Crónicas De Alaviv: Buscando En El Abismo

26

Multitud de hombres y mujeres, todos vestidos completamente de negro se encontraban reunidos al rededor de una tarima, a ella subieron Dancen y Zander. 
Ang ji dzhal shu spong zhuf jzhå pakze dazhal foch lap frakång e foch lap prazhal bu syu fang zhik håzh chhash jnizh zhfi jaral yak (Hoy os hemos reunido a todos aquí porque necesitamos a los más fuertes y los más preparados para defendernos ante una nueva amenaza) —comenzó Dancen —Ngko ji chhash bfuj ja Sereia rush zhus, kj chhash bfuj lyal syu plakång bu lyal syu mshizhib chhash zhhab yshon dzhal eng tråj Cal Morris (anoche nos llegó una carta de la reina de Sereia, en ella nos decía que nos declararía la guerra si no le entregábamos a Cal Morris).  
La muchedumbre comenzó a murmurar, unos a favor y otros en contra de cumplir las exigencias de la reina, Dancen y Zander trataban de calmarlos, pero eran incapaces. 
Up shi! Dzhal Cala o ång shi pam (¡Basta ya! No podemos entregarla) —intervino Seth subiéndose a la tarima. 
Seth rnguzh tzhash, dzhal shja skam cngash lkigh (Seth tiene razón, debemos encontrar otra solución) —dijo Zander. 
Dancen declaró que debían comenzar a entrenar y preparar armas y estrategias para estar listos frente la amenaza de sus vecinos, ahora lo que debían hacer era decidir cómo iban a preparar a Cal.

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Sentada tras su gran escritorio, la reina esperaba la respuesta del jefe de Helah, su mayordomo entró en el despacho y le entregó una carta escrita en un papel de color amarillento y cerrado con un sello de cera negro.

 

Buenas, majestad, soy Dancen. Hemos sopesado su oferta, pero nos sentimos obligados a rechazarla. No deseamos una guerra, pero nos es imposible entregarle a Cal Morris. 

Saludos, Dancen.

 

 La mujer chilló y estrujó la carta con rabia, hizo llamar al jefe de los guardias, un hombre robusto que no tardó en llegar. 

—¿Están listos?

 —Casi mi señora. 

—Enséñamelos —se podía ver la ira en los ojos de la mujer. 

Subieron a un coche que les llevó hasta unos grandes bloques de edificios, en ellos había vastos terrenos donde se podían apreciar multitud de personas haciendo distintas actividades físicas, todos los espacios estaban rodeados por altas vallas metálicas. 

Pasaron varios controles hasta llegar al interior, allí los recibieron un par de guardias, que parecían montañas al lado del pequeño médico, que jugaba nervioso con sus manos. 

—Bue… Buenos días, majestad, s… Soy el doctor Codrus, el encargado jefe del proyecto —la voz aguda del doctor temblaba ante la presencia de la monarca. 

—Enséñamelos —ordenó ella. 

—Com… Como desee. 

Caminaron hasta llegar al patio que habían visto de lejos al llegar. Todos allí estaban vertidos de blanco y tenían marcas negras en su piel, al darse cuenta de la presencia de los desconocidos, formaron en dos filas creando un pasillo, por el cual la reina caminó, observando detenidamente a cada uno de ellos. 

—¿Cuándo estarán listos? 

—No lo sé majestad, aún no hemos conseguido todos loa datos que necesitamos y… 

—En los próximos días le declararemos la guerra a la isla de Helah, deben estar listos para entonces. 

—No creo que sea posible. 

—Hazlo. 

La reina se dio la vuelta, caminando por donde habían venido y se marchó.

 —Ya habéis oído, a entrenar —ordenó uno de los guardias.

Caminó hacia su pequeño despacho, leyó los informes de los sujetos, buscando algo que le sirviese para acelerar su entrenamiento, pero fue interrumpido por una enfermera.

 —¿Se ha ido ya doctor? 

—Sí, vio a los sujetos y se fue. 

—¿Le habló de la fuga de la sujeto 661?

 —¿Quién?

 —Creo que su nombre era Nesta, aún la estamos buscando. 

—No se lo he mencionado, llevad esta desaparición con la mayor discreción posible, ¿entendido? 

—Sí.

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El ruido despertó a Cal aquella mañana, por la cantidad de luz que entraba por la ventana supuso que era bastante tarde, se levantó y salió de la habitación dispuesta a descubrir que causaba ese ruido. En el salón encontró a Dhara acompañada de Zander. —Ey, ¿qué tal has dormido? —preguntó la pelirroja acercándose a ella —quiere hablar contigo a solas —le susurró al oído —tengo que hacer un par de cosas, os dejo hablar tranquilos luego nos vemos. 

Salió de la casa, Cal se sentó en frente de Zander, dispuesta a escuchar lo que este tenía que decirle.

 —Tenemos que empezar a prepararnos —comenzó él. 

—¿Para qué? 

—Dentro de poco Sereia nos declarará la guerra y debemos estar listos, Cal, tú eres nuestra única esperanza de vencer porque… 

—Porque tengo un don especial, ya lo sé me lo has dicho varias veces, pero dime qué es, quiero ayudar y no podré si no me lo cuentas. 

—No puedo contártelo, pero por favor de ahora en adelante reúnete conmigo cerca del lago, desde allí te enseñaré donde vamos a entrenar. 

—Frena el carro, ¿entrenar el qué?

 —A ti, tu don. 

—Y ¿por qué no usamos el deseo que ganamos por vencer al om? ¿No podríamos evitar la guerra así? 

—No es tan sencillo, Cal, es mejor guardarnos ese as bajo la manga, por si llega un momento en el que lo vayamos a necesitar. 

—Vale, ¿algo más? 

—No, eso es todo. Se levantó y salió de la casa, pocos minutos después entró Dhara. —Dime, ¿qué quería? 

Cal le relató todo lo que Zander le había contado, se la notaba estresada, todo lo sucedido recientemente la tenía muy nerviosa, Dhara se levantó y calentó algo de agua, usando sus poderes hizo crecer una flor que echo en un vaso para preparar una infusión que luego le entregó a Cal.

—Esto te ayudará a relajarte.



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En el texto hay: aventura, magia, fantasia juvenil

Editado: 25.02.2023

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