Crónicas de la Conspiración

I - Los dioses egipcios

I
Los dioses egipcios

Cuenta el mito egipcio, que en un principio, en medio de las tinieblas, solo existía un océano infinito de aguas inmóviles. Éste océano se llamaba Nun y contenía todos los elementos del Universo. No existía ni el Cielo ni la Tierra y los hombres no habían nacido aún. No había vida ni muerte. Y desde ese océano, emergió Amón-Ra, dios Sol, el primer dios vivo.
Amón-Ra estaba solo y escupió de su aliento a Shu, dios del aire, y de su saliva a Tefnut, la diosa de la humedad y los mandó a vivir al otro lado de Nun. Después hizo emerger una isla donde poder descansar y la llamó Egipto. Amón-Ra como surgió de las aguas, viviría gracias al agua; creó así el Río Nilo.
Amón-Ra fue creando a las plantas y los animales a partir de Nun. Entretanto, Shu y Tefnut tuvieron dos hijos, a los que llamaron Geb, la Tierra y Nut, el Cielo. Nut y Geb se enamoraron, pero Amón-Ra no aprobó esta relación, ya que un adivino le dijo que el nieto de esa unión gobernaría la humanidad, por medio de su reemplazo. 
Entonces, Amón-Ra, elevó una maldición sobre Nut prohibiéndole que tenga un hijo con Geb en un término de trescientos sesenta días, ni de día ni de noche.
Nut desesperada, corrió a pedirle ayuda a su amigo Thot, porque era astuto. 
Thot era el dios de la sabiduría y tenía autoridad sobre todos los dioses. Era el artífice de las palabras, de la escritura y del lenguaje articulado. Él sabía que un mandato del jefe de todos los dioses no podía desobedecerse, por lo que tramó un plan para ayudar a su amiga.
Thot se reunió con Selene, la diosa de la Luna. Ambos apostaron disputándose la luminosidad del mundo, pero Selene apostó un poco de su luz, la decimoséptima parte de sus iluminaciones. Selene perdió la apuesta y por esta razón la luz de la Luna es más débil en ciertos períodos no pudiendo competir con la luz del Sol.
Con la luz que Thot le ganó a Selene, creó cinco días más que agregó al año, que por ese entonces, solo tenía trescientos sesenta días. Esos cinco días no pertenecían a ningún mes y a ningún año.
Nut, mediante ese ardid y sin desobedecer a su padre, pudo tener a sus hijos por esos días. Geb y Nut se casaron; así el Cielo yacía sobre la Tierra, copulando con ella. Engendraron a cuatro hijos, dos hombres, Osiris y Set, y a dos mujeres, Isis y Neftis. Osiris se casó con Isis y Set con Neftis. 
 Shu, celoso de Nut, la maldijo y la separó de Tefnut, sosteniendo al Cielo sobre su cabeza, y sujetando a la Tierra con sus pies.

