Crónicas de Anthir: Coronas y Corazones

Muros de Maldición

Acampando en las cercanías de rocasnegras se situaban los Lionstoner y los Fenrirheim. El lugar en el que descansaban era una pacífica ladera con un manantial fresco que luego descendía por un hermoso valle repleto de peñascos y frondosos árboles.

Ambas tropas congeniaban dado al estilo de batalla que tenían, se sentían muy confiados, en especial Lucart que se lo notaba ansioso.

—Pronto ya dejaremos este paraíso. —El joven estaba sentado al costado de su tienda asando unas ardillas.

—Así es capitán Lucart. Una vez que desmantelemos nuestro campamento, ya no hay vuelta atrás.

A lo lejos se podía apreciar una gran muralla de rocas oscuras que se extendía como una fortaleza. Con solo mirarlo, sentían una extraña sensación que provenía de aquel lugar, el espíritu percibía algo que emanaba del sitio.

—¿No te sientes un tanto extraño Lucart?

—Yo solo siento ansiedad. Fue un largo viaje y espero que valga la pena —respondió con la boca llena dejando de lado los buenos modales como era costumbre.

—Me refiero a… —volvió a mirar hacia el lugar—. Algo que te turba por dentro.

Lucart con el rostro pensativo miró a su compañero y le contestó:

—Déjame pensarlo… ¡No! Lo que nos espera en aquel lugar es lo que debe sentir miedo de nosotros —siguió mordisqueando la carne como un animal salvaje.

—¿Crees que la prueba de las otras dos tropas fue más sencilla?

—No lo sé, no estuve en aquel bosque.

—Han combatido con un guiverno, es admirable lo que hicieron nuestros compañeros —sacó su pequeña daga de su funda y empezó a limpiarlo—. Qué será que nos espera.

—Pues una tribu con serios problemas —respondió indiferentemente.

—Ahora entiendo porque eres el favorito de nuestro Maestro, no tienes miedo de nada.

—Te equivocas, tengo miedo de muchas cosas, pero lo que me causa pavor es decepcionar a Miroth. ¿Crees que esto sería difícil para él?

—Para nada —acotó con seguridad el joven mientras inspeccionaba su filo.

—Es verdad, lo cruzaría con los ojos cerrados y, los seres que habitan en aquel lugar tendrían una muerte tan rápida que creerán que están en un eterno sueño. —Al terminar de comer, se pasó el antebrazo por la boca para sacarse la grasa y se levantó—. Es hora de partir, prepárense para marchar ahora mismo.

Los aspirantes empezaron a levantar el campamento. Una vez preparados, abandonaron aquel lugar pacífico para luego adentrarse a un sitio donde se podía sentir a la muerte y los demonios susurrar.

A medida que avanzaban, aquella extraña sensación se hacía más fuerte, algunos empezaron a cuestionarse si entrar o salir corriendo. Al llegar a la misteriosa entrada, un siniestro camino se adentraba hasta perderse en la densa niebla que gobernaba el lugar. El suelo era infértil y seco, los árboles lucían como esqueletos oscuros y los cuervos sobrevolaban por todo el lugar en busca de alguna suculenta carroña. En las rocosas paredes colgaban cadáveres de todo tipo, de animales y humanos. El paisaje era aterrador, de pronto, el cielo empezó a tornarse de color gris oscuro de una manera ilógica.

—Estamos al borde, entre el paraíso y el infierno. Los que quieran marcharse deberán hacerlo en este instante, porque una vez dentro… no hay vuelta atrás —dijo Lucart dirigiéndose a todos.

Ningún miembro de los Fenrirheim desistió pero, tres hombres de los Lionstoner abandonaron el grupo debido al gran temor que los avasallo. Lucart levantó la mano, giró su caballo y con coraje fue el primero en adentrarse dentro de las paredes de la muerte y los otros lo siguieron con la misma actitud.

El ambiente era inhóspito, y el silencio intimidante. Las murallas rocosas cada vez se erigían con mayor altura, en ciertos tramos cubrían por completo el firmamento. Cruzando por el estrecho camino llegaron a una zona abierta, no había ningún árbol en pie, solo un extenso terreno seco con innumerables grietas que se propagaban por todo el terreno. Todo en aquel lugar estaba muerto.

Lucart con la mano en el mentón trataba de descifrar qué dirección escoger.

—¿Tu qué crees Capitán? —preguntó al capitán de los Lionstoner. Este era un hombre fornido de prominente mandíbula y tenía una cicatriz que surcaba su mejilla.

—Lo más lógico sería seguir en línea recta según mis instintos.



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En el texto hay: misterios, caballeros y espadas, guerras y pasiones

Editado: 09.11.2019

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