Crónicas de Gladius: Crucis

3. Shock

La densa oscuridad la aprisiona en la habitación de cristal alejando todas aquellas sensaciones del día. De repente, en una inhalación fuerte se despierta en un nuevo lugar, cierra los ojos fuertemente tratando de huir de donde estaba, pero nada cambiaba. Con sus dedos delgados y estilizados aprieta la sábana evitando abrir los ojos, al darse cuenta de que no había sonidos de batallas y olor a sangre se calma un poco. Quizás por fin aquellos sueños habían acabado. Se sienta en la mullida cama dándose cuenta de que estaba en una habitación mediana, pero totalmente empedrada con dos pequeñas ventanas rectangulares a lo largo y una puerta de madera. Piensa que debía estar en algún monasterio o castillo medieval. Se levanta y se arregla el vestido, era parecido al que llevaba durante el sueño sangriento de la otra noche, aunque esta vez la ropa y el lugar estaban impolutos.

Comienza a analizar cada espacio cuando se percata que a lo lejos había gritos que provenían de las afuera y se dirige a una de las ventanas. Había una especie de reunión en un patio, pero lo que la paraliza es una hoguera y un hombre con un hacha. Era extraño, pensaba que debían estar por matar a herejes o algún criminal, pero el ambiente era diferente de lo que se describe en los libros de historia. Estaba tan absorta en las voces del público que podía oír desde tan lejos, lo cual era imposible para un humano, pero pronto lo atribuye a que estaba soñando. Se percata que esas personas pedían o hablaban sobre la muerte de un hereje. Una extraña figura le llama la atención, había un hombre con capucha negra que no le dejaba ver bien su rostro, lo extraño era que le producía rechazo y cautela. Entonces se percata de una presencia que la observa. Se da vuelta y ve al extraño. Llevaba ropas como las de un señor medieval, inclusive su cabellera parecía más arreglada que las otras veces y sus ojos habían vuelto a ser esmeraldas.

—Que bueno que despertaste.—Se queda sin palabras, junto con el último sueño era la única vez en donde escuchaba tan claramente su voz.—Pero Sarah debes dejar de pensar en esas cosas.

—¿A qué te refieres?—Le pregunta con cautela.

— Sobre las inscripciones y pulseras. —Decía mientras levantaba sus muñecas. ¿Qué relación tiene con su familia? Era una de las preguntas que la acosaba. El hombre se acerca.—Deja de preocuparte, pronto sabrás las respuestas a todas tus preguntas. Además, quiero que no te sientas sola. —Se acerca a ella. —Por favor no te preocupes.

—¿Cómo sabes que tengo dudas sobre eso?—Él estaba a punto de responder, pero ella lo interrumpe. — También, porque sabes de mis preocupaciones. Claro, es un sueño. De hecho, tú eres alguien que mi inconsciente creó. —Él sonríe y lo niega con la cabeza.

El alboroto en las afueras se vuelve más fuerte, se da la vuelta para ir a ver que el condenado estaba siendo puesto en su lugar de muerte. Aparece un sacerdote, parecía ser un cardenal, acompañado de un grupo de personas bellísimas. Todas ellas tenían rasgos parecidos: ojos esmeraldas, estaturas similares, sólo las mujeres eran unos centímetros más bajas, y todos poseían el mismo aroma dulce. Esto la vuelve a sorprender, era como si estuviera frente a ellos, los veía, escuchaba y olía claramente. El extraño se acerca para pararse detrás de ella, podía sentir su respiración y el calor que emanaba de su cuerpo. Sarah en vez de ponerse nerviosa comienza a sentirse a gusto.

—No es extraño que puedas oler, ver, escuchar y sentir cosas que están lejanas. Esas capacidades son parte de lo que eres.

—¿Entonces qué soy?

—Eso lo sab... —No termina la frase. Sarah sigue mirando a esas personas, pronto se da cuenta de que el extraño también estaba en ese grupo.

—¿Qué haces allí? ¿Cómo es posible que estés aquí y allá al mismo tiempo?

—No prestes atención a eso, solo mira lo que va a suceder y no olvides ningún detalle, en un momento te será necesario este recuerdo. Mira a todos.

Le hace caso. Comienza a memorizar a las personas del pueblo, el condenado, el grupo del extraño y el sacerdote. Se percata que hay en otro palco una serie de personas agraciadas, eran verdaderos dioses. Ellos también poseían rasgos parecidos, de hecho, unos idénticos a los del grupo del extraño. Los ojos, los tonos de piel, estaturas y contexturas eran iguales. Sin embargo, el olor era distinto y más atrayente. Sus músculos se tensan ante el aroma que desprendían.  

—No te preocupes de los diferentes olores, mantente relajada. Estoy contigo y nada malo te pasará.

Poco a poco sigue sus instrucciones. En tanto lo hacía miraba al condenado, éste también poseía las mismas características generales de los dos grupos. Era alto, como el extraño, tenía el cabello café, largo y ondulado, de piel marfil y de contextura trabajada. Le arrancaron la camisa, molestaba al momento de cortarle la cabeza. Eso le permite ver que llevaba unas inscripciones en latín en los omoplatos, no eran iguales a las que había visto. Nota que en la muñeca tenía una pulsera, era igual en todo excepto en los símbolos de la cruz y la rosa, él llevaba una estrella roja con un hacha. El sacerdote comienza a vociferar sobre los actos impuros que había llevado a cabo el condenado en contra de Dios, la Iglesia, los Santos y por sobre todo contra la noble pareja que había asesinado cruelmente por ser servidor del demonio. Llegado el momento un asistente de ese hombre mayor y maloliente describe el castigo que sufriría por pecar y traicionar. Primero, se le aplica cincuenta latigazos que hacen que se le desprendan pedazos de piel. Parecía no estar sufriendo, no había miedo en sus ojos, se notaba que aceptaba la condena.



#8108 en Fantasía
#10195 en Otros
#1228 en Aventura

En el texto hay: fantasia, peleas epicas, iglesia y corrupcion

Editado: 19.02.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.