Crónicas de Aneal- Relatos de un cazador I: Ecos del pasado

Capítulo 6.-Después de la tormenta

El Arnthurk se debatía bajo las garras del dragón. El ave movía su cuello lo justo para evitar el golpe mortal, que su atacante intentaba asestar con sus mandíbulas. Empujaba e intentaba rasgar con sus patas el pecho de su rival, mientras lastimeros graznidos inundaban el ambiente. Los zarpazos hacían saltar escamas, pero la resplandeciente criatura no parecía inmutarse; en aquel momento me parecía distinguir pesadumbre en su escamoso semblante.

Con lo que parecía una calma impropia para el momento, la bestia blanca hizo un leve movimiento para aplastar aún más a su oponente; el ave esta vez chilló. La cabeza del dragón se elevó, preparando el último golpe. Pero algo cambió. El gaznate del Arnthurk comenzó a hincharse, y antes que las fauces descendieran, de su pico emergió un torbellino que lanzó por los aires a su atacante. En los aires, este giró por algunos momentos antes de caer sobre su lomo, con un estridente retumbar. La tierra tembló y varios árboles fueron aplastados; polvo y astillas saltaron por todas partes. En un instante se incorporó, dando una voltereta y ofreciendo su costado al ave.

La plumífera bestia volvió a inflamar su pecho, pero esta vez dio varios brincos que asemejaba una danza de advertencia. El eco de su alarido desafiante pareció hacer recular a su oponente. Ambas criaturas se miraron, como si esperaran un error del otro, pero ninguno parecía querer ceder. El titán blanco se lanzó con las mandíbulas por delante, pero su enemigo voló y le cerró las fauces de un golpe de su puntiaguda lanza ósea. El dragón le golpeó con un movimiento de las alas, desequilibrándolo. Después, un golpe barrido de cola lanzó al ave contra la pared de una montaña; la suerte quiso que golpeara encima los picos de la base. Esta vez el chillido se sintió más furioso que lastimero.

El demonio negro alzó vuelo, haciendo crecer su buche en una larga inhalación; el silbido del aire que entraba disminuía conforme su tamaño aumentaba. El pecho del ave alcanzó un tamaño similar al de la propia criatura. Un resplandor blanco comenzó a surgir de entre los colmillos del dragón. Aquello fue suficiente para darme cuenta de que debía comenzar a huir. Valdrik apenas era visible en el horizonte. Intentaba esquivar árboles y rocas. Aunque mis músculos parecían gritar cada vez que escalaba algún obstáculo insorteable, ahora no era momento de ceder. Una gran luz a mis espaldas me indicó que no podría alejarme más. El estruendo llegó después, como el rugido de un dios furioso; así debía sonar el grito de guerra del gran Fandor. Algo me golpeó por la espalda, aunque sigo sin saber qué fue. Tampoco importó. Las fuerzas me abandonaron, la luz se apagó y todo quedó en silencio.

No fui consciente de cuánto tiempo pasó. Pero sentí como si levitara, en un espacio vacío… aunque la realidad es que no lo estaba. Solo no podía comprender que era lo que me rodeaba, algo inmaterial pero presente.

—¿Qué es lo que estás buscando? ¿Qué buscas de mí?

La voz parecía resonar en mi cabeza, su tono era alto y potente, retumbando con un eco que no me aturdía y a la vez parecía amortiguada.

—¿Quién eres? —respondí, sin mover mis labios o escuchar el sonido de mi voz. La sensación era similar a la voz que me hablaba.

—¿Cuál es tu propósito? ¿Por qué nos persigues? —insistió.

Creía entender la naturaleza de la voz, pero eso no era posible.

—Solo quiero entenderlos, comprender su naturaleza.

—¿Y por eso vas armado y listo para la guerra?

Las palabras las sentí acusadoras. Sentí mi sangre hervir, pero… no de manera física, pues carecía del calor en el rostro.

—Yo no busco la guerra. Ustedes son los que invaden nuestros territorios —repliqué.

—¿Quién les ha nombrado señores, más que su propia vanidad? Como cazador, deberías comprender que el equilibrio del mundo natural se rige por la ley del más fuerte.

La respuesta fue cadente, como si cada palabra fuera medida.

—Pero… lo somos por derecho. El gran Fandor nos legó el derecho después de la guerra contra las bestias.

—El derecho fue concebido solo sobre ustedes mismos. Se conocía la naturaleza humana, el fuego de su avaricia. El reclamó fue de humanos, hacia humanos. Ustedes no gobiernan sobre las aves del cielo, las criaturas de los bosques o bajo las montañas.

—Como cazador… servimos como equilibrio. Si algo amenaza nuestras tierras, somos los encargados de defenderlas. Las bestias fueron eliminadas por un motivo.

Sentí calor emanando de la voz de con quien hablaba. Parecía quemar mi voluntad.

—¡Solo fueron liberados de su yugo! ¡Se intentó restaurar el equilibrio, no establecer nuevos tiranos y verdugos! ¡Son solo egoístas monos sin pelo sin comprensión de fuerzas mayores!

Esta vez la potencia de la voz se sintió como un golpe directo. Sentí como si apretara los ojos, intentando calmar el dolor en mi cabeza. También tuve la sensación como si mi cuerpo rebotara en el sitio donde me encontraba recluido, impactando solo con la cabeza.

Ahora la voz pareció aliviar mi punzada con su susurro.

—Hay misterios antiguos que no están listos para develar.

Ahora me sentí caer a un vacío infinito. La velocidad aumentaba a cada momento. No había sonido de aire, o su roce contra mi cuerpo; solo aquella sensación de algo desconocido rodeándome.




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