Aquel día las nubes estaban ausentes y el índigo firmamento lucía inmaculado. Los destellos del sol gozaban de libertad absoluta y con su manto amarillo cubría todo el vasto territorio.
En el honorífico salón se estaba llevando a cabo la reunión del consejo de los Caballeros Sabios, en el cual discutían sobre todos los diferentes aspectos del reino.
Entre estos hombres se encontraba el Maestro Drulord, un hombre conocedor de la Adversia y la Summa, encargado de los asuntos económicos del reino.
—Maestro Drulord, ¿cómo va el comercio en nuestro mercado? —cuestionó el viejo caballero Raulf.
—La circulación de bienes marcha con normalidad, las mercancías mantienen el precio estable y, gracias a las patrullas realizadas la disminución de ataques de forasteros es notable en ciertas áreas —hojeó su grueso libro y volvió a mirar con soberbia hacia los caballeros—. Los aspirantes y caballeros realizaron un buen trabajo contrarrestando la mayoría de los asaltos de vagones y comerciantes. Las cosechas son prosperas sin embargo, debido al aumento de la población necesitaremos invertir en ello para no tener repercusiones negativas en el futuro.
—¿Cómo vamos con nuestro material bélico? —acotó Klurc.
—Nuestros talleres aún siguen trabajando arduamente. Los proveedores cumplen a tiempo con la entrega de los materiales agilizando la producción de nuestro arsenal. Cabe resaltar que seguimos aguardando la entrega de la fórmula del Guardián Miroth para fortalecer nuestras armas.
Narantriel fijo la mirada en el grisáceo ser.
—¿No has considerado mi sugerencia?
—Ya lo consideré —dijo con frialdad Miroth.
—¿Y las construcciones de las nuevas torres? —indagó Narantriel.
—Bien mi Rey, hemos conseguido los hombres necesarios para culminar con celeridad nuestras defensas.
—Recuerda dar buena paga a los obreros —añadió.
—Si su majestad, daremos a cada uno lo que se merece.
—¿Cómo van nuestra relaciones con los otros pueblos?
—La diplomacia va en orden. Algunos mantienen la lealtad al reino y otros permanecen indiferentes ante la situación.
—Señores… en este momento nuestro enemigo está empezando a ganarse la amistad de ciertos pueblos. Con cada luna que pasa, él sigue avanzado. Debemos de trazar estrategias para mantenernos fuertes y defender lo nuestro —proclamó con vigor Narantriel.
—Recuerda lo de Robfrid Narantriel —le susurró Klurc.
—¡Caballeros! —Con su mirada recorrió todos los rostros presentes—. Quiero que lo pongan a consideración y que lo discutan objetivamente. Como bien saben, mi hijo Robfrid ha sido herido debido a una ferviente lucha con un miembro de las tropas enemigas por lo tanto, no podrá participar en la prueba. Es por eso que vengo a proponer a que se le asigne otra prueba y que tenga el derecho de llevar un apoyo. Pongo a consideración la propuesta. —El rey se levantó y salió de la sala esperando a que el consejo dirima el asunto.
Los caballeros sabios empezaron a debatir exponiendo sus respectivos argumentos. El primer punto a considerase fue la factibilidad de asignarle al príncipe una nueva misión. Todos se miraron con gesto ceñudo y empezaron a discutir sobre el asunto. Mientras relataban y exponían ciertos acontecimientos, recordaron que, a un aspirante se le había otorgado una petición similar, por lo que decidieron aprobar el permiso.
—¿Que misión daremos a estos aspirantes? Debe ser una prueba igual de peligrosa. Recuerden que Narantriel dijo que seamos justos —dijo Drulain.
—Propongo la caza de bestias salvajes de todas las regiones y que nos traigan sus pelajes para demostrar que estos han luchado —propuso Lorian.
—Buena propuesta, alguna otra.
—Cruzar el rio Rhu —expuso Gulord—. Aquel rio es terrible y sus fuertes corrientes son mortales.
—He escuchado hablar a un comerciante diciendo que su pobre hija fue secuestrada por forasteros, sería una buena oportunidad para recuperarla y ayudar a nuestro hermano. Supondría todo un reto encontrarla y pelear con estos —añadió Drulordd.
Klurc se tomó de la barbilla y frunciendo el entrecejo lo miró.
—Forasteros… creo que sería bastante sencillo, ¿no lo crees? Podríamos encargar a otros para que la recuperen.
—Pertenecen al gremio de los Rojan caballero —manifestó con mirada seria—. Como sabemos, es el gremio de ladrones y asesinos más peligroso de todo Anthir. Este grupo permaneció unido a lo largo de los años y nunca han caído, son fieles enemigos del reino.
—¡Tráiganlo! —ordenó Klurc con seriedad.
Los guardias que custodiaban la puerta acompañaron a Drulordd a buscar al hombre. El comerciante se encontraba bebiendo en una taberna, se acercaron a él y solicitaron su presencia ante el consejo de caballeros sabios. El triste hombre accedió y se dirigieron de vuelta al gran salón.
—Bienvenido buen hombre ¿Cómo se llama? —cuestionó Lorian entonando con elegancia.
—Petros mi señor. —Los ojos del hombre estaban rojos y su nostálgica mirada transmitía una profunda tristeza.