Al entrar en la casa encontraron a Cal y Dancen en el suelo, hablando. Al sentir la luz proveniente de la puerta se giraron, una sonrisa se dibujó en la cara de Cal cuando reconoció a Dhara, esta se acercó a su novia para abrazarla.
—Me alegro de verte, ¿estás bien? —preguntó la pelirroja mientras buscaba lesiones en Cal.
—Me duele la cabeza y poco a poco voy viendo mejor —miró a la figura que estaba detrás de Dhara, achinando los ojos, tratando de reconocerla —¿papá?
La pelirroja se apartó para dejar que el hombre se acercase a su hija, este acarició la mejilla de Cal y la abrazó dejando caer una lágrima que se deslizó por su mejilla hasta caer en el hombro de la chica.
—Me alegro de que estés bien.
—Pe… pero ¿qué haces aquí?
—La reina nos trajo a tu madre y a mí, pero mejor te lo cuento luego.
Mientras ellos hablaban, Dhara miraba con horror a Dancen, se acercó a él para tratar de curar sus heridas, hizo crecer una planta cuya flor dorada emitía un sutil brillo, cortó una de sus hojas y se la metió en la boca.
—Mastica, esto aliviará el dolor.
Después arrancó la flor y fue poniendo pétalos sobre las heridas de Dancen, estos empezaron a brillar, tanto que desde fuera pudieron ver el resplandor.
—Creo que tendríamos que irnos —dijo Nale poniendo objetos delante de la puerta, pero esto no impediría que los guardias entrase, solo retrasaría lo inevitable.
Entre Dhara y Nale levantaron a Dancen y lo llevaron hasta la parte de atrás de la casa, donde el padre de Cal usó sus poderes para hacer un agujero en la pared. El rayo de luz atravesó el muro y sin mirar atrás, el cuarteto corrió por las destruidas calles de Garin hasta que dieron esquinazo a sus perseguidores.
Tras asegurarse de que ya nadie les seguía fueron al almacén donde estaban los niños con Seth, habían acordado con los demás encontrarse en el bosque, fuera de la ciudad, así que se pusieron en marcha para llegar hasta una parte de la muralla que estaba medio derruida.
Cal y Nale fueron los primeros en cruzar, ayudaron a los niños a cruzar, luego a Ev y por último cruzaron el resto, Dhara se tropezó cerca de donde estaba Cal, dando tiempo a que esta lo viese y le diese tiempo a reaccionar, agarrándola y evitando que cayese.
—Gracias —le dijo Dhara sonriendo.
—No hay de qué —contestó Cal devolviéndole la sonrisa.
Se internaron en el bosque en busca de una cabaña que había cerca de allí para que los comerciantes descansasen en sus travesías.
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—¿Es qué no conoces a tu propio marido? —reprendía la reina a la madre de Cal.
—Yo… Yo creía que sí —tartamudeó la mujer.
—Yo creía, yo creía ¡Pues ya ves que no! —la cara de la reina se había tornado de color rojo —¡Tu marido es un sihiri! ¡Y le hemos traído hasta ellos!
—Lo… Lo siento, pero majestad —comenzó a decir la madre de Cal a la vez que apretaba fuertemente los puños —le juro que le ayudaré a acabar con todos los sihiris, empezando por el embustero de mi marido.
—Me parece bien —contestó la reina.
—Pero tiene que dejar que lo haga yo.
—¿El qué? —la reina levantó una ceja, le gustaba la energía de esa mujer.
—Matar a mi marido —después de oír eso, la reina soltó una carcajada.
—Tenemos un trato.
Nesta observaba desde lejos, había visto a esa mujer enfadada mil veces, pero ninguna había sentido el terror de ese momento, había pasado de amar a su marido, a odiarlo, e incluso prometer matarlo. Ella también había traicionado a su mejor amiga, pero jamás sería capaz de matarla con sus propias manos.
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Al llegar a la cabaña, uno de los sihiris que les habían ayudado se llevó a Ev para ver si con su magia curativa podía hacer algo, pero no consiguió nada, la pierna del chico llevaba sin riego demasiado tiempo y los tejidos habían comenzado a morir, para evitar provocarle una infección a Ev limpiaron a conciencia un pequeño baño, para amputarle la pierna y hacer que cicatrizarse en el momento con magia. Mientras tanto, el resto se repartieron turnos para vigilar por si la reina o sus tropas les habían seguido.
Pasaron las horas y todo estaba completamente en silencio, los niños, Ev y Dancen se encontraban durmiendo mientras que los otros conversaban y lloraban a los que habían caído en la batalla. Todos estaban acompañados, salvo Cal, que estaba alejada del resto, sentada en la oscuridad apoyada en un árbol cercano.
—¿Cómo estás tan sola? —el escuchar la voz de Dhara la hizo sonreír.
—Quería estar a solas con mis pensamientos.
—Bueno, pues ahora estás conmigo y con tus pensamientos, ahora en serio ¿qué te pasa?
—No quería que nada de esto pasase.