Narantriel, sentado en una elegante silla de madera tallada con finos detalles permanecía con la mirada hundida en su anillo del cielo recordando su larga travesía y aventuras para conseguirlo, como también su apasionante servicio a su amado rey en aquellos tiempos. Añoraba aquellos tiempos pasados, luego posó la mirada por aquel gran ventanal y detenidamente observó todo lo extenso del reino que estaba bajo su cuidado.
Los niños correteaban por los pasillos de la ciudad, las personas comerciaban con alegría, los pequeños teatros que se realizaban en cada esquina brindando sonrisas a su público; hombres que compartían experiencias en las tabernas con una buena cerveza, mujeres que compraban las telas más exóticas. Cada uno de los pequeños acontecimientos llenaba de melancolía al rey, ya que todo eso podía acabarse en cualquier momento. Las sonrisas podrían convertirse en llanto, aquellos momentos, sueños y anhelos podrían desaparecer en solo un instante. En ese ínterin alguien tocó la puerta.
—Estoy ocupado —nombró Narantriel.
—Soy yo —dijo alguien.
Narantriel se levantó pensativo y fue hacia la puerta.
—Lo siento… no sabía que eras tú.
Sophitia entró y tomó asiento cerca del rey.
—Esa mirada la conozco. ¿Qué es lo que te sucede Narantriel? —cuestionó la mujer con suave voz.
—El consejo se reunirá hoy. Hablaremos de algo del que he estado huyendo en todo este tiempo. La noticia será un duro golpe para todos, enterarse de que un caballero sabio es el responsable y artífice de todo este desastre será un duro golpe para cada uno pero, lo que realmente me consume… es que pudo encontrar el secrektum.
—¿Cómo es posible? Acaso no fue oculto en los confines del continente donde nadie pudiera hacerse con él, ¿quién te ha dado la trágica noticia?
—Miroth... tiempo atrás tuvo una pelea a solas con el encapuchado. Nadie sabe lo que pasó aquella vez dentro del bosque. Lo cierto es que, ha escuchado el relato de un hombre que vive en las afueras, lo cual lo llevó a hacerse ciertas preguntas. No tardó mucho en descubrir mi secreto, fue él quien me obligó a reunir a los caballeros para contárselos.
—Estoy de acuerdo, los guardianes son muy importantes para nosotros al igual los caballeros sabios. Será un duro golpe pero la verdad nos mantendrá unidos.
—Esto va más allá que una simple guerra de poder, esta guerra no solo es de los hombres, sino también de los otros reyes. Son muchos los misterios que aún permanecen latentes.
—Querido… no estarás solo, posees el apoyo de todos, lo puro y noble siempre prevalecerá sobre lo oscuro. —Sophitia le regaló una suave caricia y un profundo beso a su amado y se retiró.
En eso, un caballero abrió la puerta.
—Mi rey, los caballeros ya están en la mesa redonda —señaló el fornido caballero Klurc.
—Llegó el momento —dijo el rey a regañadientes.
—¿Que te sucede Narantriel? Desde cuando te pones nervioso para entablar un consejo.
—Ya sabrás por qué Klurc, la noticia golpeara a todos… en especial a ti —acotó con severo tono.
—Me preocupa las tropas, en especial Tilnerin. Pasan los días y todavía no hay señal de ellos. ¿Cómo crees que les estará yendo?
—Lleva sus días caballero, aparte jamás le pasaría nada a Tilnerin, es una fiera guerrera y lo bastante caprichosa para morir como alguien a quien conozco hace mucho tiempo.
Klurc esbozó una leve sonrisa
—Lo traemos en la sangre. Aún recuerdo esos días, blandiendo nuestras espadas hombro a hombro, éramos la mejor tropa ¡qué tiempos aquellos!
El rey y Klurc descendieron las largas escaleras y llegaron al gran salón. Todos los caballeros estaban presentes portando sus luminosas armaduras y llevando consigo aquel anillo donde moraba el orgullo de todo hombre. Cuando el rey se colocó en la mesa todos callaron y se enderezaron.
—Bien caballeros, convoqué a este consejo para debatir ciertos asuntos concernientes a nuestro estado actual. ¿Algún reporte de las patrullas?
—Ninguna mi Rey, no hubieron movimientos importantes del enemigo a excepto de pequeñas escaramuzas de forasteros que ahora se encuentran encerrados en los calabazos —respondió Raulf, uno de los caballeros de mayor edad, experto en tácticas de guerra y abastecimiento de todo tipo.
—Se cercioraron correctamente —Narantriel se tocaba la barbilla mientras realizaba las preguntas.