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Sarah estaba recostada mirando el techo mientras se acostumbraba al estupor que la dominaba. De repente empiezan a golpear la puerta con mucha fuerza. Se levanta, pero antes de seguir se mira en el espejo que estaba sobre la chimenea. Estaba pálida, con los ojos hinchados y demacrada. Antes de abrir se detiene notando que la inmensidad la tenía enajenada de lo que sucedía a su alrededor. El dolor pareció inmunizarla durante esas horas. Solo había frío en su cuerpo. Al darse cuenta de que eran sus amigos, apoya su oído contra la puerta, escucha como Malcom decía que probablemente se equivocaron de casa y como Carrie le insiste que estaban en el lugar correcto porque era imposible que olvide un lugar como ese. El grupo de adolescentes no dejaba de cuestionar a los mellizos sobre cómo era posible que esa mansión fuera la casa de su amiga, quienes no paraban de justificarse. Cada una de las palabras que decían hacía que los pensamientos que tenía de mostrarles su vida llenaran cada parte de su mente. Quería mantenerlos a salvo de ese algo que desconocía.
Una fuerte oleada de una extraña presencia le eriza la piel, algo se acercaba, por lo que abre la puerta y sus amigos quedan congelados al verla. Su rostro estaba frío como el hielo y mostraba cuán horrible era el proceso que estaba atravesando. Sarah ante lo que se acercaba los saluda y hace que entren rápidamente. Cuando hubo cerrado con llave siente que su preocupación disminuye, porque los estaba salvando, pero a qué costo.
Sus amigos prenden las luces y el grupo queda sin palabras por el lugar, a excepción de los hermanos. Sus amigos comienzan a alabar el estilo elegante y neoclásico de la entrada sin darse cuenta de que su amiga estaba sufriendo. James la abraza y ésta ni se inmuta, deshace el abrazo y los hace pasar por las puertas de cristales que daban a la sala de invierno en la que estaba antes. Josh, quien era un chico alto y corpulento, con ojos cansados y cafés, le pregunta por las dos puertas bajo la escalera que estaban cerradas y daban al recibidor. Sarah puede sentir el peso de ese lugar por los retratos e historias que guardaba. Ante su silencio todos se preocupan, pero ésta pronto les explica que daban a la biblioteca.
Una vez en la sala todos comienzan a preguntar sobre las otras habitaciones que continúa hasta que la joven describe cada una de ellas. Iban a seguir curioseando, pero James los detiene por su poco tacto. Sin tomar mucha atención al error que reconocían sus amigos, la joven se recuesta sobre el sillón mientras todos mantenían su admiración por la mansión. Carrie nota que Sarah estaba agotada y se sienta en donde estaba su cabeza para ponerla sobre su regazo. En cambio, James se acomoda en el piso entre la mesa de centro y el sillón para tomar su mano y poder acariciarle la cabeza. El resto al ver a los hermanos se sientan en los otros sillones o sitiales. Como la luz del recibidor no iluminaba bien Carrie le pide a Josh que encienda la luz, lo cual deja ver con mayor detalle las columnas de mármol y la decoración.
Sarah era un tempano, por lo que James le envuelve sus manos entre las suyas para calentarlas. Wayne se pone celoso, pero sabía que no podía hacer una escena. Los mellizos la confortan para tratar de hacerla sentir acompañada. A medida que el tiempo iba pasando, Malcom decide preguntarle a Sarah por más detalles de lo sucedido. Ésta no le presta atención, estaba concentrada mirando el cielo de color crema y en la presencia que cada vez estaba más cerca. Carrie le dice que le habían hablado, pero de repente se sienta rápidamente y mira gélidamente hacia la ventana. Todos quedan impactados al ver una Sarah que no conocían, una que daba miedo de la frialdad de sus expresiones. James se sienta a su lado y le toca el hombro, ésta se gira y lo mira asesinamente. Al recordar que no estaba sola capta que había asustado a sus amigos, pero no podía evitar ponerse de esa forma.
—Disculpa. —Baja la mirada.
—Tranquila.
—¿Qué fue lo que preguntas?
—¿A qué hora fue el accidente y cómo te enteraste? —El solo hecho de recordar causan más punzadas en su pecho. —¿Sarah?
—A eso de las seis y media de la tarde. En cuanto a cómo me enteré, vinieron unos policías y una persona del servicio social.
—¿Cómo lo vas a hacer con el papeleo y todo lo del funeral? —Pregunta Wayne muy preocupado por su futuro. Sarah recuerda al abogado.
—Por lo que me mencionó el abogado, el velorio será en la Iglesia de San Patrick y el funeral será en el cementerio Brompton mañana.
Sus amigos entablan una conversación sobre cómo iban a ir y de que la iban a acompañar para apoyarla, pero eso no le importaba a Sarah, quien no les prestaba total atención por lo que estaba afuera y emitía una energía terrorífica. Necesitaba que se fuera para poder cumplir el rol de amiga. En eso desaparece y puede volver a respirar con tranquilidad, lo que es notado por sus acompañantes. Se acomoda nuevamente y solo responde brevemente.
Al pasar las horas el hambre ataca a los adolescentes, por lo que Wayne y Jenny averiguan dónde estaba la cocina para hacer algo de comer. La joven se levanta y los lleva por el recibidor, el salón lavanda, el gran comedor y el largo pasillo que daba a la cocina. Mientras caminaban por este último su amiga le pregunta qué había detrás de las puertas y Sarah le explica que el cuarto de lavado, la escalera de servicio y un cuarto en donde guardaban la vajilla, mantelería y cristalería, entre otras cosas para ocasiones especiales, ocasiones que nunca se dieron en toda su vida. Dentro de la cocina les muestra donde estaban los utensilios y comida para luego dejarlos solos. Regresa para volver a recostarse y el resto trata de distraerla para evitar que se centre solo en lo sucedido. Los dos cocineros vuelven al cabo de un rato con sándwiches y refrescos, pero Sarah no tenía apetito por lo que rechaza el ofrecimiento para servirse solo un vaso con agua fría.