Crónicas de Anthir: Coronas y Corazones

Pérdidas

Los destellos del sol intentaban abrirse paso hacia la aglomerada cortina de neblina que cubría los alrededores del bosque, la diferencia entre el día y la noche era ínfima, la noción del tiempo parecía no existir en aquel lugar y, los únicos seres que sobrevolaban eran cuervos de desagradable apariencia.

Los aspirantes, al despertarse sentían un ambiente pesado difícil de respirar, esto causaba mareos y debilidad corporal, algunos apenas lograban mantenerse de pie. La visibilidad era escasa de solo unos pocos metros, el fuego no duraba mucho debido a la densa humedad. La verdadera prueba recién estaba comenzando.

—Siento que mi cabeza está por estallar, casi no puedo respirar. ¿Tú cómo te sientes Gunterling?

—Sí, es porque que el bosque está rodeado de montañas y es un terreno bastante empinado, mientas caminábamos pude sentir la inclinación al que nos sometíamos, pero no solo es eso, los árboles de aquí en su mayoría contienen plantas venenosas. —El aspirante se puso de pie y empezó a realizar algunos estiramientos—. Los pocos animales que habitan aquí de seguro tendrán una carne muy dura, hablaré con el Capitán y Tilnerin. Debemos de salir lo antes posible de aquí, caso contrario moriremos todos ya sea de hambre, enfermedad y porque no locura... este ambiente me limita bastante —se lamentó dejando escapar un leve suspiro.

El otro aspirante se puso a duras penas las botas y fueron a buscar la tienda del capitán. Mientras caminaban, Gunterling escuchaba el chillido de las respiraciones de sus compañeros, lo cual sería uno de los grandes obstáculos juntamente con la orientación.

—Llegamos —dijo su compañero.

El capitán se había instalado cerca de una pequeña corriente de agua que se adentraba al bosque.

—Capitán, quiero hablarle sobre algunos temas —dijo Gunterling tosiendo dentro de la tienda.

—Por aquí… —se escuchó una débil voz.

Gunterling palpando a su alrededor intentaba ubicarse. El ambiente lo afectaba bastante y, mientras seguía procurando encontrar el lugar chocó con una persona y sintió sus dotes femeninos, rápidamente se disculpó ya que sabía de quien se trataba.

—Lo siento Tilnerin, no me he percatado de la presencia de nadie. He escuchado una débil voz, parecía ser la del capitán.

—No te preocupes, también he venido en busca de tu superior, pero… no he escuchado ninguna voz. He recorrido toda la tienda, y sigo sin encontrarlo.

De vuelta llamaba aquella voz, esta vez dijo ayuda.

—¡Lo he vuelto a escuchar!, si no se encuentra aquí...

—¡Demonios! Sujeta mi mano y dime hacia dónde dirigirme. Mantente concentrado y guíame —exclamó Tilnerin.

A medida que lo escuchaba Gunterling guiaba a su compañera, fue así que lograron encontrar al capitán. Este yacía tirado al costado de la pequeña creciente de agua que corría cerca de su tienda. Ambos corrieron para socorrerlo, giraron su cuerpo y, cuando Tilnerin lo vio se le escapó un gemido. El hombre estaba pálido con los ojos desorbitados, tenía los pómulos hendidos y la quijada entumecida. La capitana empezó a buscar algún tipo de herida, entonces fue que encontró en su brazo izquierdo una pequeña mordedura del cual emanaba un líquido amarillento.

—¡Ayúdame a levantarlo! ¡Tenemos que llevarlo rápido, acostarlo y detener la circulación del veneno!

Mientras lo cargaban con sumo esfuerzo al fornido capitán, escucharon otro grito cerca lugar. Cuando llegaron a la tienda, lo recostaron y empezaron a desmantelar su armadura, el soldado se retorcía de dolor y gritaba desesperado. Luego, empezó a brotar sangre de su nariz y, el color de su brazo se había vuelto de un color morado oscuro, el veneno invadió con facilidad todo su cuerpo.

—¡Presiona fuerte aquí! —Tilnerin colocó ambas mano de Gunterling sobre la herida—. Iré a buscar las hierbas, por ningún motivo dejes de apretar.

El joven presionaba con todas sus fuerzas mientras escuchaba el gemido de dolor, podía sentir como el cuerpo se retorcía de lado a lado. En medio de la agónica escena sintió un fuerte apretón en su hombro.

—Escúchame bien... serán mis últimas palabras… no quiero morir sin honor, no dejaré que esto me arrebate la vida. Toma tu espada y traspasa mi corazón, quiero morir con orgullo.

— ¡No morirás! Tilnerin traerá las hierbas y sanaras, solo aguanta.

—Necio... sabes que una picadura como ésta es muerte segura. Ahora desenvaina tu maldita espada y haz lo que te digo —nuevamente tosió y escupió una gran cantidad de sangre—. ¡Es una orden! Eres un buen chico Gunt… prométeme que guiaras a destino a estos miserables, no permitas que mueran —volvió a echar sangre por la boca. Luego escuchó el sutil sonido de una espada siendo desenvainada y sintió la tambaleante punta metálica sobre su pecho—. Vamos muchacho, hazme sentir de nuevo orgulloso. —Después de estas palabras la ancha hoja de la espada lo penetró tal cual deseaba, su agonía se detuvo y dio su último suspiro.

Tilnerin entro rápidamente y, cuando vio lo sucedido dejó caer las hierbas. La escena era desgarradora, inclusive para aquella dura mujer. El muchacho estaba de rodillas al costado del lecho, aún sostenía la espada que estaba clavada en el pecho del capitán mientras lloraba amargamente por la muerte de su amigo. Luego, se puso de pie y sacó la espada bañada en sangre, lo sacudió varias veces y volvió a meterla en su vaina.



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En el texto hay: misterios, caballeros y espadas, guerras y pasiones

Editado: 09.11.2019

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