Crónicas de Anthir: Coronas y Corazones

Visita Inesperada

Un soldado con semblante pálido entró con desesperación ante la presencia del rey.

—¡Mi Rey! Dos hombres extraños están llamando al portón por vuestra majestad. —El hombre estaba calado por su propio sudor—. Se rehúsan a dar el motivo de su presencia. Cada vez que algún soldado se les acerca estos terminan heridos, ¡es imposible entablar conversación alguna!

—Preparen mi armadura y caballo. Hagan llegar la noticia a Lakan. —Narantriel se levantó del trono con ímpetu—. ¿Quiénes son estos para venir a mi hogar y herir a mis hombres? —refunfuñó, luego juntó a sus mejores hombres y partieron al portón principal.

Los ciudadanos empezaban a cuestionarse qué era lo que estaba sucediendo.

—¿Será que nos están atacando? ¿A qué se debe tal desplazamiento del rey? —preguntaba uno de los mercaderes a sus camaradas.

Asustados fueron a refugiarse en sus hogares, después de mucho tiempo vieron vestir a Narantriel su armadura completa. Algo llamativo estaba sucediendo.

Al llegar al portón, los soldados se encontraban en plena desesperación. Se escuchaban los gritos de agonía detrás de las murallas. El rey subió los escalones de dos en dos hasta llegar al adarve, se apoyó por una de las almenas y pudo ver a sus letales visitantes, entonces con autoritaria voz se dirigió a los extraños.

—Quiénes son ustedes para venir a mi reino y amedrentar a mis hombres. ¿Acaso son enviados de las tropas negras? —desenvainó su espada y los señaló—. ¿Cuál es el motivo de su visita? Respondan o mueran.

Luego de estas palabras uno de sus soldados se acercó a Narantriel y le explicó la situación:

—Ambos simplemente permanecen callados y quietos como estatuas y, cada vez que intentamos repelerlos terminamos siendo lacerados. —El soldado miró con recelo hacia los extraños.

—Queremos ver al Rey —nombró con áspera voz uno de ellos.

—Pues están en su presencia. Ahora pagarán con la muerte su insolencia. —En aquel instante apareció Lakan y le dijo a Narantriel que él se bajaría para comprobar de quienes se trataba, el rey asintió con la cabeza.

El guardián mandó a pedir que abrieran el portón y los soldados así lo hicieron. Todas las miradas estaban puestas en Lakan, al acercarse a los rebeldes visitantes desenvainó su espada y cuando se acercó lo suficiente uno de ellos lo atacó directamente.

Los guerreros se defendían con naturalidad, la manera que tenían de pelear era admirable. Cada golpe que estos intercambiaban parecía estremecer la tierra. Los soldados murmuraban preocupados, ya que podían ver cómo ambos hombres hacían frente al mismísimo Lakan. Sus espadas no caían, los frenéticos movimientos no disminuían su ritmo y los sonidos metálicos conformaban una incesante melodía.

Siguió la lucha hasta que en cierto punto estos tres bajaron sus armas.

—Los he estado esperando —dijo Lakan con el mentón erguido—, pensé que se habían olvidado de sus obligaciones —negó con la cabeza—. Han herido a hombres inocentes que cumplían con su deber, están en deuda con ellos —envainó su espada—. Sean bienvenidos. Arktruim Guardián de los Cielos y aquel que cuida las profundidades… Miroth —los recibió Lakan extendiendo los brazos.

Escuchando esta noticia todos quedaron sorprendidos. El rey bajó por las escaleras y salió al encuentro de los Guardianes. Se colocó frente a ambos y primero posó la mirada en Arktruim, era rubio y un fleco en forma de trenzas cruzaba toda la parte derecha de su rostro; su vestimenta era de un rojizo oscuro, sus ojos eran como el café y una llamativa cicatriz partía su ceja derecha, luego clavó la vista en Miroth que presentaba una peculiar característica, tenía el cabello largo de color gris, sus prendas azuladas hacían lucir su alta estatura, era caucásico, poseía una mirada filosa y su postura irradiaba elegancia.

—Narantriel, te presento a mis hermanos, Arktruim y Miroth.

A partir de ese momento, por primera vez, ambos guardianes convivirían con los hombres. El rey, por su parte, explicó lo sucedido a los soldados dejando el altercado atrás y dio la bienvenida a los nuevos visitantes que fueron recibidos y acogidos en el castillo.

Narantriel hizo un llamado al Gremio de los Caballeros Sabios para presentarlos y después del acontecimiento, Arktuim se acercó a Lakan deseando entablar una conversación a solas. El barbudo guardián los llevó a un monte que se encontraba en las afueras de la ciudad -uno de los lugares preferidos de Lakan-, al llegar se sentaron sobre unas rocas que parecían ser esculpidas a mano, excepto Miroth que se apoyó con los brazos cruzados por un mohoso tronco.

—Veo que te has motivado con estos hombres, Lakan. El tiempo con ellos te ha vuelto más débil, lo pude notar en tus golpes. ¿Será que te has dejado llevar por alguno de ellos? —señaló Arktruim con un tono de burla.

—Estas personas son de admirar —hizo un ademán hacia la ciudad que resplandecía por las velas y antorchas que minaban el lugar—. Si bien son débiles, pero tienen un fuerte espíritu e inquebrantable voluntad.

—Eso lo comprobaremos… —musitó Miroth.

—Sigo teniendo mis dudas, sin embargo me parecen excepcionales, porque, a pesar de sus límites, lo intentan una y otra vez —se puso de pie—. Pude sentir algo por primera vez, algo que pareció apretujarme por dentro.



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En el texto hay: misterios, caballeros y espadas, guerras y pasiones

Editado: 09.11.2019

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