Crónicas de Gladius: Crucis

10. La decisión

El ambiente en la mansión era silencioso y fúnebre. El abogado les indica que era mejor que fueran al despacho y ambas lo siguen. Cuando entran en la biblioteca Eara se fija en el desorden de libros que había en el suelo, así que sonríe levemente al notar que Sarah había seguido su consejo de buscar toda la verdad.

Ya en la oficina se sientan en unos sillones alrededor de una mesa de centro. Jeffrey saca una carpeta y su celular del maletín. Comienza a marcar un número y espera a que la mano derecha del Cardenal responda. El frío saludo del sacerdote le da el pase para que el abogado le explique la decisión de la heredera de los Crossrose. En ese intervalo la muchacha no dejaba de mirar el rostro cincelado en hielo de la gladius y de recordar lo que le había dicho el desconocido. Vuelve la vista hasta el abogado y nota que no dejaba de observar sus reacciones con preocupación. Jeffrey sabia que estaba entrando a la mismísima oscuridad y temía por ella, sólo esperaba fervientemente que Eara asumiera el favor que le pidieron los Crossrose. Ambas mujeres podían escuchar en el fondo del auricular la voz gruesa y autoritaria de un hombre, Eara con mayor claridad que la inexperta joven.

—... Reserva el vagón de Gladius para ellas e informa que deben salir lo antes posible. —Le ordena.

—Está bien, lo voy a reservar en dirección a París. Según los horarios que revisé los trenes que salen pronto son dentro de dos horas más y el otro en cuatro horas más. Luego vendrían los que salen durante la tarde y noche.—Le decía el abogado mientras revisaba una hoja de la empresa de trenes.

—Reserva uno cerca de la seis de la tarde. Gracias por ser tan eficiente y confiable, por esa razón te pusimos a cargo de los rebeldes... —Eara se mofa y Jeffrey la mira para luego volver nuevamente sus ojos hacia Sarah, quien parecía curiosa por lo que había hecho la gladius.

—Entiendo, ¿algo más?

—Dile a Eara que van a estar reservadas las mejores habitaciones en los hoteles más exclusivos de París y Milán. También informa sobre el regalo del Cardenal y lo que quiere que haga con él. —Sarah no estaba segura de lo que escuchaba, se preguntaba por qué tendrían que ir a esas ciudades si tenían que ir a Roma.

—Le informaré a la señorita Kontos, ¿pero señor cómo le dirá a ella de los hoteles que escogió?

—Lo haré del mismo modo en que le remito las misiones.

—Todo claro señor, que pase un buen día y que Dios los bendiga.

—Que Dios te proteja tanto a ti como a Eara y especialmente a Sarah.

—Muchas gracias. —El hombre autoritario corta la llamada y Jeffrey deja el celular a un lado de la carpeta. Cierra los ojos y suspira. Ante esa reacción Sarah estaba cada vez más desconcertada.—Eara, el padre Friedman dijo que te infor...

—Lo escuche todo. —Lo interrumpe.

—Siempre se me olvidan ese tipo de cosas. —La gladius por primera vez dirige sus ojos a Sarah.

—Sarah. —La joven se gira hacia ella. —¿Qué es lo que no entiendes?

Sarah baja la mirada y comienza a ver sus manos sobre su regazo. Podía sentir la mirada de ambos sobre ella, pero permanece en esa posición para aclarar sus ideas. Luego de cavilar un rato levanta el rostro y observa a Eara.

—¿Por qué no me llevas a Roma enseguida? —Eara respira fuerte. Tenía las sospechas de que ella había logrado escuchar las cosas que le decía el sacerdote a Jeffrey.

—El Cardenal envió una tarjeta con dinero para que compres las cosas que vas a necesitar para tu entrenamiento. Es por eso por lo que el padre Friedman hizo reservas en hoteles en las dos ciudades donde podrán encontrar todo lo que necesitas, por lo menos lo básico. El pidió que la ayudes a escoger y comprar. —Le señala el abogado a la gladius.

—Entiendo. —Trata de procesar la información. No entendía qué tanto material pudiera necesitar.

—¿Cuánto dinero tiene esa tarjeta? —Pregunta fríamente Eara.

—Cincuenta millones.

—Es suficiente para comprar las cosas básicas. —Sarah la mira sorprendida, nunca pensó que gastaría tal suma de dinero en cosas para su entrenamiento. Vio que ninguno de los dos estaba sorprendido por la cantidad. Eara nota de reojo lo impactada que estaba.—Veo que todavía no te acostumbras a las cifras altas.

—¿Por qué tanto dinero?

—Eso se debe a que las cosas que usan los gladius son exclusivas e intransferibles. —Responde esta vez el abogado.

—¿Cómo es eso? 

—Para darte un ejemplo, el más básico de los botiquines para un cazador cuesta tres punto cinco millones de dólares. Viene equipado con vendas, anestesia, bisturís, agujas, hilo, guantes, analgésicos y soluciones salinas para limpiar heridas. Todos son productos especiales que no son comparables a los que los humanos usan. —Le explica Eara.—De esos artículos elementales se van agregando cosas como antídotos para venenos, kits de operaciones y otras tantas cosas. Mientras más cosas se elevan los precios.

—Pero si mis padres dejaron botiquines, ¿por qué no puedo usar esos?

—Eso se debe a que los botiquines se preparan para cada uno. En general, las herramientas se eligen específicamente y están hechos en base a las características de cada uno. En el caso de los medicamentos, estos usan las mismas fórmulas básicas, pero terminan de prepararse con una gota de la sangre del gladius para que surta un efecto rápido. Por eso cada uno de nosotros debe tener uno individual y que no se puede transferir. —Sarah medita la explicación y asiente.



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En el texto hay: fantasia, peleas epicas, iglesia y corrupcion

Editado: 19.02.2024

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