se giró y clavó su mirada en las chicas, se acercó despacio para observarlas más detenidamente, fijó sus ojos en los de Cal, estaban prácticamente ocultos por una larga melena negra, pero pudo apreciar un color azul cielo que le transmitió tristeza.
—Tú no deberías estar aquí —dijo Zander, se alejó de ellas sujetando su cabeza y repitiendo una y otra vez —no, no, no, no.
—Relájese —Cal trató de intentar acercarse, pero él se alejó más —necesitamos tu ayuda.
—No, nadie puede necesitar mi ayuda, soy peligroso, iros no quiero hacer daño a nadie más.
—Sé lo que pasó, y no tiene por qué volver a suceder —Dhara se acercaba a él mientras hablaba —créeme morirá mucha más gente de la que tú puedas herir si no nos ayudas.
—No, no, no, no, no —seguía repitiendo, solo que ahora sentado en el suelo hecho un ovillo.
Dhara llegó hasta él y se agachó a su lado sacando, entregándole un sobre. Se puso de pie y volvió sobre sus pasos para ponerse junto a Cal.
—Piénsalo —dijo para caminar hacia la salida de la cueva.
Cal siguió a su compañera, cuando salieron de la cueva, el resto de sus compañeros, estaban de pie frente a la barrera, observándolas .
—¿Cómo habéis entrado? —Preguntó Ezra.
—Pues… —comenzó a contestar Cal.
—Suerte supongo, nos apoyamos en la barrera y pasamos —interrumpió Dhara.
—¿Y lo encontrasteis? —preguntó esta vez Seth con cara de pocos amigos.
—Si —respondió una voz tras ellas —y os ayudaré con la condición de que nadie se acerque a mí cuando lo haga.
Zander las había seguido y ahora estaba fuera de la cueva, todos comenzaron a murmurar.
—Vale, pues entonces vamos a ponernos en marcha, no podemos perder el tiempo —sentenció Seth.
Recogieron el campamento que habían montado la noche anterior y se pusieron en marcha sobre las doce del mediodía, al igual que en la ida, todos iban en silencio.
Cal estaba inmersa en sus pensamientos cuando una mano se posó sobre su hombro, se giró y se topó con Zander, que la miraba con sus ojos tristes.
—Ven un segundo —susurró, se fueron detrás del grupo —voy a darte un consejo, tienes un don especial, protégelo.
—¿Qué don?
—Pronto lo descubrirás, no puedo decirte más —volvió a introducirse en el grupo.
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Venas negras comenzaban a hacerse notar en la piel de Nesta, los médicos habían seguido inyectándole una sustancia amarillenta varías veces al día, tras varias sesiones, Nesta, comenzaba a sentirse distinta, algo dentro de ella había cambiado. Además, ya no dormía en aquella oscura mazmorra, tenía una habitación situada en un edificio donde convivía con otros a los que les estaban haciendo lo mismo que a ella.
Salió de la habitación en dirección a la clínica, donde le inyectarían esa sustancia, estaba acompañada de dos enfermeros, entró a la sala, era una estancia completamente blanca, tenía una camilla en el centro, se tumbó, la ataron y los enfermeros salieron de la sala, se quedó sola varios minutos, el médico entró.
—Bueno Nesta dime ¿cómo estamos hoy? —dijo sentándose en una silla giratoria, tenía un cuaderno en las manos, en él apuntaba todo lo que ella le contaba.
—Algo mejor, ya no me duele la cabeza, pero me han salido las venas negras.
—Mmmm, a ver déjame ver —el hombrecillo de nariz aguileña se acercó y comenzó a examinar las marcas —está bien, no te preocupes. Además, hoy es tu última sesión, ya no vamos a inyectarte nada más.
—¿Y qué va a pasar conmigo?
—Seguirás aquí, y seguiremos haciéndote pruebas.
—¿Por qué hacéis esto?
—No te lo puedo decir ya lo sabes —él comenzó a preparar la mezcla y la jeringuilla, se acercó a ella —ahora relájate y respira hondo.
Ella cerró los ojos y respiró hondo mientras sentía la aguja introducirse en su antebrazo, un fuerte dolor hizo que se pusiese rígida, cuando todo terminó fue a su habitación a descansar, ahora se preguntaba qué iba a pasar con ella ahora que no iban a inyectarle nada más.
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Tres días después llegaron a Garin, estaban agotados, no había sido un camino fácil el clima no había sido favorable y para no perder tiempo no habían hecho paradas muy largas.
Cal y Dhara se fueron a casa a descansar, la primera fue directa a meterse en su cama, no quería dormir, pero necesitaba tumbarse, la otra se dio una ducha, al salir se puso un pijama blanco y se tumbó junto a Cal que la observó.
—¿Cómo lo supiste? —preguntó Dhara.
—¿El qué?
—Saber como cruzar la barrera.
—Lo soñé —la pelirroja la miró extraña —sé que suena raro, pero lo soñé —Cal le contó el sueño mientras Dhara escuchaba atentamente —no entiendo lo qué pasó.
—Ya lo descubriremos, pero ahora tenemos que centrarnos en el om y en Nesta, estarás emocionada
—Sí, estoy deseando ponerla a salvo y presentártela, seguro que le caes bien.
—¿Tú crees? —Preguntó Dhara para quedar cara a cara con Cal.
—No lo creo, lo sé —le acarició la mejilla —eres única y segurísimo que le caes bien.
La pelirroja no contestó, agarró la mano de Cal y sonrió.
—Esperemos que si —sentenció Dhara.