Crónicas de Anthir: Coronas y Corazones

El día Clave

Las calles estaban colmadas de gran alboroto y bullicio. El reino parecía un nido de hormigas. Las personas iban y venían con sus bultos y carruajes, el flujo de compra y venta de todo tipo de mercaderías era incalculable, las armerías yacían repletas de muchos novicios en busca de las mejores armas para poder presentarse en aquel legendario llamado a ser miembro de los grandes guerreros del reino. Aquellos que no poseían suficientes recursos se las ingeniaban y recreaban sus propias armas.

En medio de todo el ajetreo las trompetas y tambores empezaron a  escucharse. Todos guardaron silencio y observaron aquel inconfundible estandarte del mismísimo Rey Narantriel que iba acompañado de sus fieles caballeros y los guardianes. Cuando el silencio se apoderó del lugar el rey empezó su discurso.

—Hoy comienzan a caminar por una nueva senda. Con cada paso que den, forjaran su destino. Dependerá de ustedes dar lo mejor y alcanzar el prestigioso lugar de ser un caballero del reino, que pelea por la justicia, que defiende al débil y está dispuesto a dar su vida por estas murallas. ¡Ahora, dirigíos al campo de entrenamiento para dar comienzo a los entrenamientos! —ordenó Narantriel. Escuchando esto, todos los aspirantes gritaron enardecidamente.

—¡Llegó el día Robfrid! —dijo Harv mientras salían al campo entre la apretujada muchedumbre.

—Sí, ahora nos toca demostrar lo que valemos. Gunterling, sostente bien de mis hombros, ¡esto es un caos!

—Me sostengo lo más fuerte que puedo Robfrid. Sin tan solo pudiera ver en este momento… —dijo un poco decepcionado.

—No te preocupes, estoy seguro de que saldrás victorioso en cada prueba —dijo Harv dándole palmadas alentadoras por la espalda.

Transcurrido un buen tiempo los aspirantes se encontraban en las afueras de la ciudad en medio de un inmenso campo rodeado de frondosos árboles, era el lugar perfecto para llevar a cabo las prácticas.

El sol brillaba como nunca aquel día, el cielo estaba despejado y una suave brisa se paseaba entre la multitud calmando un poco el calor abrazador.

—¡Silencio, y presten atención a las indicaciones que se darán para las divisiones de las tropas! —Las gruesas venas de su cuello palpitan mientras hablaba—. ¡Se tendrá en cuenta de donde provienen, aquellos del norte entrenaran con Arktruim, los que provienen del sur con los caballeros del Rey, los del Reino y el este irán con Lakan y aquellos del oeste con Miroth! ¡Qué esperan, muevan el trasero! —dijo el prepotente caballero.

—Iremos con Lakan —se frotó las manos de la emoción—. La verdad no me gustaría estar con el gruñón de Miroth —dijo Robfrid mientras        caminaban apretujados por el tumulto.

—Me da igual. Aquí no habrá privilegios, seremos tratados como uno más del montón. Todo dependerá de nuestro desempeño —respondió Harv mientras sostenía fuertemente a Gunterling del hombro.

Al poco tiempo, la muchedumbre ya cumplió con la orden y cada grupo ya se encontraba posicionado en su porción en el campo y los líderes empezaron a dirigirse a sus aprendices.

El grupo más violento eran los del oeste, ya que los aspirantes provenían de los pueblos más indisciplinados y problemáticos. Siempre estaban implicados en constantes enfrentamientos y nunca dejaron que el reino interviniera en sus asuntos. Siempre estuvieron al margen de todo, pero nadie podía discutir, ni poner en duda la ferocidad de ellos.

Miroth caminaba entre los sudorosos cuerpos con mirada arrogante. Inspeccionó las filas y luego se colocó frente a los temibles hombres.

—Cierren la boca y presten atención. Solo repetiré una vez mis palabras, si valoran sus miserables vidas estén atentos. —dijo frunciendo el ceño.

El Guardián siguió observando al inquieto grupo y, en medio del bullicio, escuchó a alguien gritar entre el tumulto.

—¡Necesitamos una demostración¡ —Un fornido hombre rompió las filas del frente—. Hemos escuchado sobre los guardianes, pero nos vendría bien alguna demostración. ¿O será que solo son ilusorias historias los que nos contaban de niños?

Las palabras del altivo hombre enloquecieron a la muchedumbre y levantaron sus armas.

—Escoge a cinco de tus mejores hombres —dijo Miroth.

El aspirante eligió a los más rudos de su grupo y fueron junto al Guardián. Los escogidos poseían buena musculatura y portaban armas que harían temblar a cualquiera.

La gran turba empezó a armar una especie de ronda para dar comienzo al espectáculo.



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En el texto hay: misterios, caballeros y espadas, guerras y pasiones

Editado: 09.11.2019

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