CRONICAS DE LA ARENA
CAPITULO 20.
Abrió los ojos con serenidad. Se encontraba tumbado en el suelo, con vista al cielo.
― ¿Dónde estoy? ―murmuro para sí, mientras miraba de reojo a su alrededor.
Y es que hacia donde mirase, no había absolutamente nada. Todo era un inmenso vacío, de color blanco y dorado.
Elevo una de sus manos hacia arriba, con la esperanza de poder palpar algo, mas fue inútil.
Suspiro con calma, mientras volvía a cerrar los ojos.
Pero una voz lo interrumpió de su tranquilidad.
―Nunca había estado en un lugar tan tranquilo, posees una mente bastante calmada, aunque un tanto fría…
Giro su cabeza con asombro, delante suyo, se encontraba tendido en el suelo, al igual que el, esa parte de Ann que se llamaba Eros.
―Es cierto, me había olvidado que tu provocaste mi estado actual ―menciono el Kazekage, volviendo a su pose anterior, mientras seguía observando el cielo―. ¿Qué pretendes hacer ahora? ¿Me mataras?
El sintético Taiyō entrecerró sus ojos, mientras su expresión decaía.
―Eres tan directo y con nulo tacto… me recuerdas a mi yo original… ―articulo con voz quebradiza y molesta―, detesto a las personas como ustedes… siempre creyéndose que el mundo gira alrededor de ellos…
Gaara entreabrió los ojos. No esperaba tal respuesta.
― ¿Debo tomar eso como un no? ―pregunto el pelirrojo, levantándose del suelo, para observar mejor al intruso que tenía en su mente.
―Quien sabe… en este momento no tengo la fuerza para destruirte por dentro, ni el ánimo para hacer algo al respecto. Nosotros no tenemos futuro si llegamos despertar ―se levantó del suelo, y se sentó en forma de bolita, contrayendo sus pies, abrazándolos con sus manos y posando su mentón en sus rodillas mientras fijaba su mirada hacia la nada―. Qué sentido tiene seguir luchando, si ya todas nuestras esperanzas fueron destrozadas por un molesto pelirrojo y sus fieles perros guardianes que tiene por hermanos…
El Kazekage no supo cómo reaccionar, le molestaba la forma en que se había expresado de su familia y el, pero, sentía remordimiento, por alguna inexplicable razón.
―Yo… podría ayudaros, pero necesitaría que confiaseis en mí, dándome toda la información que quiero y necesito obtener para terminar esta misión.
El rubio lo miro de reojo, con un aire de desconfianza.
―Hum… ―esbozo con burla―. ¿Qué te hace pensar que yo tengo guardada toda la información que necesitas? Y aunque así fuese el caso, dudo que puedas salvarnos de lo que nos espera… no importa que tanto debatas con los ancianos del consejo, cualquier jurado nos impondría la sentencia de muerte, por traición a la Aldea y haber puesto en peligro a sus queridos Kazekage y señor feudal ¿o me equivoco? ―termino hablando con frialdad.
― ¡Por supuesto que te equivocas! ―expreso enérgico el pelirrojo, mientras fruncía su ceño y miraba con gran molestia al rubio que tenía a metros suyo―. Si logro conocer los motivos por los que Anngelius-sama actuó de esa forma en contra de la aldea, podría ayudaros a todos vosotros, no puedo asegurarte que salgan completamente libres de esto, pero, sin duda evitaría que se cometiese una injusticia. Sé que vuestro clan está ocultándonos algo de gran magnitud y…
― ¡Basta de tratar de convencerme! ―lo interrumpió a los gritos, mientras se tapaba los oídos y empezaba a temblar, al aparecer por todo lo que recordaba―. Si te digo todo lo que se, Anngelius y Ágape podrían enojarse conmigo… si ellas dejan de quererme… me quedaría solo de nuevo, no quiero quedarme solo… no quiero… no quiero… no quiero…
Gaara lo miro con tristeza. Tal parece, ese ser no soportaba ser presionado, y mostraba ser muy inestable emocionalmente. Sin duda, le recordaba a la Ann original.
― Pero ¿por qué te afliges? ―se acercó a él, y sentó a un metro de distancia―. Tú también eres Anngelius-sama, su existencia es solo una, no importa en cuantos segmentos te dividas, en resumen, tú eres sus recuerdos ¿no? Tu función es guardar todo lo que ella no puede soportar; creo que deberías actuar por tu cuenta y decidir si quieres seguir con todo eso que te aflige, sola, o buscar ayuda, compartir con otros tu angustia.
El ser rubio lo miro estupefacto, sus ojos estaban a punto de ceder a las lágrimas, más se contuvo.
―No recuerdo la última vez que alguien se dirigió a mí con el título de “Anngelius”. Siempre fui el indeseado “Eros”. Ya no quiero que ser ese ser… ―se levantó con firmeza y se dirigió al pelirrojo, parándose frente suyo―. Entonces decido aceptar tu ayuda, Kazekage de la Arena… ―su aspecto empezó a cambiar, dejando su apariencia de chico, volviendo a ser Anngelius―, pero si llegas a traicionarme, juro por los dioses que enviare al infierno a ti y toda tu familia ―termino diciendo mientras su rostro inexpresivo, se tornaba menos agresivo.
―Entonces tenemos un trato ―el pelirrojo también se levantó del suelo, mientras reflejaba decisión en su rostro―. Soy un hombre fiel a sus palabras y convicciones.
―Eso espero, como dicen “ver para creer” ―agrego la Taiyō―. Dejare que veas todas mis memorias, pero te advierto que sufrirás el impacto de las mismas, como si fuesen tuyas, es algo que no podre evitar, debido a que estamos en tu mente y yo solo soy una pequeña parte de mi original. Mi poder es escaso… por no decir nulo…
Editado: 19.01.2020