La humedad relucía por las paredes de las casas, algunos cuerpos seguían enterrados y un nauseabundo olor recorría por el lugar. Los caballeros, aspirantes y ciertos ciudadanos ayudaban a trasladar los cuerpos en las afueras. Algunos se encargaban de juntar la madera y preparar el lugar para la incineración, otros, con ayuda de los caballos empujaban los escombros y luego los ponían en una carreta.
Frente al Gallory, los cadáveres estaban cubiertos con sabanas. Aquel edificio que se erigía con lujos y ostentosidad, ahora era un cementerio de almas. Las mujeres lloraban por sus difuntos maridos y algunos dejaron huérfanos a niños inocentes.
Narantriel no quería abandonar su alcoba, los llantos y lamentos que entraban por su ventana hacían eco en su espíritu. Sophitia, su amada esposa estaba a su lado consolándolo.
—Dierham se levantará Narantriel —dijo con suave voz mientras lo acariciaba.
—Acaso revivirán aquellos muertos —respondió acongojado.
—Todo reino acarrea situaciones difíciles, y esta es una de ellas. Las luchas siempre estuvieron presentes a lo largo de la historia, los Rojan siempre fueron nuestros enemigos y nunca han tomado nuestro Castillo.
—Si no contábamos con el apoyo de los Guardianes… cuántas vidas crees que se hubieran perdido, incontables diría yo. Ellos nos salvaron de una masacre.
—Ustedes también blandieron sus espadas, salieron a dar la vida y demostraron a los aspirantes como se defiende lo que uno ama. No te sientas culpable Narantriel, mi padre siempre me decía que, luchar en busca del poder, la avaricia y la vanagloria es buscar lo vano y encontrarse con el vacío, pero luchar por lo justo y lo recto es encontrarse con la esencia de la vida misma.
—Era un hombre muy sabio. —Narantriel la besó.
El rey se levantó y se dirigió a la mesa donde estaba su armadura, tomó un paño seco y lo empezó a lustrar hasta verse reflejado, fue entonces que recordó el juramento que hizo como rey. Se colocó su vestidura y una nueva capa, y con la frente en alto salió de su alcoba.
Mientras cabalgaba por las tristes calles, veía como las personas se abrazaban con fuerza y agradecían por seguir con vida.
Ellos recocían el gran esfuerzo que realizaron los caballeros, y le daban las gracias por ello.
Al llegar al sitio, bajó de su caballo y fue junto a Klurc.
—¿Cómo van las cosas?
—Están haciendo un buen trabajo, la mayoría de los cuerpos fueron desenterrados. —La ojera de Klurc delataba su insomnio.
—Veo que no has dormido.
—Tú qué crees —respondió toscamente—. Los siento… tienes razón, no he cerrado un maldito en toda la maldita noche. Me he quedado pensando en todo lo sucedido, solo probamos una pizca de ellos y desataron el caos. Me siento impotente amigo —nombró a regañadientes.
—Hay momentos difíciles de sobrellevar y este es uno de ellos, debemos de mantenernos fuertes. El gremio de Caballeros Sabios sigue firme, los aspirantes y soldados han demostrado su honor, seguimos en la lucha amigo —El rey extendió su brazo.
—Seguimos en la Lucha—repitió, lo miró a los ojos y lo agarró con fuerzas hasta el antebrazo.
Entre la muchedumbre, vieron a una chica de trenzas rubias sucumbiendo en llanto, entonces ambos se dirigieron a ella.
—Arissa, en que podemos ayudarte —indagó el rey.
—Quiero encontrar a Miroth, ¿no lo han visto? —Tenía los ojos rojos y brillantes.
—Me temo que no —posó su mano sobre sus hombros—. Sabes que eres bienvenida al castillo, puedes ir cuando lo desees, las puertas siempre estarán abiertas.
Cuando Narantriel ojeó a un costado vio el cuerpo ensangrentado del padre de la mujer, el cual estaba siendo llevado por dos caballeros. Ella empezó a llorar y el rey la consuela por su irremediable pérdida.
En el campamento los ánimos estaban apagados. Alrededor de una débil fogata se encontraban los aspirantes y Katrin.
—Me siento pésimo —suspiró Lucart tirando una ramilla en las cenizas—. No he podido con aquel hombre, si no fuese por Jirot estaría bajo tierra.
—Eran de rango medio, por lo menos necesitaríamos cuatro por cada uno de ellos —acotó Gunterling.
—Es verdad Lucart, con Robfrid hemos luchado contra un grupo de Rojan y lo matamos a duras pena, y eso que solo eran de rango bajo. Son huesos duros de roer, tuvimos que poner todo nuestro esfuerzo para derrotarlos —lo alentó Harv.