CRONICAS DE LA ARENA
Capitulo 22
Observaba por la ventana, la puesta del sol. Ya habían pasado dos semanas desde esa noche fatídica donde su hermana había intentado huir con él, solo “Ra” sabe dónde.
―Hace dos semanas que cumpliste 18 años, y no das muestras de despertar, hermana ―murmuro Draco, mientras volteaba para verla, aun conectada a todos esos aparatos artificiales y sellos de retención.
Una persona entro en escena, trayendo consigo una caja mediana, con un pastel dentro.
―Oh, eres tú, la enfermera castaña ―señalo el niño―. Gracias por ayudarme en conseguir este pastel, a pesar de que estén prohibidos esta clase de alimentos en este lugar.
―Descuide Draco-sama ―respondió Shun, con la tranquilidad que la caracterizaba―, es un placer poder hacer algo por usted o por Ann-sama.
El niño la miro con una sonrisa triste.
―Sabes, siento lo de la otra vez… ―expreso con voz de niño apenado―, yo… fui muy grosero contigo, y a pesar que te he visto cientas de veces, nunca me digne en preguntar tu nombre o conocerte un poco… Aun después de todo, sigues siendo amable conmigo y veo que aprecias mucho a mi hermana, a pesar que ella suele gritarte y tratarte mal…
La enfermera no pudo evitar mostrarse perpleja por las palabras del niño.
Una ligera sonrisa se dibujó en su rostro, acomodo el pastel que tenía en sus manos en la única mesa de la habitación, para luego pararse frente al niño e imitarlo en pose, mientras fijaba su miraba en el atardecer.
―Está bien, Draco-sama. Puedo comprender el por qué actuó así en aquella ocasión, al igual que comprendo el mal carácter que tiene mi jefa, Ann-sama ―apoyo sus brazos en el marco de la ventana―. Vivir en este mundo, no es tan fácil, menos cuando naces en la rama principal de tu clan y heredas las acciones y pecados de tus antecesores ―su voz sonaba un tanto triste―. Yo soy una plebeya, mi sangre esta tan diluida, que ni siquiera se me debería considerar una de los Taiyō, mas, puedo imaginarme la magnitud de la presión que han debido afrontar ustedes los herederos… Cuentan los rumores que Ann-sama sufrió intentos de asesinato, desde mucho antes de que naciera, y que nadie podía dirigirse o convivir con usted, desde hace años.
El pequeño rubio la miro con asombro, más se mantuvo callado, para seguir escuchándola.
―Todos las cosas negativas con las que a veces tenemos que vivir, suelen alterar nuestras formas de pensar y actuar. Muchos llegan a perder su esencia propia como persona por ello. Por eso puedo comprender la actitud de las personas que me rodean. Si bien mi estatus social es uno de los más bajos, me siento bendecida por la familia y vida que tuve en mi juventud. Como agradecimiento lo mínimo que puedo hacer es apoyar a quienes no corrieron con mi misma suerte.
El silencio se apodero del lugar. Lo único audible era el ruido tintinante de la máquina que controlaba las pulsaciones de la inconsciente Anngelius.
Draco se mantuvo en silencio, no sabía que responder al respecto.
―Mi nombre es Shun, por cierto ―agrego la castaña con gracia―, perdóneme por haberme desviado del tema, Draco-sama.
―No, está bien. Es agradable escuchar el pensar de otros, es entretenido y te hace reflexionar ―respondió el rubio con alegría en su rostro.
El ambiente se volvió agradable, pero el ruido desesperante de una de las maquinas robo sus atenciones.
El respirador se detuvo, y el monitor que revisaba las pulsaciones empezó a hacer un ruido horrible.
Ambos se acercaron a ver qué pasaba.
― ¿Por qué esas máquinas están haciendo mucho ruido? ―pregunto Draco con angustia.
Shun, como todo veterano médico, se mantuvo tranquila, mientras revisaba las conexiones.
Hasta que noto algo extraño en todos esos cables que tenían conectados a su superior.
Entreabrió los ojos del asombro, y en un instante apoyo sus oídos en el pecho del paciente, para comprobar sus sospechas.
No había duda.
Shun se abalanzo hacia el cuerpo de la que había sido su ex compañera de equipo y lo abrazo, mientras las lágrimas brotaban de sus ojos como lluvia incesante.
―Ann-sama… ―fue lo único que logro articular.
Draco atrás observaba pálido la reacción de la enfermera. No podía creerlo.
Salió corriendo de la habitación, con llanto en su rostro. Tenía que avisar lo acontecido, a pesar que en el fondo hubiese querido mantenerse en ese lugar.
*~*~*~*~*~
La coronación daría lugar a primeras horas de la mañana.
El pelirrojo ya se había levantado y acababa de salir de la ducha. Como sería una ocasión especial, tendría que usar su atuendo clásico de Kazekage.
Tocaron la puerta.
―Pueden pasar ―respondió el Kazekage.
En eso, entraron Temari y Kankurō, quienes ya estaban listos para la ceremonia a la que asistirían. Llevaban puestas unas túnicas de cuerpo completo de color gris, envuelta de los hombros con una corta manta blanca.
― ¿Todavía no estas listos? Apúrate Gaara o llegaremos tarde por tu culpa ―dijo con Kankurō a modo de regaño mientras se sentaba en la cama de la habitación.
Editado: 19.01.2020