Ocurrió una vez que Ra había enviado a uno de sus ojos a buscar a sus hijos, Shu y Tefnut. Pero cuando regreso, otro ojo había ocupado su lugar. El primer ojo, celoso, comenzó a llorar, y de la vertiente de sus lágrimas, nacieron los hombres y las mujeres, que poblaron Egipto.
Osiris trajo a la civilización al valle del Nilo. Una vez conseguidos sus propósitos se marchó a enseñar a otros pueblos, dejando a Isis al frente, pero Set se aprovechó de la bondad Osiris y le preparó una emboscada, encerrándolo en un cofre. El cofre fue arrojado al Nilo y cuando Isis recibió la noticia se vistió de luto.
Isis, conocedora de que los muertos no pueden descansar si no son embarrados con los ritos funerarios adecuados, emprendió la búsqueda de su esposo y hermano. Gracias a la Magia, Isis descubre que las olas arrastraron el cofre a Byblos y lo arrojaron a un arbusto de tamarisco; convirtiéndose en un maravilloso árbol con el cofre en el interior de su tronco. El rey de Byblos, fascinado por el árbol, lo hizo talar para usar su tronco como columna de sujeción del techo de su palacio. Isis se introdujo en el palacio hasta que consiguió abrir el tronco y sacó el cofre que contenía el cuerpo de Osiris; desde entonces, el tronco fue conservado y venerado en Byblos.
Isis volvió a Egipto por mar, abrió el cofre y lloró amargamente por su esposo. Set descubrió el cofre, y encolerizado destrozó el cadáver de Osiris y esparció su cuerpo en catorce trozos. Isis volvió a emprender la búsqueda de los trozos de su esposo; sólo faltó el falo, comido por animales. Asistida por Anubis, Isis recompuso el cuerpo de Osiris y gracias a la magia, se convirtió en milano y aleteó sobre el cuerpo de Osiris, ventilando sus conductos nasales y dándole la suficiente vitalidad para dejarla encinta de Horus, hijo póstumo de Osiris, a quien Isis, protectora de la infancia, deberá defender.

Por otra parte, se cuenta que Ra podía tomar la forma que quisiera. Entonces tomó la forma de un hombre y se convirtió en el primer faraón de Egipto.
Ra gobernó Egipto durante miles de años llevando bienestar y prosperidad a sus habitantes gracias a las fabulosas cosechas y a sus magníficas leyes. Los egipcios solo tenían palabras de agradecimiento y no dejaban de ensalzar su nombre.
Pero Ra, había tomado forma humana y por lo tanto envejecía día a día. Un buen día, los egipcios, dejaron de respetarlo, comenzaron a burlarse de su aspecto senil y a desobedecer sus órdenes.
Ra no pudo evitar oír las burlas y comentarios y cuando vio que los hombres no obedecían las leyes, se enojó de tal manera que decidió convocar a los dioses que había creado en un lugar secreto para pedir consejo.
Allí estaban Shu, Tefnut, Geb, Nut y Nun escuchando el problema que aquejaba al dios Ra.
Nun habló diciendo: “Lo que debes hacer es destruir la humanidad”.
Los otros dioses, al ver el mal comportamiento de los hombres, le aconsejaron también exterminarlos por intermedio de la creación de un nuevo dios asesino e implacable.
Ra, con su ojo, que despedía una mirada aterradora, creó a la diosa Sekhmet, feroz y sanguinaria cual leona que persigue su presa y se deleita en la matanza y en la sangre. Siguiendo las órdenes de Ra, desencadenó su furia sobre todos los que ridiculizaron a su padre, sembrando el terror y la desesperación en todo Egipto.
Los hombres huían a esconderse, pero la diosa Sekhmet, los perseguía y los asesinaba relamiéndose con su sangre.
Cuando Ra vio lo que Sekhmet había hecho la llamó a su presencia para preguntarle si lo había obedecido. Sekhmet le respondió que estaba feliz porque había vengado a su padre Ra, eliminando a todos los hombres que éste le había entregado. Todo Egipto estaba teñido del color de la sangre y era imposible detener la furia de la cruel y sanguinaria Sekhmet.
Pero Ra se apiadó de los hombres y decidió hacer algo para frenar la matanza, envenenando a Sekhmet para vulnerabilizarla y que no pueda cazar más.
Cuando Sekhmet volvió ante la presencia de Ra, el dios la recibió con alegría pues no había matado a ninguna persona y decidió cambiar su nombre por el de Hathor, convirtiéndose en la diosa de la dulzura, el amor y la pasión.
La humanidad fue redimida y Ra continuó reinando en su ancianidad, aunque sabía que había llegado el momento de delegar el gobierno de Egipto en los dioses jóvenes.
Ra abandonó Egipto pero lo dejó en manos de su hijo Thot. Gracias a él, el pueblo egipcio conoció los jeroglíficos, la ciencia, las matemáticas y la medicina.




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