Crónicas de Aneal- Relatos de un cazador I: Ecos del pasado

Capítulo 2.-Comienza el viaje

Caminé largas horas hasta ser consciente de la oscuridad que me rodeaba. Las estrellas brillaban altas en el firmamento; podían ser mis guías. Las palabras de mi señor padre resonaron en mi mente: aquellas lecciones para guiar nuestro camino. Recordé su impasible semblante tras su barba, mientras trazaba nuestro destino en el cielo. Pude saber dónde me encontraba: en la cercanía de Hrohuldur, las Montañas Susurrantes.

Alguna vez mi señor padre me narró historias de esa zona misteriosa, famosa por sus desapariciones sin explicación, algunas veces atribuidas a extrañas apariciones. Un buen lugar para iniciar mi búsqueda: en las montañas estaba escrito.

Subí a un árbol para encontrar refugio donde descansar hasta el amanecer. El viento helado se colaba entre mis prendas, haciéndome añorar el calor de mis canes. Mi mente viajó hacia Ari, esperando que no se estuviera congelando. El pasado me arropó hasta caer rendido: los recuerdos, la nostalgia.

El camino hasta el primer poblado tomó más días de lo que esperaba. Dada la amplia mitología que debía tener el sitio, comencé a interrogar a todos quienes me encontraba sobre historias de criaturas extrañas. Al inicio solo eran algunos leñadores aislados, cumpliendo con su faena y haciendo estremecer el bosque con cada golpe de su hacha. Ninguno parecía conocer historias como esas.

—Esas leyendas quedaron atrás desde la edad de las bestias. Que el viento guíe tu camino al siguiente destino.

La voz quiso sonar firme, cortante, pero era la de quien repite una verdad impuesta, sin emoción. Detuvo su trabajo un momento, como si fuese a agregar algo. Pero solo continuó sin mirarme; el hacha sellaba sus palabras.

Para el atardecer me encontré con un grupo de niños jugueteando en la nieve, que día con día aumentaba su presencia. Sus risas se congelaron al verme; huyeron cuando les pregunté por leyendas locales. No pasó mucho tiempo antes de que un fornido anciano me increpara.

—¿Tú eres quien pregunta sobre leyendas de criaturas?

—Así es, honorable. ¿Hay alguna información que pudiera compartirme?

—Hace tiempo hemos olvidado esas leyendas. Vuelve por dónde has venido o sigue al viento a tu próximo destino.

—Excúseme, honorable, pero mi señor padre llegó a contarme muchas leyendas provenientes de este sitio. Es bien sabido que Hrohuldur es un lugar místico.

—Lo es, al igual que esta aldea. No por nada se llama Kardrunar. Aquí inician las peregrinaciones hacia las cimas de las montañas en Hrohuldur. Pero hemos olvidado los horrores a los que las bestias nos sometieron. No sé qué hayas escuchado, pero nada es verdad.

—¿Pudiera darme una pista para mi búsqueda, honorable? De cazador a cazador.

El anciano intentó disimular un pequeño respingo. Su mirada se desvió hacia la nada.

—¿Qué te hace creer que soy cazador?

—Su cuchillo es similar al mío, hecho para cercenar y apuñalar; sirve igual para el combate y la supervivencia. Su bolso es claramente un torhjal, no un brudkar. Solo cazadores y guerreros lo utilizan, y no hay conflicto que nos llame a ser guerreros.

Él instintivamente llevó su mano al cuchillo. Sus ojos seguían perdidos al vacío, pero miraban algo; posiblemente viejas hazañas.

—Algo te diré, de cazador a cazador, y no quiero que vuelvas a mencionar las viejas leyendas de bestias. Hay una vieja cabaña en aquella dirección. Si te apresuras, llegarás pocas horas después del anochecer. Allí vive otro viejo cazador: Valdrik Runfeld.

El nombre bastó para helarme la sangre.

—Y es tan temible como su nombre. Recuerda mencionar que Grunthar Skarok te envía, si no quieres que ese viejo te aplaste con su maza.

—Así lo haré. Gracias, honorable, buena caza.

—Buena caza… y que el viento guíe tus pasos.

Como Grunthar predijo, la oscuridad cubrió el ambiente antes de que pudiera alcanzar mi destino. Afortunadamente, podía vislumbrar un lejano resplandor que guiaba mis pasos. La nieve comenzaba a nublar un poco mi visión. Sacudía de forma esporádica mis hombros, y mis botas se hundían a mayor profundidad conforme subía la pendiente. Mis piernas comenzaban a quemar cuando el resplandor comenzó a mostrar el contorno de la cabaña. La humareda gris se elevaba en informes girones, prometiendo calor y descanso me hizo apresúrame.

—El viento ha guiado mis pasos. Alvar Skogsen, hijo de Ulrik Skogsen, cazador de Andaberg viene en paz.

Me mantuve inmóvil a una distancia prudente, aunque la nieve comenzaba a intensificarse. El aullar del viento comenzaba a volver un lamento. Los copos golpeaban mi rostro como finas navajas heladas. La cabaña, aún a la distancia que me encontraba, comenzaba a desvanecerse en el manto blanco. Mis pasos hacían crujir la nieve al acercarme. La puerta retumbó ante mi puño, con un sonido apenas audible contra el viento. Volví a anunciarme.

—El viento ha guiado mis pasos. Alvar Skogsen, hijo de Ulrik Skogsen, cazador de Andaberg viene en paz.

—¿Qué te hace pensar que el viento me ha anunciado tu nombre?

La voz resonó por sobre el viento, como un cuerno de combate. Una gran ráfaga amenazó con arrancar mi Torhjal de la correa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.